Juan Pablo Palao García tiene 25 años, es natural de Yecla y creció en el seno de una familia católica, siendo el menor de cuatro hermanos. Desde que era pequeño estuvo vinculado a su parroquia y a la comunidad de Hermanitas de los Ancianos Desamparados del Hogar Santa Teresa Jornet de Yecla, donde trabajaba su padre. “Tengo conciencia, desde bien pequeño, de esa llamada que Dios me ha hecho. Quizás, motivado por el entorno en el que crecí, siempre he sentido esa vocación que me movía a querer entregarme y consagrarme a los demás”, explica el futuro sacerdote.
Según cuenta, permanecer siempre cercano a la Iglesia hizo que, poco a poco, fuera creciendo en él la vocación: “Ser monaguillo, participar en el coro parroquial y sentir la piedad popular de Yecla, especialmente a través de sus fiestas patronales en honor a la Inmaculada Concepción, hizo que la vocación fuese creciendo en mí, sin apenas darme cuenta”. Sin embargo, cuando llegó a la adolescencia, Juan Pablo tuvo que enfrentarse a multitud de dudas y decisiones importantes que lo alejaron parcialmente de la Iglesia: “Después de recibir la Confirmación me distancié un poco de la fe, no llegué a alejarme por completo de mi parroquia, pero sí que recuerdo aquel tiempo como un periodo en el que me desvinculé un poco de la Iglesia y me planteé seriamente qué quería hacer con mi vida”.
Tiempo después, Juan Pablo comenzó a estudiar la carrera de Geografía y sintió que debía plantearse si Dios le estaba requiriendo algo más. “Me pregunté seriamente qué me estaba pidiendo el Señor y si debía entrar en el seminario y consagrarle mi vida, así que lo consulté con mi párroco que me recomendó acudir a los ejercicios espirituales para jóvenes del Seminario San Fulgencio”. Al concluir esa convivencia vocacional, Juan Pablo tomó la decisión de entregar su vida a Dios y entrar en el seminario: “Después de aquello decidí dejarme en manos de Dios y que fuese la Iglesia la que me ayudase en aquel camino que no podía recorrer solo. Afortunadamente, siempre me he sentido acompañado por el Señor, la Iglesia, los sacerdotes, mi familia y finalmente el seminario”.
Para Juan Pablo estar en el seminario ha sido “algo precioso”, explica mientras sonríe emocionado. “Durante estos seis años, el seminario ha sido para mí esa casa, esa familia y ese lugar necesario de la Iglesia para poder discernir la vocación, pero también para aprender cómo es el oficio de amar, servir y hablar como hizo Cristo entre la gente”. Asimismo, asegura que la formación que ha recibido en el seminario le ha ayudado a acercarse más a Dios y a prepararse para el día de su ordenación. “El seminario ha sido una experiencia única que me ha marcado para toda la vida, además, formarme y vivir en el seminario ha sido lo que verdaderamente me ha enseñado y configurado con Cristo para recibir el Orden presbiteral por medio del Espíritu Santo, de las palabras del obispo y de la imposición de manos”.
En diciembre, Juan Pablo comenzó su diaconado en la parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Puente Tocinos (Murcia), allí explica que pudo “saborear los primeros pasos del ministerio, sirviendo a la gente con la administración de los sacramentos del Bautismo y del Matrimonio y con la celebración de las exequias”. Para él, este periodo ha supuesto “saber lo que es estar en medio del pueblo de Dios y sentir que la Iglesia camina unida como familia junto a sus pastores”.
En marzo, debido a la pandemia, Juan Pablo tuvo que confinarse junto a su familia en Yecla. Sin embargo, señala que su diaconado no terminó ahí, ya que, a través de la oración y de las redes sociales, se ha mantenido en contacto constante con la parroquia y sus fieles. “Tener que vivir mi diaconado desde casa ha sido complicado, pero también muy gratificante porque he podido comprender que llevar a cabo el ministerio diaconal –que muchas veces se relaciona solo con lo práctico– es algo que va mucho más allá de las tareas visibles, es crear un vínculo profundo con la comunidad, caminando con los fieles y acompañándolos con la certeza de que estamos unidos en Cristo, estemos donde estemos, y que juntos edificamos el reino de Dios en la tierra”.
La noticia de su ordenación la recibió hace dos semanas mientras estaba con sus compañeros de ejercicios espirituales en Villa Pilar. “El Señor nos hizo este regalo que, ciertamente, no esperábamos. Sin embargo, esto, como todo en el camino de la vocación, demuestra que Dios siempre te sorprende y te presenta algo mucho mejor de lo que tú tenías pensado, mostrándote lo feliz que puedes llegar a ser si te dejas en sus manos”. Por este motivo, Juan Pablo se manifiesta agradecido a Dios y también al obispo, porque cuatro nuevos presbíteros y cinco nuevos diáconos “mostrarán que la Iglesia continúa siendo fecunda y sigue engendrando nuevos ministros, lo que supone una alegría para los seminarios y para toda la Iglesia diocesana”.
Desde entonces, Juan Pablo está viviendo este tiempo previo a su ordenación “con la alegría y los nervios necesarios que acompañan a todo evento importante en la vida de una persona”. Paralelamente, reconoce que, aunque es contradictorio, también siente mucha paz y tranquilidad porque, en su fuero interno, sabe que “estando en las manos del Señor todo será como Él quiera, cuando Él quiera y dónde Él quiera” y, por lo tanto “abandonarse en sus manos es la mejor opción”.
“Le pido al Señor la fidelidad y el deseo de ser siempre un presbítero santo porque solo manteniéndome fiel a Dios podré servir y amar con toda el alma. Lo que la sociedad pide es que los católicos queramos ser como Cristo, alcanzar su santidad, a través del amor y del servicio, y que los ministros de la Iglesia sirvamos día a día a Dios a través de la entrega fraterna y la oración, lo cual solo es posible manteniéndonos fieles al Señor”.
La primera misa de Juan Pablo Palao será el domingo 19 de julio, a las 20:00 horas, en la parroquia que lo vio crecer, San José Obrero de Yecla. Además, debido a las restricciones de aforo propias de este tiempo, también celebrará la Eucaristía, con una especial acción de gracias por su ministerio presbiteral, el domingo 26 de julio, a las 19:00 horas, en la parroquia de La Purísima del mismo municipio.