Texto: Enrique Sancho
Fotos: Carmen Cespedosa y Visit Berlin
La siempre cambiante y progresista Berlín acaba de mostrar un nuevo rostro que señala su aspecto más original y amistoso y su apuesta por lo sostenible. La celebración de Bestival, un singular encuentro de la industria turística sin stands, mostradores ni despachos y un muestrario de lo que la ciudad ofrece, ha puesto de manifiesto durante dos días que el contacto personal, en un ambiente desenfadado, es lo que cuenta. La idea, según los organizadores era ofrecer “un innovador evento con carácter festivo”. Así lo han entendido los más de 150 proveedores y los 800 participantes profesionales que han ido de sorpresa en sorpresa.
Tal como manifestó Burkhard Kieker, director general de visitBerlin, en la inauguración que, a tono con la línea general de Bestival que prescinde de espacios convencionales, se hizo en el cine Kino Internacional, tras la rueda de prensa que tuvo lugar en el Café Moscow, “es una combinación única de conferencias, talleres y experiencias en vivo, para presentarles nuestra ciudad y discutir las tendencias actuales”. Pero ni las conferencias, ni los talleres ni las visitas tuvieron nada de corriente. Por ejemplo, una de las primeras conferencias estuvo a cargo de Jocelyn B Smith, cantante y productora musical, con el título “Matla Ahuna”: “Matla Ahuna –dijo– significa el poder está dentro de mí y representa el crecimiento, el bienestar y el éxito personal. La atención se centra en crear conciencia y descubrir su propio poder al experimentar la voz de una manera nueva que le brinda una perspectiva diferente de la vida”. Pues eso.
Los talleres y charlas pretendían poder descubrir hechos e historias sobre Berlín que nunca antes se habían escuchado y experimentar la capital con todos sus sentidos. Algunos títulos: “Encuadernar cuadernos de papel viejo”, “¿Destilados sin alcohol? ¡Existen y definitivamente pertenecen a cada menú de barra!”, “Verificación de la realidad. Eventos sostenibles: ¿qué funciona, qué no funciona (todavía)?”, “Clubes y su importancia para la diversidad cultural de Berlín”, “Las bebidas de bienestar y sus secretitos”, “Más glamour o más estilo de vida: ¿qué cuenta para el invitado?”... Todo ello alternado con desfiles de moda, actuaciones musicales y danza.
En busca del nuevo Berlín
Y para descubrir el “nuevo” Berlín, varios viajes programados al día siguiente a cual más singular, nada de Puerta de Brandemburgo, Reichstag, Isla de los Museos, Kurfürstendamm o el tristemente célebre Muro: “Berlín Sostenible: Jungla Urbana”, en el que comprobar cómo desde el desarrollo urbano, el arte y las ubicaciones hasta los conceptos gastronómicos; la sostenibilidad es una prioridad máxima en Berlín; “Berlín salvaje”, un recorrido por aguas salvajes a lo largo del Spree explorando los clubes más modernos y los lugares de moda de una manera diferente; “Berlín Glamour y estilo de vida”, en el que disfrutar de ostras para el desayuno hasta currywurst con una copa de champán fría para el almuerzo, visitando los lugares culinarios y más lujosos que la capital tiene para ofrecer; “Berlín innovador”, en el que conocer una start-up, y visitar espacios de coworking individuales tanto del ámbito tecnológico como artístico; “Arte y Música Berlín”, conociendo subculturas alternativas, arte callejero, arte moderno, escena musical, galerías y teatros, incluyendo una visita privada a los estudios Hansa, donde David Bowie, Depeche Mode y U2 han grabado sus álbumes...
Remate final de esta innovadora, y al parecer muy efectiva, forma de presentar la ciudad y establecer contactos fue el acto principal, que tuvo lugar por la noche en el Badeschiff y la zona de playa circundante, a la que se llega atravesando almacenes y depósitos abandonados pero que es el lugar de moda en Berlín, con una sorprendente piscina de agua caliente sobre las aguas del río, con su vista panorámica única del río Spree, que atraviesa la ciudad, el puente Oberbaumbrücke y la torre de televisión, en la que se pudo disfrutar de un paseo en catamarán movido por energía solar y de delicias culinarias, la mayoría veganas, en un ambiente veraniego y, eso sí, con cerveza y vino a discreción y la música caribeña de Seraleez y con la DJ ucraniana (un guiño inevitable a la actualidad) Vera Pogurska.
La despedida de Bestival tuvo lugar en los distintos hoteles colaboradores con los bares abiertos para un último intercambio de ideas. Algunos se esmeraron especialmente, como el hotel Estrel que ofreció el espectáculo en vivo de Las Vegas "Stars in Concert", o Novotel Berlín am Tiergarten, uno de los mejores de la ciudad, con exquisito servicio y en sitio privilegiado, que propuso un viaje a la diversidad de olores y sabores con los licores de alta calidad de Deutsche Spirituosen Manufaktur Berlin que inspiran a todos y brillan con su singularidad.
El Berlín de ayer, hoy
Pero sin duda el viajero que acude a Berlín en cualquier ocasión, no puede dejar de ver lo esencial, lo que ha hecho de esta ciudad uno de los polos turísticos de Europa y eso pasa por recorrer sus principales monumentos y museos, pasear por sus enormes parques y jardines y perderse en las infinitas tiendas de todo tipo en sus animadas avenidas. Por cierto, por todas partes aparecen enormes y coloridas tuberías aéreas que forman una rara red de 50 kilómetros abrazando a la ciudad, recorriendo las calles, escalando semáforos y árboles, bordeando plazas y cruzando terrenos baldíos. Algunos piensan que puede tratarse de una extravagante actuación artística, pero se trata en realidad de verdaderas tuberías que trasladan el agua del subsuelo de la ciudad, una auténtica ciénaga, hasta llegar a alguna zona acuífera, como los ríos Spree, Havel, Panke, Dahme o Wuhle. Así se explica que buena parte del Metro de Berlín sea aéreo y que no abunden los parkings subterráneos. Eso sí, cuando se acordó instalar ese cordón de tubos de 40 centímetros de diámetro, un grupo de artistas y psicólogos decidieron que el color más relajante y que menos violencia causase en el entorno fuera el rosa, aunque luego se han añadido el violeta y el azul claro. Una singularidad más de Berlín.
Sorprende en cierto modo que buena parte de las visitas se sigan centrando en el dramático pasado más o menos reciente de la ciudad, en su fijación con la guerra –la fría y la caliente– y los lugares que la recuerdan. De la caliente se muestra, entre otras cosas, el lugar donde estuvo el búnker de Hitler, donde se suicidó y donde se quemó su cadáver; de todo eso sólo queda una superficie de arena en un pequeño parque, por supuesto sin ninguna placa que lo sitúe; de la fría el principal monumento sigue siendo el dramático Muro, que dividió la ciudad durante 28 años, del que aún se conservan 1,3 kilómetros, de los más de 43 que tuvo, en la zona conocida como East Side Gallery, incluyendo algunos de los grafitis más populares, sobre todo el del apasionado beso en la boca entre Leonid Brezhnev y Eric Honecker. Por cierto los infinitos pedazos de aquel muro, con restos de pintura, siguen siendo el souvenir más popular en forma de llaveros o adornos de mesa. También el paso entre ambos lados del muro por el Checkpoint Charlie, donde se vivió uno de los momentos más tensos con una decena de tanques rusos y norteamericanos mirándose frente a frente y decidiendo quién disparaba primero, es hoy un alegre mercadillo y lugar favorito de los instagramers con la caseta de guardia al fondo.
Llama la atención que la visita más solicitada e insistentemente recomendada fuera de la ciudad, en lugar de Postdam, con los magníficos palacios y jardines de la que fuera la antigua residencia de los reyes prusianos y los kaisers alemanes, embellecida sobre todo por Federico II el Grande, una de las ciudades más bonitas de Europa, Patrimonio de la Humanidad, sea el Campo de Concentración de Sachsenhausen, con sus cámaras de gas, sus paredones de fusilamientos y sus míseros barracones, el campo que fue modelo para las decenas que proliferaron en el Este de Europa. La obsesión por el pasado nazi lleva a visitar la llamada Topografía del Terror, el lugar donde se encontraban las oficinas y ministerios de las SS y la Gestapo, el Museo del Holocausto, la Casa de la Conferencia de Wannsee donde se decidió en hora y media el destino de 12 millones de judíos europeos, el hueco que muestra estanterías vacías en la Bebelplatz donde se quemaron decenas de miles de libros y se inició la censura permanente de todo, el sistema de túneles de Germania, ideado por Hitler y su arquitecto de cabecera Albert Speer...
Pero la época comunista no se queda atrás y también brinda numerosos lugares muy visitados por los turistas y por los propios alemanes. Además del mencionado Muro y el Checkpoint Charlie está el Treptower Park, un memorial glorioso al Ejército Rojo, el Museum RDA donde se puede comprobar cómo vivieron hasta hace 30 años, 16 millones de alemanes bajo el régimen del “socialismo real” o la Hohenschonhausen, cárcel y centro de interrogatorios de la Stasi, la policía secreta de la RDA.
Vida al exterior
Pero hay más cosas en Berlín. En estos días de final del verano, los días aún son largos, con más horas de luz, la temperatura es templada, cada vez un poco más cálida gracias (o por culpa) del cambio climático y la ciudad ofrece numerosos espacios al aire libre. La capital alemana es bien conocida por sus edificios históricos, por sus numerosos e importantes museos, por su vida cultural, por su animación en cualquier momento del día... o de la noche. Pero, además, y eso no siempre se sabe, Berlín no solo es la mayor ciudad de Alemania, sino también la más verde... o la más verde y azul, habría que decir, porque sus parques, bosques, lagos y vías fluviales ocupan el 45% de su superficie –Berlín presume de tener más puentes que Venecia–, y eso se agradece especialmente al final del verano y comienzo del otoño.
Las posibilidades de disfrutar Berlín en verano y al aire libre son enormes. Ahí están los puestos de comida callejera en los viejos mercados, los de helados siempre con largas colas, las terrazas de las cervecerías, los bares de playa, incluso los cines al aire libre... todo está fácil moviéndose en bicicleta o en cortos o largos paseos, también en transporte público, que es gratis con la Berlin Welcome Card o con un billete diario que cuesta 9 euros. También propone numerosos eventos al aire libre, como conciertos y coloridos desfiles.
Berlín es una ciudad verde, llena de lagos y de ríos como el Spree y el Landwehrkanal o los lagos Müggelsee y Wannsee y en ellos está permitido bañarse. Pero si uno no se anima a nadar, la mejor manera de hacerse una idea de la cantidad de agua que hay en la ciudad es haciendo un recorrido guiado en barco pasando junto a los puntos de interés turístico más destacados, escuchando cómodamente la audio-guía en el idioma elegido y tomándose una cervecita plácidamente. En la playa de Charlie en Checkpoint Charlie uno puede relajarse con bebidas frías, salchichas a la parrilla y patatas fritas en medio del ambiente urbano. Y si se ha dejado el bañador o el bikini en casa, no hay que preocuparse, aquí se practica la “cultura del cuerpo libre” y puede bañarse sin complejos y sin ofender a nadie.
Tiempo gastronómico
Las cervecerías al aire libre, conocidas como Biergarten (jardín de la cerveza) tienen una larga tradición. Una de las más antiguas, la cervecería Prater recibe a sus invitados bajo las sombras de los grandes árboles desde 1837, aunque se pueden encontrar cervecerías en muchos lugares de la ciudad, preferentemente cerca del agua o también cerca de atracciones turísticas del centro. Los jardines de cerveza son el mejor lugar para relajarse, encontrarse con amigos o tomar una copa a cualquier hora. Y si, como se ha visto, a ras de suelo es una buena forma de disfrutar de Berlín, lo contrario también puede ser estupendo. Cuando la luna y las estrellas brillan en el cielo o el sol se refleja sobre el río Spree, lo mejor es pasar el tiempo en las terrazas de Berlín. Desde la hora del desayuno hasta altas horas de la noche se puede disfrutar de unas horas entretenidas.
Cuando se abre el apetito es tiempo de descubrir la típica cocina berlinesa. Los platos más conocidos de esta cocina son contundentes: el Eisbein o codillo de cerdo servido con puré de guisantes o chucrut, el hígado de ternera preparado de diversas maneras, el Sülze, una gelatina que contiene trozos de carne y verduras acompañada con patatas fritas. También las populares Frikadellen, filetes de carne picada de cerdo o ternera. Todo ello se puede encontrar en acogedores restaurantes rústicos o en vanguardistas locales donde los cocineros reinterpretan los platos regionales. Los renovados mercados ofrecen comida callejera de todo el mundo así como platos más refinados. Y naturalmente hay que probar los dos clásicos más famosos de Berlín: la Currywurst y el Döner, influencia de la numerosa presencia turca en la ciudad.
El recorrido por Berlín debe incluir forzosamente los nuevos lugares alternativos que atraen a jóvenes y no tan jóvenes. Por ejemplo el RAW en un antiguo taller de reparación de trenes en la Segunda Guerra Mundial que hoy está lleno de restaurantes, clubs, bares y tiendas. O YAAM, una buena representación de África en la ciudad, con comida, arte urbano y bebidas de diferentes lugares del continente negro. También Holzmarkt, una versión de Alicia en el País de las Maravillas en Berlín, con bebidas, comidas, arte y espacios libres.
Recomendación personal: Visitas guiadas gratuitas (se paga al final lo que cada uno considere) con Rafa Van Oppen, buen conocedor de la ciudad y muy ameno;.