Mariquita la de la Fonda

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Mariquita la de la Fonda

Creo que este nombre no precisa de apellidos para que todos los totaneros sepan de quién hablamos, pues Mariquita Ros ha sido alguien muy significado en la ciudad por su forma de ser y, muy especialmente por su cocina tradicional a la que daba un toque propio y muy especial que la distinguía de cualquier otra.

Hace unos cuarenta años un profesor del Instituto Laboral que era pariente me invitó a comer en Totana y me citó en el Bar Ortíz desde donde me llevó a la Fonda de Mariquita, comimos sus dos clásicos platos de la pepitoria y el cordero que me supieron a gloria, dado que su aroma y sabor eran diferentes a los que hacía mi madre, como más originales dentro de lo que permite un plato tradicional de estas características. El genial postre selló una comida que no he olvidado, repitiendo ya viviendo aquí alguna vez.

Recuerdo a Mariquita sentada a la entrada del restaurante con su blanca cabellera perfectamente peinada y un rostro en el que se traslucía bondad, saludando a todo el mundo con una sonrisilla dulce. Creo que así la recordamos todos los que no teníamos amistad con ella aunque su saludo nunca faltaba.

Mariquita Ros Fernández nació en Totana en 1922 en una familia trabajadora que se trasladó a vivir a Alhama de Murcia en la finca El Azaraque, del Conde de Elda, donde aprendió de su madre los secretos de la cocina tradicional desde los diez años, permaneciendo en la finca hasta el comienzo de la guerra incivil 1936/1939.

En 1943 abrió la Fonda Central en el lugar que hoy ocupa su establecimiento de comidas para llevar, pero nadie la conocía con ese nombre sino con el de Casa Mariquita, razón por la que invitada por una persona de la oficina de Turismo de Murcia cambió al nombre por el que se la sigue conociendo. Daba servicio de camas y comidas, por lo que poco a poco fue llegando nueva clientela invitada por los que ya conocían su cocina y su trascendencia fue mucho más allá de los límites totaneros, hasta llegar a ser mencionada por la exquisitez de su cocina en su libro “La rosa de Alejandría” por el gran escritor y gastrónomo Manuel Vázquez Montalbán.

La carta de Casa Mariquita era muy tradicional aunque con un toque muy personal, yo recuerdo unos calamares muy especiales, sus natillas eran de una exquisitez sublime y, muy especialmente, su trato personal era muy grato.

Como el tiempo no perdona, a Mariquita le llegó la hora de la jubilación y decidió trabajar menos y con mayor comodidad, eliminando el uso de las habitaciones de la fonda y dedicando sus cocinas a elaborar platos para llevar, con la eficaz colaboración de su familia, y desde entonces hasta su fallecimiento continuó sentada a la entrada de la casa con su sonrisa y sus ojos vivarachos oteándolo todo y atenta siempre a que de su obrador salieran los platos como ella estaba acostumbrada.

Y un día, Mariquita, la que cocinaba como los ángeles se marchó sin hacer ruido a cocinar para ellos, dejando en nosotros el regusto de sus guisos de cuchara.

Tras su muerte y con gran acierto, el Ayuntamiento decidió rotular una calle con su nombre para perpetuar su memoria y que al pasar por la calle General Aznar, antes calle Cartagena, miremos el rótulo y se nos escape una sonrisa.

Juan Ruiz García

Mariquita la de la Fonda - 1, Foto 1
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