Casi todos los pueblos y ciudades de España tienen una calle Mayor que generalmente suele ser una de las principales de la urbe, pero Totana por la especial característica de estar divida en dos barrios no se quedó atrás aunque nominando una en cada barrio, las conocidas como Mayor Sevilla y Mayor Triana.

Es fácil de ver en la actualidad que en ambas vías hay casas que podemos llamar principales, viviendas cuya construcción nos dice claramente que sus propietarios debieron ser gentes acomodadas y capaces de hacerse edificaciones significativas.

La Orden de Santiago, propietaria de Aledo y Totana fue durante varios siglos la única nobleza que vivía, a excepción de otros pueblos y ciudades en las que había nobles, señores o hidalgos que construyeron viviendas lujosas o palaciegas. Aquí la única casa de gran porte era La Encomienda, lamentablemente destruida, razón por la cual todas las casas significativas las construyeron los agricultores acomodados, alguno hidalgo, a finales del siglo XIX y principios del XX.

La calle Mayor Sevilla es bastante larga y ascendente y son dignas de mención algunas edificaciones como la casa de Gregorio Parra y algunas más, cuyas fachadas merece la pena conservar como vestigio de lo que fue el pueblo en esas épocas. De hecho en el casco urbano el edificio más reseñable con independencia de los municipales es la casa del General Aznar y en el extrarradio existen algunos huertos construidos todos ellos por personajes de la alta burguesía cartagenera que eligió Totana para pasar sus estíos y en algunos casos como residencia fija.

Está claro que las calles en las que debieron vivir los próceres de la villa son ésta, la de Santiago, la denominada Vidal Abarca, el principio de General Aznar, la calle Sol y la propia Plaza, donde normalmente se desarrollaban los principales eventos locales, razón por la cual eligieron esta zona como residencia.

Recuerdo cuando llegué a Totana que la primera vez que fue a la barbería lo hice a una que había al principio de esta calle que regentaba el fallecido Salva y tenía sobre el dintel de la puerta una bacía como las de los antiguos barberos y sacamuelas (*).

La calle Mayor Triana es más corta y no tan ancha y nos presenta algunas edificaciones notables, especialmente al final de la calle y en la vuelta, en la denominada Quintín en la que se está reedificando otro gran edificio de clara espectacularidad y que deseo que el resultado final sea acorde con lo que debió ser en su día.

Es evidente que al igual que el principio de su prolongación natural, la Avenida de Santa Eulalia, fue residencia de gentes acomodadas que eligieron ese barrio y posterior parroquia para vivir.

Recientemente han arreglado la fachada de la última casa de la acera derecha de esta calle y el propietario ha tenido buen gusto para hacerlo, pues ha cerrado la terraza con un enrejillado metálico calado y un ramo de rosas igualmente metálicas sobresalientes que con escaso temor a equivocarme tiene la firma de Art.Nao, o lo que es lo mismo, Noemí Arnao Molina y David Durán Tennoury

(*) La bacía era una pequeña palangana o bacinilla en forma de sombrero invertido con una muesca en lo que podríamos llamar ala que servía para poner agua jabonosa con la que el barbero con ayuda de la brocha ablandaba el vello de la cara para ser rasurado. Es fácil recordar la que utilizaba Don Quijote como casco.

Juan Ruiz García