Ayer se inauguró en la Biblioteca Municipal de Torre-Pacheco la exposición fotográfica del CEHIFORM de Jean Dieuzaide titulada "Fotografías de la Región de Murcia, 1951". En este acto estuvo presente el Francisco Giménez Gracia, Director General de Promoción de la Cultura y del Libro de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia. La exposición podrá visitarse de lunes a viernes de 17'30 a 19'30 horas.
Esta exposición que presenta la producción de Jean Dieuzaide en relación con la región de Murcia, revela el concienzudo análisis de las condiciones específicas del ser humano en su entorno concreto –la geología que habita, los oficios que ejerce, las costumbres a través de las cuales se expresa– y lo universal de su fotografía. No nos encontramos con un reportero que quiera documentar el momento histórico de esta comunidad, sino su momento eterno, si se puede llamar así al tiempo inubicable, cronológicamente descompuesto.
El viaje es un componente esencial de conocimiento. Viajar supone un acercamiento a otros espacios generalmente diferentes al nuestro propio. La aproximación a un territorio es tan personal, que como norma, no encontraremos paralelismos exactos en cuanto a experiencias se refiere. No obstante, los fotógrafos que transitan por el mundo buscando el sueño de la "imagen" tienen como denominador común el contar en ellas todo aquello que sorprende a los sentidos.
Son muchos los fotógrafos que, desde el inicio de este procedimiento creativo, han viajado a la región de Murcia para fotografiar su sociedad. Todos ellos, de uno u otro modo, forman parte de nuestra cultura visual. Sus obras son testigo del devenir de nuestra propia historia. En este sentido, el Archivo General, a través del Centro Histórico Fotográfico de la Región de Murcia (CEHIFORM), insiste en la recuperación de esas miradas ajenas con el fin de completar nuestro patrimonio artístico. Es con este argumento, con el que nos acercamos a la obra del fotógrafo francés Jean Dieuzaide. Trabajo que nos muestra la imagen de la vida en Murcia, tal y como era, en la década de los cincuenta del siglo XX. Su mirada limpia, que no busca el tópico sino lo diferente, supone un importante legado para conocernos a nosotros mismos con veracidad.
Jean Dieuzaide, haciendo uso de la definición más genérica de fotografía humanista, retrata la vida dotando a la imagen de una estética que lo acerca a lo excepcional más que a lo meramente cotidiano. En palabras de su hijo Michel: Él veía la fotografía como un medio para entrar en contacto con el mundo, "con la gente". Era un fotógrafo polifacético, le interesaba todo, y al igual que el escritor utiliza la literatura para expresar sus sentimientos –pensamientos–, él intentaba transcribirlos a través de la fotografía.
Estos documentos artísticos son fuente de primer orden para conocer unas realidades desaparecidas u olvidadas en el tiempo. Realidades que permanecen en nuestra mente gracias a estas visiones y que, posiblemente, sin ellas no existirían, tan solo quedando en la memoria de aquellos que lo vivieron en primera persona. Las obras que recoge esta exposición, 75 en total, de ellas 25 de obra personal (retratos, objetos, paisajes y arquitectura) y 50 imágenes sobre la región, que proponen un recorrido visual por diferentes localidades, como Lorca; Cartagena o Murcia. Recorrido que acopia esencias de la tierra. Todas ellas son un puente del pasado al presente y evitan el desvanecimiento que genera el tiempo, quedando inmortalizado para el futuro como éramos a través de esa eterna mirada que Dieuzaide proyecta en sus fotografías.
A Jean Dieuzaide se le define a veces como un fotógrafo humanista e incluso algún crítico ha precisado que ese carácter humanista lo desarrolló en sus reportajes en la península Ibérica. Pero Dieuzaide no fue humanista aquí o allá. Era y se sentía humanista también fotografiando en Francia: las peregrinaciones de Lourdes, los pastores del Pirineo, los habitantes de Toulouse, los paisajes, los pueblos, los objetos y el arte.
Nada más lejos de Jean Dieuzaide que la búsqueda del exotismo. Él lo explicaba apelando a sus orígenes. Su padre era funcionario de correos, una profesión humilde que le daba lo justo para mantener a su familia. Murió prematuramente y su viuda tuvo que trasladar su residencia al campo, donde tenía más posibilidades de sacar adelante a sus dos hijos: Jean, el menor, de 7 años, y su hermano, que entonces era poco mayor. En ese entorno rural, el pequeño Jean aprendió la forma directa y solidaria de relacionarse entre las familias y los vecinos de la aldea. Por eso, ya siendo adulto, en su trabajo como fotógrafo, el trato con la gente sencilla siempre le resulto cómodo y natural. En su fotografía podemos percibir esa confianza con la que se enfrenta al retrato en el que no se aprecia ni artificio ni impostura ni recursos de estilo que puedan ocultar el origen popular de sus modelos, aún bajo la apariencia clásica de total elegancia y dignidad. A Jean le gusta el aire campesino que envuelve al personaje rural, ese aire que entra y sale de la efigie con la naturalidad de la respiración, confundiéndose con el alma. No se trataba del aire campesino que otros fotógrafos buscaban para lograr la descripción de los trajes y los tipos de las estampas turísticas. Jean no hacía uso de esa facilidad en el trato con la gente para obtener retratos "naturales". ¿Y de qué hablaba con aquellos extraños a los que conocía por primera vez? Pues… de lo que hablan los hombres y las mujeres cuando se cruzan en el campo después de horas de caminar en solitario: del color del cielo, de la sequedad del aire, del viento que se ha levantado, de las nubes en el horizonte, de las noticias que trae uno y otro de los parientes y vecinos… De cosas sencillas pero de interés para ambos. Y en el caso de Jean, el fotógrafo, la conversación era la llave que abría el paso a la observación detenida de las expresiones del rostro y los gestos del cuerpo de su modelos, siempre en relación con los detalles de su indumentaria, con la arquitectura que habitaban, con la actividad que llevaban a cabo y con el entorno geológico en el que los había encontrado.