![Tres hombres, un burro y mil opiniones](/noticias/fotos/p_290120251640581w.jpg)
Érase una vez, en un pueblo rodeado de montañas y senderos escarpados, tres hombres jóvenes y musculosos llamados Pedro, Juan y Diego. Los tres eran conocidos en el pueblo por su fuerza y su espíritu aventurero. Un día, decidieron viajar juntos a la ciudad vecina para competir en un festival de lucha y demostrar su valía. Como único medio de transporte, tenían un burro, viejo pero resistente, que habían criado desde que era un potrillo.
Al amanecer, emprendieron el camino. Pedro, el más impaciente de los tres, montó primero en el burro, mientras Juan y Diego caminaban a su lado, bromeando y riendo. Pronto, se encontraron con un grupo de ancianos que descansaban a la sombra de un árbol. Uno de ellos, al ver la escena, murmuró:
—¡Qué falta de solidaridad! Uno monta mientras los otros dos caminan. ¿Acaso no son compañeros?
Pedro, sintiéndose culpable, bajó del burro y le cedió el lugar a Juan. Continuaron su viaje, pero no tardaron en encontrarse con un grupo de niños que jugaban en el camino. Uno de ellos, al ver a Juan montado y a Pedro y Diego caminando, gritó:
—¡Eh, ustedes! ¿Por qué no montan los tres? ¡El burro parece fuerte!
Los tres hombres se miraron, sorprendidos por la sugerencia. Tras discutir un momento, decidieron intentarlo. Pedro y Diego se subieron al burro junto a Juan, pero el pobre animal, aunque resistente, no pudo soportar el peso de los tres hombres montados en un burro y se desplomó en el camino, exhausto.
—¡Esto es ridículo! —exclamó Diego, bajándose rápidamente—. El burro no puede cargarnos a los tres. Somos demasiado pesados.
Decidieron entonces que lo mejor era que ninguno montara al burro. Los tres caminaron juntos, llevando al animal sin carga por el resto del viaje. Sin embargo, al pasar por una taberna en las afueras de la ciudad, un grupo de viajeros los vio y se burló:
—¡Miren esos tres fuertes jóvenes! Tienen un burro y nadie lo monta. ¿Acaso le tienen miedo?
Al llegar a la ciudad, exhaustos pero riéndose de sí mismos, los tres hombres comprendieron que no importaba lo que hicieran, siempre habría alguien que criticara sus decisiones. Desde ese día, aprendieron a seguir su propio camino sin preocuparse por las opiniones ajenas. Y el burro, al menos, disfrutó de un viaje más ligero.