Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental
Con permiso de la Troupe insurgente, que con su música cerró una de las actividades más bonitas que se han realizado en Almería en los últimos meses, me permito sugerir la banda sonora que ha sonado en mi cabeza desde que la anunciaron, y que parece creada para esta ocasión.
Me refiero a Corazón de neón, de la Orquesta Mondragón, y la actividad es "Los domingos del barrio amigable" donde proclamaban, a trino de hashtag, que La Calle es tuya. Si no fuese por la falta de espacio y por las reglas del marketing, habrían gritado sobre el papel, lo que comunicaban con sus ideas, palabras, sonrisas y cada uno de sus gestos durante toda la mañana: disfrútala, reivindícala, recupérala, ocúpala.
Y eso hicieron casi el millar de vecinos, entre los que había numerosas familias, con muchos niños, disfrutando de un día de fiesta, hablando de naturalizar las ciudades, de pasar a la acción, de propuestas y soluciones para conseguir un entorno más amable donde vivir.
El único pero, es que el Ayuntamiento ha vuelto a no estar a la altura, no ha permitido, no ha tenido el valor, la visión o el interés, para cortar la calle. Un carril, de los tres que tiene la avenida, ha servido de poco, porque la intranquilidad del tráfico fue manifiesta para los participantes. Quizás para las próximas ediciones, con las elecciones inminentes, tras el éxito de afluencia, y una bonita foto garantizada, sea más fácil conseguirlo.
En otros eventos sí que se permiten cortar las calles, pero casi siempre se hace como un trámite, con urgencia y pidiéndole disculpas al coche, el rey absolutista, dictatorial e intransigente por el que hemos transformado las ciudades con asfalto, cemento, hormigón, y neones, que como cantaba Gurruchaga (con letra de Sabina), han solidificado el corazón de las ciudades, convirtiéndolas en lugares insufribles, invivibles, pero insustituibles, como decía el propio Sabina cuando presentaba, en La Mandrágora, Pongamos que hablo de Madrid.
Puede que Almería no haya crecido de espaldas al cielo, pero si lo ha hecho de espaldas al mar. El último, y más reciente, disparate ha sido la construcción de los edificios del Toblerone, que vienen a sumarse a la barrera del Zapillo para ocultarnos las bonitas vistas que podríamos disfrutar, pero las ciudades, aunque intentemos solventarlo con nuevos y brillantes materiales, son devoradoras de humanidad, de lógica, de naturaleza.
El paso del tiempo las está convirtiendo en más agresivas si cabe, porque ya ni siquiera respetan los árboles, las malas hierbas, las aves que sobrevuelan nuestras cabezas. Los vehículos ocupan cada rincón, amenazando el paseo sin rumbo de los vecinos, el juego y la alegría de los niños, la charla casual de los amigos. Los bancos, cada vez más escasos, o convertidos en incómodas obras de arte, no invitan a tomar el fresco, a pasar la tarde relajándose al sol, o a descansar el ratito necesario para seguir con nuestras rutinas.
Los que diseñan las ciudades nos han sometido, nos necesitan, pero no nos quieren en sus calles, nos prefieren en nuestras casas, encerrados, separados, aislados. Por eso nos hurtan las sombras, los parques, las fuentes, y las plazas se han convertido en lugares de paso, perdiendo su identidad, de punto de encuentro, de debate, de compartir. Las convirtieron, y siguen empeñados en el mismo error, en "templos del bien y del mal, monstruos de siete cabezas, caramelos con el veneno de la ansiedad, mapas de la soledad".
Por eso es una maravilla que las familias de Nueva Andalucía, los profesores, los colectivos sociales y la ciudadanía, lleven tres años trabajando para recordarnos que las calles son nuestras, que debemos salir a disfrutarlas, a peleárselas al coche, al asfixiante asfalto, a la prisa, al miedo, a las burbujas especulativas, a los residuos del consumismo, a los destructores de nidos, a los arboricidas y vendedores de agua embotellada y sombra entoldada.
Así que, y ahora es el momento de convertirse en el maestro de ceremonias que representa en sus actuaciones el histriónico, transgresor, provocador e imaginativo, Javier Gurruchaga, ladies and gentlemen, desde el Pirineo Aragonés hasta la ciudad de Tarifa, desde Alhaurín el Grande a Ponferrada, de Córdoba a Donosti, de Murcia a Aragón, salgan y tomen las calles, llénenlas de juegos, talleres, cuentacuentos, magia, murales, semillas, cajas nido, pelotas, bicicletas y carreras de niños, para devolverle a los barrios la alegría, la calma, la risa, la compañía, el trino, las sombras, el corazón que les robaron, que enfermaron con el deseo, la avaricia y la polución. Construyamos ciudades, y barrios con corazón.