Por fin parece que vamos hacia una normalidad más cercana a lo que conocíamos antes del dichoso 2020, y no a esa "nueva normalidad" con la que hemos tenido que convivir hasta ahora. Grandes esfuerzos, grandes dolores, sacrificios, miedos y adaptación. Cada uno de nosotros ha creado su propio círculo de seguridad y sus propios hábitos de prevención, tratando de mediar entre el sentido común y las precauciones. Ahora nos preparamos para deshacernos de la mascarilla, el accesorio que, junto al gel hidroalcohólico, nos ha acompañado durante toda la pandemia, objetos también de negocio y polémicas. Y así como sucedió con la multiplicación de casos de síndrome de la cabaña a principios de la desescalada del año pasado, ahora no faltarán casos de personas que se sentirán oprimidas por una sensación de vulnerabilidad al quitarse las mascarillas. Sin embargo, como en el caso del síndrome de la cabaña, debemos reaccionar y encontrar la manera de superar el miedo, con responsabilidad y paciencia.
¿Qué sucede cuando lo que parecía una obligación insoportable se convierte en un objeto que transmite seguridad? ¿Es normal que muchos sean reacios a desprenderse de él? ¿Qué determina la sensación de seguridad que se desarrolla a nivel individual en cada uno de nosotros? Hablamos de ello con los expertos de Mundopsicologos, para entender cómo vivir mejor esta fase de transición, sin forzar los tiempos personales de todos.
Mascarilla comfort zone
La mascarilla representa hoy en día una condición sine qua non. Sin una mascarilla hasta ahora no podías ir a ningún lado. Como si saliéramos de casa en ropa interior o sin zapatos. De hecho, si nos olvidamos de la mascarilla, no faltan las miradas acusadoras de las personas que nos recuerdan que estamos cometiendo una falta muy grave, así como la posibilidad de ser multados. Desde hace más de un año nuestros rostros están protegidos tras el velo de la mascarilla. Aunque se trate de una restricción, es al mismo tiempo una protección, nos tranquiliza. Detrás de ella nos sentimos seguros. Precisamente por eso será difícil abandonarla, porque a estas alturas determina nuestra seguridad y, por ende, nuestra tranquilidad psicológica y emocional.
El cambio en sí genera descompensación
El cambio es algo que genera en nosotros una sensación de desequilibrio, una ruptura con una armonía en la que todo funciona. O tal vez no funcione, pero es nuestra normalidad, con la que estamos acostumbrados a vivir y dentro de la cual nos sentimos seguros. Todo cambio presupone un trauma pequeño (o grande) con el que el sujeto tiene que lidiar, y no siempre es fácil. Necesitamos reconstruir nuestra seguridad, recrear esas condiciones que nos permitan recuperar nuestra tranquilidad y nuestro equilibrio personal.
Seguridad y peligro
Hay peligros reales y peligros percibidos. Cada uno desarrolla una forma personal de reacción ante cada situación, de la que deriva su forma de comportarse. Por eso, la sensación de seguridad es también algo que cada individuo percibe de forma personal. No existe una definición objetiva de lo que es seguro y lo que no, así como no hay cosas que dan miedo y cosas que no. Existe el sentido común, pero luego está la percepción individual de cada uno. Como es bien sabido, existen fobias y miedos ilógicos. La mayoría de nuestros miedos no tienen una base racional y surgen de motivos profundos o de traumas relacionados con el pasado y la vida vivida. Por ello, después de más de un año que en todos los canales se profesa sin cesar el concepto de seguridad como distanciamiento social, mascarilla y manos limpias, no debe sorprendernos que estas reglas sean en unos casos ignoradas, en otros tomadas a la ligera, en otros respetados en los límites de lo posible y en otros interpretados como preceptos a seguir con meticulosidad religiosa.
Como el síndrome de la cabaña
De la misma forma que el síndrome de la cabaña, ahora nos encontramos ante un nuevo problema que podría surgir de forma más o menos aguda. El síndrome de la cabaña nació a raíz de la desescalada, cuando, poco a poco, volvimos a salir de casa. En algunas personas se desarrolló una reticencia hacia esa posibilidad, y comenzaron a encerrarse en el hogar, llevados por el miedo a cambiar su entorno después de haber vivido durante mucho tiempo aislados; prisioneros, sí, pero también a salvo. En aquel entonces, la recomendación fue tomar pequeños pasos, de manera responsable, y abordar el problema para no sentirse abrumado.
Cómo superar el miedo a quitarse la mascarilla
Empieza gradualmente. A nadie se le pide que pase de llevar una FFP2 incluso si camina solo en una calle desierta a no ponerse nada caminando por una calle principal estrecha y concurrida el sábado con las rebajas. Comencemos por aflojar nuestras medidas personales, quizás cambiando al uso de mascarillas quirúrgicas en lugar de FFP2: una desescalada personal.
Comienza cuando te sientas preparado. El hecho de que se haya establecido un día para decir basta a las máscaras no significa que todo el mundo tenga que adaptarse y quitársela al instante. Somos libres de mantener hábitos que nos hagan sentir tranquilos, sin presiones y de tomar decisiones personales para nuestra propia salud.
Si tienes que vacunarte, espera hasta que termine el ciclo de vacuna. Otra cosa importante, para sentirse más seguro, con razón, es terminar las vacunas. Una vez vacunados, existe muy poco riesgo de contraer la enfermedad y especialmente de desarrollarla de forma grave. Esta conciencia nos ayudará a reingresar al mundo sin mascarillas con mayor tranquilidad.
Evita las áreas concurridas. No desafiemos nuestros nervios y nuestra capacidad de autocontrol. Evitemos espacios abarrotados que nos hagan sentir más expuestos y busquemos lugares donde vale la pena quitarnos la mascarilla. Porque ello implica solo una molestia que nos impide disfrutar plenamente del lugar y el momento.
Sigue asociándote con pequeños grupos de personas. Aunque las restricciones ahora se han relajado, es bueno mantener una actitud cautelosa. Esto evitará la posibilidad de aumentar las infecciones y al mismo tiempo hará que nos sintamos más tranquilos a nivel emocional.
Habla con personas que comparten estas preocupaciones. No sentirse solo y fuera de lugar es muy importante para evitar que la situación se vuelva más grave de lo que es. Mucha gente comparte estos miedos, no estamos solos y es una reacción normal y comprensible.
Habla con personas que tengan un punto de vista opuesto. Conocer el punto de vista de quienes no piensan como nosotros es un excelente ejercicio para ampliar nuestras miradas y tomar en consideración motivos que no conocíamos para redimensionar nuestras inquietudes.
Lleva siempre la mascarilla encima. Nos hará sentir más seguros sabiendo que tenemos una mascarilla a mano, incluso si solo salimos a caminar sin la intención de ir a espacios cerrados.
Date tiempo para aceptar el cambio y ponerlo en práctica. Sobre todo si eres reacio a los cambios. No intentemos hacer todo de inmediato, no tendría sentido. Preocupémonos por hacerlo bien. Es bueno evitar que se sume un trauma a un miedo ya existente
Consulta a un especialista. Si nos damos cuenta de que el miedo se está apoderando de nosotros y no podemos manejarlo por nuestra cuenta, es recomendable ir a un especialista para que nos pueda ayudar a gestionarlo y superarlo de la mejor manera.
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