El pasado domingo, los hospitalarios estaban convocados a las urnas para elegir a su nuevo presidente. Tan solo se había presentado una candidatura, la de Alfonso Martínez Pérez, que consiguió mayoría absoluta con 300 votos a favor y 20 en contra. Para la realización de estas elecciones, facilitando la participación y evitando que pudieran producirse aglomeraciones, la Hospitalidad habilitó quince sedes para votar, la que tiene como sede principal en la capital murciana y otras catorce repartidas en distintas delegaciones hospitalarias. Dos días después, el martes, Alfonso Martínez fue nombrado por el obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, presidente de la Hospitalidad Murciana de Nuestra Señora de Lourdes para un periodo de cuatro años.
¿Cuál es su sensación una vez finalizado el proceso electoral?
Es una sensación de desbordamiento de gracia, de cariño y también de responsabilidad en este momento, desde que el pasado día 20 el obispo ratificara la votación y me nombrara presidente. Desbordado de emoción y de ilusión y ganas de emprender estos años y este proyecto.
¿Podríamos decir que, a pesar de las circunstancias, ha sido una participación amplia?
Una participación histórica. Es muy curioso porque, con una única candidatura y en tiempo de pandemia, los hospitalarios han demostrado ser responsables al cien por cien participando masivamente. Una participación en torno al 65 % en esta situación tan delicada. En todas las sedes habilitadas –han sido quince en total, la capital y otras catorce– se han tomado todas las medidas de seguridad, se ha hecho con muchísimo orden, con mucha higiene, con mucho cuidado de que todo saliera bien. Ha sido la única forma de poder celebrar las elecciones en este tiempo difícil porque habría sido imposible traer a todo el mundo a votar a la sede de la Hospitalidad en la ciudad de Murcia. Sin embargo, todo ha transcurrido con normalidad y la participación ha sido algo maravilloso. Ahora ya, como presidente de la Hospitalidad, puedo decir que cuento con el respaldo prácticamente unánime de todos los hospitalarios.
¿Cómo transcurrió la jornada electoral el pasado domingo?
Votaron 320 personas, sobre 506 posibles, de las cuales 300 votos fueron a favor y 20 en contra. Ayer tuvimos una anécdota muy graciosa de una señora que llamó a la Hospitalidad porque quería cambiar su voto, decía que no se había dado cuenta de que había dos montañas de papeles y pensaba que todos eran iguales, y había votado en contra queriendo votar a favor (entre risas). Le dije que no se preocupase porque no había ocasionado ningún problema.
El nuevo presidente de la Hospitalidad de Lourdes la conoce a fondo, porque prácticamente se ha criado dentro de ella, ¿verdad?
Sí, la verdad es que cuando yo nací, mi padre ya iba a Lourdes. Desde pequeño comencé en los famosos Niños de Agua, que van dando agua a los enfermos y desde muy pequeños realizan su servicio en la peregrinación. Empecé en ese grupo y luego al crecer he ido pasado por diferentes puestos y servicios. La Hospitalidad hay que entenderla así, como un servicio. Estamos llamados a poner nuestros talentos al servicio de los demás y en cada momento el que es necesario. En este caso hay que hacerlo en un momento muy complicado, el que estamos viviendo en la sociedad a nivel sanitario, social y económico.
El presidente anterior no iba a continuar, había cumplido los dos mandatos y nadie daba el paso y yo me dije: «Llamado estoy a servir y a hacer luego como santa Bernadette, apartarme como la escoba y seguir sirviendo, pero sin más protagonismo». La presidencia es un puesto de servicio que viene forjándose en mí, madurando, desde niño hasta hoy. Espero que sea para bien de toda la Hospitalidad de Lourdes.
En torno a 506 personas estaban convocadas a las urnas el pasado domingo, aunque son muchos más los hospitalarios. ¿Cuáles son los requisitos para tener derecho a voto?
Son muy restrictivas las condiciones para poder votar en la Hospitalidad, si no estaríamos hablando de un censo de ocho o diez mil personas, lo cual sería un verdadero problema. Para tener derecho a voto tienes que ser hospitalario titular, es decir, haber peregrinado a Lourdes cuatro años consecutivos o cinco alternos prestando servicio, y, además, haber participado en al menos una de las dos últimas peregrinaciones. De forma que una persona que estuvo muy integrada en la Hospitalidad, pero lleva años desconectada, no tiene derecho a voto. Eso se cambió en su momento y así se viene celebrando desde los años 90.
Sabemos que la Hospitalidad de Nuestra Señora de Lourdes es un movimiento laical cercano a la enfermedad, que peregrina con enfermos a Lourdes y durante el año realiza convivencias y actividades con ellos. Pero, ¿qué significa la Hospitalidad de Lourdes en la Diócesis de Cartagena?
Creo firmemente que la Hospitalidad es un verdadero milagro en la Diócesis de Cartagena, es un regalo de Dios, porque Dios pone su mano donde quiere, cuando quiere y como quiere. La Hospitalidad está continuamente bendecida, pues de ella salen vocaciones religiosas, cantidad de jóvenes dispuestos al servicio que se integran en sus parroquias, los enfermos viven su vida con esperanza, los hospitalarios se entregan cambiando su forma de entender el sufrimiento, la enfermedad, los problemas… Es decir, la Hospitalidad consiste en un modo de vida, una forma de vivir nuestra fe. Ha superado ya los 50 años de historia, es poco tiempo, en realidad, pero sin embargo está metida en las entrañas mismas de la Diócesis, en muchos pueblos hay presencia de la Hospitalidad. De forma que esa manera de entender la vida y de vivir la fe se va colando en las parroquias y realidades de nuestra Iglesia diocesana haciendo que sea una realidad muy viva, muy latente y con mucha alegría.
Este tiempo de pandemia está afectando a toda la sociedad, pero imagino que, de forma especial, a las personas que tienen que estar en casa de una forma obligada o que viven en residencias, me refiero a los enfermos. ¿Cómo se está acompañando a los enfermos en este tiempo desde la Hospitalidad?
Estamos en un momento muy complicado donde tenemos que reinventarnos y volver a la esencia. Mi prioridad cuando me planteé optar a la presidencia de la Hospitalidad eran los enfermos. Porque recuerdo lo mal que lo pasamos cuando estuvimos confinados en casa, que nos faltaba el aire, y eso me hizo caer en la realidad de las personas que su día a día es un confinamiento. La Hospitalidad ha sido su motor de esperanza con la peregrinación a Lourdes, esos días claves en el calendario que marcaban la esperanza, la ilusión de las personas durante el año, están en la cuerda floja. No solo la peregrinación, sino el no saber qué va a pasar mañana, no podemos hacer planes con la familia, con los amigos… y entonces tenemos que reinventarnos. Por eso, estamos haciendo la peregrinación a la inversa, lo que quiere decir que estamos pendientes de los enfermos, ya lo estamos haciendo desde que empezó el confinamiento, realizando un seguimiento continuo de las personas más necesitadas para que sientan nuestra cercanía. Acompañando en la soledad, en el dolor, en la enfermedad, también en la incertidumbre. Y ahora queremos empezar, en la medida de lo posible, a quedar con uno o dos enfermos, con un par de hospitalarios, con todas las precauciones, quedar con ellos, rezar juntos, tomar un café, hablar, darles la compañía, la familiaridad, que las circunstancias de ahora impiden. Nosotros tenemos que llevarles el mensaje de Lourdes, de esperanza y de fe, a esas personas. Sin ninguna duda, si podemos peregrinar a Lourdes, lo haremos, si no podemos, traeremos Lourdes aquí.
¿Qué mensaje tiene el nuevo presidente para sus hospitalarios y enfermos, y también para quienes todavía no han peregrinado a Lourdes?
Un mensaje de esperanza, de ilusión, de alegría, de fe, de puertas abiertas. La Hospitalidad es una gran familia, cada uno con su forma de ser y pensar, pero una gran familia donde todo el mundo cabe. Y a quienes se han planteado alguna vez la posibilidad de peregrinar con nosotros a Lourdes les diría que este tiempo de incertidumbre sea para ellos de preparación, como una Cuaresma de camino a la Pascua, como un tiempo de formación y de prepararnos para que, cuando Dios quiera y pase esta situación, podamos celebrar la peregrinación más gozosa de cuantas hemos vivido.