La actual crisis económica y social que actualmente vivimos en gran parte de Europa, y muy especialmente en España, nos obliga a todos los españoles de buena voluntad que consideremos que tenemos algo que aportar en beneficio de la colectividad a ponernos en marcha con urgencia, y olvidándonos de los tiempos en que nuestra posición y el bienestar general nos permitía dejar a los demás que ocupasen puestos de regencia para los que no estaban preparados, debemos sacar lo mejor que tenemos dentro y poner todo lo que esté a nuestro alcance al servicio de los demás, sin regatear esfuerzos ni sacrificios, y que hace tan sólo unos años ni se nos pasaba por la imaginación que serían necesarios para nuestra comunidad.
Los que al inicio de nuestra democracia, año 1977, ya teníamos nuestra pequeña empresa y decidimos participar en política para servir a la colectividad, tanto a nivel nacional, como regional o local, de una forma prácticamente desinteresada, y que tras un corto periodo de tiempo al servicio de nuestros convecinos decidimos dar carpetazo a nuestra vida pública y volver voluntariamente a nuestra actividad privada, no podíamos ni imaginar el desaguisado que la actual generación de políticos profesionales, en su mayoría “funcionarios en excedencia” y titulados sin experiencia de gestión empresarial alguna, iban ha crear en perjuicio de todos por mantenerse en unos puestos para los que ni estaban, ni están preparados.
Los principales culpables de la impregnación de ésta desafortunada forma de proceder fueron los partidos políticos dominantes en el territorio español, ya que eran ellos los primeros interesados en que quienes les representasen en sus listas electorales fuesen personas con capacidad económica limitada, ya que de ese modo se aseguraban su obediencia reverencial, pues de no ser fiel al patrón general diseñado por el partido político al que representaban, se veían amenazados con no figurar en la próxima lista electoral, y por tanto con la pérdida del suculento sueldo para ellos desconocido hasta que consiguieron ocupar un puesto para el que no estaban preparados, en la mayoría de los casos.
Si a ello unimos la reacción familiar ante la mejora económica experimentada, quienes han pasado de ganar un sueldo de 1.500 € al mes en su trabajo privado, a ganar 5.000 € al mes como representante político, no es difícil de adivinar el interés del sujeto por mantener su puesto, pese a quien pese y caiga quien caiga, ya que como dice el refrán “cuando la ruina entra por la puerta, el marido sale por la ventana”
Esa premisa, llevada a cabo por los órganos superiores de los grandes partidos, y aceptada sin rechistar por los sumisos militantes, hizo desistir de participar en la vida política a personas muy preparadas, ya que alguien con independencia económica es mucho más difícil de convencer, y por tanto menos manejable para los ‘mandamases’ políticos de Madrid.
Esa práctica nos ha llevado al desastre actual, con dirigentes que en la mayoría de los casos no tienen ni idea de lo que es administrar una empresa, que a fin de cuentas es de lo que se trata, y es ahora, como decía, el momento de que las personas con experiencia empresarial y vocación política demos un paso adelante para dirigir nuestros Ayuntamientos y nuestras comunidades, que están al borde de la quiebra.
Por lo que sugiero que, si contando con esas virtudes tan necesarias a día de hoy para nuestra sociedad vemos cortadas nuestras aspiraciones por los partidos políticos nacionales, participemos desde partidos independientes locales o regionales en la seguridad de que nuestra gestión, que seguro será positiva, es el único revulsivo posible para poder salir de la crisis, ya que de lo contrario la catástrofe pública, y por ende la catástrofe nacional esta servida.