La normalización del uso de la palabra 'cáncer' podría resultar clave para conseguir un cambio generacional hacia la desestigmatización de la enfermedad, mejorando así la calidad de vida de los pacientes
Siempre que el niño quiera, compartir la información con los más pequeños alivia la ansiedad y la incertidumbre en torno la enfermedad, evitando así que sientan la necesidad de recurrir a otros medios para encontrar respuestas
Hacer partícipes a los niños de los cambios que sufrirá nuestro cuerpo y naturalizarlo, nos ayudará a tener una relación más sana con las emociones desagradables que surjan durante todo el proceso
Uno de los instintos paternos más comunes a la hora de contar a sus hijos que padecen cáncer, es evitar hablar sobre qué es lo que les ocurre en realidad y querer mostrarse fuertes, disimulando lo que les pasa. A veces, incluso, se trata de ocultar ante sus ojos. No obstante, utilizar la palabra 'cáncer', buscando liberarla del halo de estigma que tiene en la actualidad, puede resultar de vital importancia para establecer un canal de comunicación abierto al que el niño pueda recurrir en caso de necesitarlo. "Es importante estar abiertos a cualquier pregunta y decirles a nuestros hijos que se tomen su tiempo para pensarlo, que nosotros estamos ahí para resolver sus dudas", afirma Marta de la Fuente, responsable de la Unidad de Psicooncología de MD Anderson Cancer Center Madrid, aunque cada organización familiar es diferente y esto es algo a tener en cuenta, puntualiza.
"Si queremos que nuestros hijos tengan una relación sana con lo que sienten, tienen que ver dentro de casa que nosotros también hablamos de ello con naturalidad", apunta."Es importante hablar desde la normalización, decir 'hoy estoy un poco más cansada' u 'hoy estoy preocupado porque estoy esperando unos resultados', ya que todo esto ayuda a que el niño vea con normalidad que podemos expresar cómo nos sentimos", añade la especialista.
En esta misma línea, De la Fuente recomienda llevar a cabo una "promesa" entre padres e hijos, no ocultar información y aboga por la sinceridad como base de una relación sana entre ellos y entre los niños y la enfermedad. La psicooncóloga insiste mucho a sus pacientes en llevar a cabo este pacto, incluso aunque ya hayan ocultado ciertas informaciones a los niños en el pasado con el fin de no preocuparles. En ese caso, "no hay que culpabilizarnos, sino responsabilizarnos y reconocer esa parte que a lo mejor no hemos gestionado del todo bien".
Dar información, pero evitar la sobreinformación
Una vez transmitida la noticia, la información puede ser importante a la hora de asimilar que un ser querido padece cáncer. Permite conocer qué ocurre y comprender en mayor profundidad cómo se desarrolla, lo cual puede resultar, pese a tratarse de una información negativa, en una sensación de mayor tranquilidad. "La información alivia mucho la ansiedad, ayuda a no tener desinformación ni incertidumbre", explica la psicooncóloga, aclarando además que esto debe hacerse "siempre que el niño quiera; hay que preguntarle si quiere que le contemos qué es el cáncer o no".
Además, dar esta información puede aliviar ciertas inquietudes, evitando que los niños sientan la necesidad de recurrir a otros medios para encontrar respuestas. Aun así, abordar los riesgos de las búsquedas en internet con ellos es vital. En este sentido, la psicóloga de MD Anderson Madrid recuerda que "es mejor no buscar en Google porque nos va a agobiar, de quien nos tenemos que fiar es del médico", siendo menos probable que los hijos, especialmente los adolescentes, recurran a internet si tienen la certeza de que estamos siendo sinceros con ellos.
Hacerles partícipes forma parte de la normalización
Desde el momento del diagnóstico, el cáncer se va a instaurar en las dinámicas familiares por periodos de tiempo más o menos largos, incluso después de la finalización del tratamiento o de que la enfermedad remita. Durante esa temporada, se van a producir cambios de los que es recomendable que los niños sean conscientes. Además, debemos intentar hacer hincapié en que se sientan partícipes.
Un ejemplo claro es la caída del pelo. Como cambio significativo, es importante explicárselo para que ellos se preparen mentalmente. Al mismo tiempo, podemos intentar que tomen parte en ciertas decisiones acerca de cómo gestionarlo. Algunas preguntas que Marta de la Fuente sugiere son: "¿Cómo te gustaría que estuviera en casa, con pañuelo o con peluca?". O, "¿y para ir a recogerte al colegio, te importa que vaya con sombrero?". E incluso sugerir que nos ayuden a prepararnos o a elegir.
En todo caso, la especialista incide en que es esencial naturalizarlo, identificar y expresar cómo nos sentimos y buscar tener una relación más sana con las emociones desagradables que surjan en el camino. "Debemos procurar informar de manera totalmente natural, no desde la preocupación sino desde la normalización", y puntualiza que, pese a ser un reto complicado, "es un buen momento para trabajar la inteligencia emocional".