Según el III Estudio de Salud y Estilo de Vida Aegon, más de la mitad de los españoles consultan información sobre salud en Internet
Cerca de cumplir un año desde que la pandemia del Covid-19 dio comienzo, nos encontramos en uno de los peores momentos en cuanto a contagios y muertes se refiere, con nuevas cepas de la enfermedad apareciendo cada día y amenazando la efectividad de las vacunas ya existentes. El virus no parece que vaya a desaparecer por sí solo y alcanzar la inmunidad de grupo de forma natural no es una opción viable. La lista de farmacéuticas o laboratorios que compiten desarrollando vacunas contra la Covid-19 es casi interminable y cada día hay nuevas noticias sobre avances, efectividad y abastecimiento.
Afortunadamente, por primera vez desde el inicio de la pandemia y gracias al esfuerzo sin precedentes de científicos y laboratorios de todo el mundo, contamos con las encargadas de haber vencido otras enfermedades infecciosas en el pasado: las vacunas. Detrás de su seguridad y eficacia hay décadas de investigación y experiencia en su desarrollo, pero también la aplicación de nuevas técnicas. Y es que, buena parte de su éxito está en la existencia de diferentes tipos de vacunas destinadas para actuar contra diferentes tipos de virus o gérmenes que provocan enfermedades.
Hasta ahora, todo el mundo esperaba la vacuna frente a la COVID-19 con ganas. Sin embargo, ahora que hay varias vacunas aprobadas para su uso, la campaña de vacunación ha empezado ya en varios países y han surgido nuevas cepas, hay ciertos grupos que ven la vacunación con dudas y desconfianza.
"Tener dudas sobre lo que no se conoce es completamente normal y es uno de los motores que mueve la ciencia. Sin embargo, estas dudas pueden dar lugar a información falsa y bulos que vuelan como la pólvora en las redes sociales de forma mejor o peor intencionada" comenta Alvar Ocano, Gerente Médico de Aegon y Médico de Familia con especialización en Epidemiología
Desde Aegon, sabemos que el mejor antídoto frente la desinformación es la información veraz y contrastada. De hecho, según el III Estudio de Salud y Estilo de Vida Aegon más de la mitad de los españoles siguen consultando información sobre salud en Internet. Por este motivo los expertos de Aegon disipan algunas dudas sobre las diferentes vacunas existentes frente la COVID-19.
Vacunas vivas atenuadas:
El funcionamiento de estas vacunas se basa en suspensiones de virus vivos, previamente debilitados, que producen una infección real pero más ligera e inducen una respuesta duradera y eficaz. Son perfectas para adultos porque tienen un precio más económico y son monodosis. Sin embargo, pueden resultar peligrosas para inmunodeprimidos, es decir, personas mayores o con patologías graves, y que pueden llegar a producir una infección grave. No hay ensayos de este tipo de vacunas para combatir la Covid-19, ya que se trata de un virus nuevo, del que no se dispone un medicamente definitivo y supondría correr riesgos. Algunas vacunas conocidas de este tipo son las del sarampión y la rubeola.
Vacunas inactivadas:
Similares a las anteriores, pero con la característica de que utilizan virus muertos, minimizando riesgos, ya que no pueden reproducirse. Como contrapartida, la inmunidad generada es menor, dura menos tiempo y necesitan de una doble dosis. Se trata de una modalidad más segura empleada contra enfermedades como Hepatitis B y el Papilomavirus.
Las vacunas chinas contra la Covid-19 como el caso de Coroovac (Sinovac) y Sinopharm, son vacunas inactivadas que al utilizar virus muertos presentan la ventaja de poderse mantener y transportar en frigoríficos convencionales.
Toxoides:
En casos en los que la causa de la enfermedad no es el microorganismo, sino la toxina que éste produce, se utilizan este tipo de vacunas que consiguen desactivar la toxina y lograr inmunidad contra la enfermedad y no contra el microorganismo. Esto ocurre solo con algunas bacterias, como las responsables del tétanos o la difteria. En el caso del SARS-CoV-2, al tratarse de un virus que no genera toxinas, no existen ensayos de vacunas de este tipo.
Vector recombinante:
Estas vacunas consisten en inocular un virus bueno (vector), el cual lleva en su interior, en vez de su ARN original, uno modificado par sintetizar las proteínas del virus malo. Cuando este virus entra en el cuerpo, no nos causa enfermedad, pero induce la inmunidad contra el virus malo porque expresa sus proteínas. De esa manera se erradicó la viruela en 1980.
De este tipo, en su modalidad no replicante, son las vacunas de AstraZeneca, la china CanSinoBIO de Petrovax, la británica de Johnson & Johnson y la rusa Sputnik V. Para todas estas se necesitan dos dosis.
Vacuna de ADN:
Consiste en la inyección directa de ADN a través de un plásmido o un vector de expresión. Este ADN codifica una proteína antigénica de interés que inducirá la activación del sistema inmune. En el caso de la Covid-19, tiene ARN y no ADN, por lo que no se están ensayando vacunas de esta tipología.
Las vacunas de ARN mensajero (ARNm):
Este tipo de vacuna es fruto de los últimos avances en biotecnología, una tecnología compleja que ha supuesto una gran inversión en ciencia, por eso estas son las mas caras. En este caso no se inocula el antígeno para desencadenar la respuesta inmunitaria, si no que se someten células vivas en laboratorios para que produzcan la mayor parte de la respuesta inmune e introducirles posteriormente de manera directa millones de ARNm que funcionan de molde de fabricación de anticuerpos. Para evitar que las ARNasas presentes en el medio interno (piel, aliento, etc) destruyan el ARNm antes de que cumpla su papel, se construye una envoltura lipídica protectora que permite aumentar su eficacia.
Las vacunas de Moderna, Pfizer y BioNtech se basan en esta tecnología. Como la envoltura lipídica de estas vacunas es muy débil, necesitan mucho frío para su conservación y transporte. Este pequeño inconveniente garantiza una inmunización segura, eficaz y muy rápida.
Algunos de los mitos más promovidos sobre este tipo de vacunas son su capacidad de modificar nuestro genoma, algo erróneo ya que no existen evidencias científicas de que puedan modificarlo. De esta manera, esto sería imposible ya que el ARN mensajero se degrada fácilmente, no llega a encontrarse y menos a integrarse con el ADN, y hasta ahora no se ha encontrado rastro de ningún coronavirus en nuestro genoma.