Los especialistas del Centro de Oftalmología Barraquer recomiendan hacer una revisión oftalmológica para evitar un impacto negativo en las aulas.
El inicio del año escolar será este año especial para todos. Las familias lo afrontan con inquietud e ilusión a partes iguales y ya están preparando todo lo necesario para sacar el máximo provecho al curso que comienza. Sin embargo, hay algo imprescindible que no siempre está en la lista de preparativos: una visita al oftalmólogo.
Los oftalmólogos de Centro de Oftalmología Barraquer estiman un repunte de las patologías oculares en niños y adolescentes a causa del confinamiento y el uso abusivo de dispositivos electrónicos durante este tiempo. Todo ello implica un empeoramiento de la salud ocular que puede repercutir negativamente en el rendimiento escolar.
Si la primera visita al oftalmólogo debería ser a los dos o tres años de edad, -siempre y cuando no haya ninguna alteración ocular evidente que requiera acudir de forma más temprana, manteniendo a partir de ahí las visitas anuales-, este año una revisión es más necesaria que nunca por la situación vivida durante los últimos meses.
"Aconsejamos que todo niño y adolescente realice una revisión oftalmológica al menos una vez al año. El globo ocular sigue creciendo durante la infancia y la adolescencia. Sin embargo, mucha gente desconoce que el desarrollo visual se adquiere hasta los siete u ocho años aproximadamente, ya que es cuando los seres humanos tenemos mayor plasticidad neuronal. De ahí la importancia de corregir en edades tempranas ciertas afecciones de la vista o defectos refractivos, que más tarde no tendrían solución", explica la doctora Ainhoa Martínez Grau, especialista en oftalmología infantil del Centro de Oftalmología Barraquer.
Durante la infancia pueden aparecer múltiples patologías oculares, que pueden desencadenar en ambliopía, más conocida como ojo vago, si no se tratan a tiempo. La ambliopía es la disminución de la capacidad visual de uno o de ambos ojos, por falta de uso durante el período de aprendizaje visual, y está causada por múltiples defectos de la visión: los defectos refractivos, como la hipermetropía, el astigmatismo, o la miopía; el estrabismo, que es la pérdida de paralelismo de los ojos; o bien otras anomalías oculares, como el párpado caído (ptosis palpebral) o la catarata congénita. Todas ellas son afecciones que pueden ser reversibles si se tratan de forma precoz.
"En el caso de la miopía, por ejemplo, la exposición cercana a pantallas por un tiempo prolongado, junto con la ausencia de luz natural, ha podido provocar un incremento de esta patología, lo que unido al sobreesfuerzo ocular incrementa el riesgo de fatiga ocular", comenta Martínez Grau.
Ojo seco y visión borrosa
"La exposición de niños y jóvenes al móvil, ordenador o tablet disminuye la frecuencia de parpadeo, lo que puede provocar visión borrosa transitoria ya que el párpado promueve la distribución homogénea de la lágrima por toda la superficie ocular y la lágrima es la primera potencia refractiva del ojo. Otra consecuencia de la disminución del parpadeo sería padecer molestias oculares relacionadas con la sequedad ocular, ya que, si no parpadeamos lo suficiente, parte de la lágrima que debía lubricar y oxigenar el ojo se evapora, siendo especialmente importante en adolescentes que por cambios hormonales cursan con alteraciones en las glándulas de Meibomio, las encargadas de fabricar una de las tres capas de la lágrima" advierte la doctora.
Más tics oculares, contracciones del párpado y orzuelos a causa del estrés
Otra característica del contexto ha sido el estrés ante la incertidumbre de la pandemia y la preocupación en los hogares por la situación sanitaria y económica. En niños y jóvenes el estrés puede estar relacionado con un aumento en la incidencia de trastornos oculares como: tics oculares, que se manifiestan como un parpadeo o guiño frecuente y que no se traduce en patología ocular en la mayoría de los casos; mioquimias palpebrales, que son contracciones involuntarias habitualmente en párpado inferior; y orzuelos, que son una infección de una glándula del borde del párpado que produce inflamación y dolor.
Por último, un factor añadido, tras el largo tiempo de confinamiento, con los niños y los adolescentes encerrados sin contacto con el aire libre y con una menor exposición a los alérgenos ha provocado que, a posteriori, haya un aumento de la incidencia de las conjuntivitis alérgicas o un aumento de la intensidad de los síntomas a nivel ocular como el picor o el ojo rojo.
"Deseamos que este periodo de confinamiento sirva de punto de inflexión a partir del cual la población tome mayor conciencia de la importancia de conservar una buena salud ocular, y esto implica ponerse, al menos una vez al año, en manos de médicos especialistas en oftalmología que se encarguen del cuidado y revisión ocular de los más jóvenes", concluye la doctora Ainhoa Martínez Grau.