Sí, La Manga del Mar Menor, ese paraíso natural que la incompetencia, la indolencia y la irresponsabilidad de sus administradores públicos han convertido en un lugar sin los elementales servicios públicos aceptables y, con ello, en ocasiones, en una zona de riesgo para sus vecinos y veraneantes.
Paso a relatar, como ejemplo, la odisea que viví al utilizar el transporte público desde del km. 8 de La Manga, al mercadillo de Cabo de Palos, el pasado 18 de agosto.
Llego a la parada sobre las 8:40 horas. La parada dispone de una pequeña marquesina con banco para tres personas. Nos congregamos varias personas, pero carecemos de información sobre los horarios del servicio, ni número de las líneas, recorrido, destino de las mismas y, especialmente, sobre la parada más cercana al mercadillo de Cabo de Palos. La mayoría nos dirigíamos a ese mismo lugar. Y todos lo hacíamos por primera vez, porque habíamos iniciado nuestras vacaciones en la segunda quincena de agosto.
Entre las personas que esperábamos se encontraba una señora con un carrito de la compra, que nos comentó que llevaba más de una hora en la parada porque el conductor del último bus (el n° 44) no le había permitido subir al pretender pagar con un billete de 20 € y no disponer de los 1,15 € que cuesta el pasaje o de un billete de menor cuantía.
Por fin llega el autobús n° 44. Han transcurrido unos quince minutos más que agregar a los que lleva esperando la señora del carrito. Preguntamos al conductor sobre la parada más próxima al mercadillo, y cuál es nuestra sorpresa cuando nos respondió que no paraba en el mercadillo, sino que nos dejaría a unos 15 minutos, por lo que tendríamos que ir andando hasta allí bajo un ya inclemente sol, dado que ya eran sobre las 9:30 horas.
Pero es, una vez realizadas las compras e intentar regresar al punto de origen, cuando empieza la auténtica odisea.
Las pesadas compras realizadas en el mercadillo nos hacen desistir de retornar caminando a la conocida parada del n° 44 y, no encontrando en las proximidades del mercadillo señalización de alguna parada, preguntamos a varios policías municipales - a los que agradezco su diligencia y amabilidad - que nos indicaron que esperásemos al n° 43 frente a la gasolinera de Cabo de Palos, advirtiéndonos de que dicha parada no está señalizada.
Nos encaminamos hacía este punto, deduciendo su ubicación concreta porque ya había otras personas esperando. Al llegar les preguntamos y todos nos dieron la misma respuesta: "estamos aquí porque nos lo ha indicado la policía municipal, pero no sabemos más". Algunos llevaban esperando más de cuarenta minutos.
Estábamos un nutrido grupo que oscilaba entre las treinta y las cuarenta personas, más de la mitad de avanzada edad, algunas con movilidad reducida, con bultos de compra y sin información contrastada. En una parada de bus no señalizada, de pié, sin sombra, sin asientos u otro apoyo. En definitiva, en un inhóspito lugar, bajo un inclemente sol en horas cercanas a mediodía.
Al otro lado de la carretera, justo enfrente de nuestra concentración frente a la gasolinera, hay una marquesina de parada de bus similar a la relatada al principio, donde se concentran también numerosos y pacientes viajeros. Les hemos preguntado y nos dicen que ellos iban en dirección contraria, hacia Cartagena y a otros pueblos, y que algunos ya llevan también sobre cuarenta minutos esperando.
Vemos aparecer en dirección a Cartagena el bus n° 43 (parada de enfrente). Ansiosos cruzamos la carretera y pedimos al conductor que nos confirmara cuando pasaría el próximo servicio. Nos respondió que daría la vuelta y nos recogería. No quiso concretar el tiempo. Los interpeladores entendimos que sería un plazo breve.
Pasó bastante más de una hora desde la conversación con el conductor del bus n° 43 cuando por fin vimos aparecer su silueta. Era el mismo vehículo con el mismo conductor. Por lo visto, había realizado el recorrido hasta Cartagena y vuelta, con paradas en varios pueblos en la ruta. Trae ya bastantes pasajeros y, cuando los que hemos permanecido en la "parada" hemos embarcado, el autobús se ha llenado hasta ocupar todos los asientos y gran parte del pasillo central. En el trayecto observamos que no permite la incorporación de pasajeros en las primeras paradas de La Manga.
Y, por fin ¡en casa! Son aproximadamente las 13:00 horas.
Hasta aquí los hechos. Ahora procedo a reproducir algunos comentarios y valoraciones de mis desafortunados compañeros de odisea (omito insultos e improperios):
Una señora mayor madrileña afirma: "El PP y los servicios públicos son como el agua y el aceite, imposibles de mezclar. Y de eso sabemos mucho los madrileños con Ayuso y la Sanidad Pública".
Un veraneante habitual expone: "Se han cargado el mercadillo de Cabo de Palos. Antes podías venir en el urbano sin problemas. Ahora, hay menos aparcamientos, por lo que tampoco puedes venir en tu coche particular".
Mayoritariamente, los usuarios del transporte público de La Manga y los servicios públicos en general, lo son ocasionalmente durante su estancia vacacional. Por ello, es especialmente necesario que dispongan de una información suficiente y clara, al no contar con la experiencia adquirida con el uso.
Los espacios destinados a esperas públicas - no como el despropósito que hemos visto, a modo de ejemplo, en nuestra parada de la gasolinera - tienen que ser accesibles, adaptados y especialmente acondicionados para el perfil de los usuarios. Con información de interés del servicio que allí se presta y, a ser posible, con dispositivo para llamada de emergencia.
Sería conveniente - dado el perfil mayoritario de veraneantes - que en las marquesinas de espera del bus de La Manga se informase sobre la ubicación de los servicios disponibles (consultorios médicos, clínicas, hospitales, policía, correos, oficina municipal, etc.)
¿Cómo es posible que en las paradas de bus de La Manga, que los veraneantes usamos de forma forzada, a pesar de su impresentable servicio (por las condiciones físicas personales o por los múltiples atascos y falta de zonas de aparcamiento) pero solo en verano, algunas paradas no estén indicadas, que todas carezcan de información sobre número de la línea, horarios, frecuencia, itinerarios, etc. y que no estén acondicionadas para usuarios mayores, o de movilidad reducida, y acorde con la climatología estival?.
¿A qué despropósito responde la insuficiencia de autobuses y frecuencia que obliga a viajar - cuando el conductor no te lo impide subir porque va lleno el autocar - como sardinas en lata, sometidos a temperaturas asfixiantes, con retorcidas posturas dignas de avezados saltimbanquis?
Conclusión: urgen actualizar la "Ordenanza municipal reguladora del servicio del transporte público urbano de viajes en autobús" el ayuntamiento de Cartagena, dado que fue aprobada en 1997 y está totalmente desfasada, no respondiendo a las necesidades que los ciudadanos tenemos en la actualidad
Necesitamos políticos honestos, responsables y competentes. Urge desprendernos de los que todos los partidos "colocan" en las administraciones públicas solo para su provecho partidista.
Estoy harto de políticos pesebreros, indolentes, incapaces y caraduras que viven en el "postureo", culpando a los otros, y defendiendo y alentando entre falacias y mentiras el cinismo partidario.
La democracia es el menos malo de los sistemas de gobierno pero nos necesita a todos para que los políticos indecentes la sigan adulterando hasta matarla.