En los últimos cinco años, Manos Unidas ha aprobado 902 proyectos educativos por importe superior a los 49 millones de euros
Con motivo del Día Internacional de la Alfabetización, celebrado esta semana, Manos Unidas quiere llamar la atención sobre los 773 millones de personas adultas, fundamentalmente mujeres, que en la era de la digitalización en la que la tecnología avanza a una velocidad de vértigo, no saben todavía leer ni escribir.
"Es inadmisible que, en pleno siglo XXI, el analfabetismo condicione totalmente la vida de tantísimos millones de personas", denuncia María José Hernando, del departamento de Estudios de Manos Unidas. Según Hernando, carecer de competencias en cálculo y lectoescritura, o el llamado analfabetismo funcional, tienen consecuencias en el incremento de la desigualdad en el mundo: "saber leer y escribir, comprender un texto y poder expresar las ideas y decisiones, determina la capacidad de las personas y los pueblos para reclamar sus derechos. Y no poder hacerlo por desconocimiento o por carecer de la capacitación para ello, tiene consecuencias muy graves en el plano laboral, jurídico o económico", explica.
La educación de calidad y continuada desde la escuela es la única manera de romper el círculo de la pobreza asociada a la falta de alfabetización. "Por desgracia, la UNESCO advierte que, a día de hoy, en el mundo hay más de 250 millones de niños que no consiguen adquirir las capacidades básicas de cálculo y lectoescritura. Niños que, si no se pone remedio, estarán condenados a una vida marcada por la desigualdad", denuncia Hernando. La pandemia también ha puesto de manifiesto la enorme brecha digital existente entre los países ricos y los más empobrecidos y las grandes diferencias a la hora de afrontar el cierre de los centros educativos.
Para Hernando, es "imperativo" retomar y garantizar la educación de los adultos, porque el analfabetismo hace que estas personas se enfrenten a las mayores desigualdades y discriminaciones, "que pueden verse incrementadas por otros factores como la etnia, el género, o el lugar en el que hayan nacido".
Para Manos Unidas, favorecer la alfabetización de todas las personas, especialmente las más pobres y vulnerables, es un modo seguro de luchar contra la desigualdad y el mayor reto al que nos enfrentamos en este momento como humanidad. Para ello, en los últimos cinco años, la ONG de la Iglesia católica ha aprobado 902 proyectos educativos por importe superior a los 49 millones de euros.
Un ejemplo de ello es el programa LAMINA en Madagascar. Un programa que ya se encuentra en su tercera fase de desarrollo y en el que Manos Unidas colabora con el Comité de Justicia y Paz de la diócesis de Fianarantsoa con el objetivo de actuar, durante dos años, sobre "problemas prioritarios" como el alto grado de analfabetismo; la falta de certificados de nacimiento, que se detectó durante la implementación de la Fase II, y la falta de acceso a la propiedad de la tierra de la población local, "que provoca un alto grado de inseguridad".
"Además, con el proyecto se está consiguiendo dotar a la población de certificados de titularidad de las tierras de mayor calidad y mejorar el medio ambiente y la seguridad interna de las comunidades rurales", añade Macarena Aguirre, coordinadora de proyectos de Manos Unidas en Madagascar.