Esta crisis sanitaria ha puesto de manifiesto que no podemos estructurar nuestra sociedad en base a la capacidad de las personas de generar beneficios, apartando y olvidando a mayores, niños y dependientes. El mundo laboral debe estar integrado con el resto de actividades sociales necesarias como la crianza, los cuidados, todo lo que se llama la reproducción de la vida, así como los espacios de desarrollo comunitario y personal. Y debe además asegurarse la prestación de los servicios necesarios a toda la población con servicios de gestión pública.
Y además la crisis ambiental que sufrimos, con el ejemplo del colapso del Mar Menor, nos obliga a reconvertir nuestra estructura económica hacia la reducción del gasto energético, la fabricación y reutilización local o la conversión agroecológica de la agricultura y la ganadería, si no queremos ver nosotros mismos el colapso de nuestros pueblos y ciudades.