Hay que impulsar la salud planetaria, que analiza cómo la disrupción y la sobreexplotación de los ecosistemas pueden conllevar problemas para nuestra salud
Se requieren planes de acción que eviten los errores de las pandemias víricas anteriores
Más del 80 % de los países del mundo ya registra casos de COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus SARS-CoV-2. La multiplicación de casos fuera de China, epicentro de los contagios, ha llevado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a declararla pandemia y a subrayar que, por lo tanto, se trata de un problema de salud de alcance global, y no solo de los países que registran más casos.
Sin embargo, a la hora de luchar contra la expansión de la enfermedad no existe una estrategia común, sino que cada país ha optado por iniciativas diferentes. «No tenemos un criterio único para definir las medidas de protección y cuándo deben aplicarse», explica Salvador Macip, profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC. Según el profesor Macip, «la OMS podría ser el organismo que dictara los protocolos relacionados con las estrategias de salud que es necesario seguir a escala planetaria, pero de momento estas decisiones se dejan a los estados, que no actúan de forma coordinada».
Así, hay países que han optado por un confinamiento riguroso de la población, como China, que prohibió los desplazamientos en la ciudad de Wuhan, foco del contagio, y en toda la región de Hubei, habitada por cincuenta millones de personas. Otros países, como Italia y España, han adoptado medidas más progresivas de confinamiento de la población, y hay estados como el Reino Unido donde el Gobierno inicialmente rehusó confinar a la población pero recientemente ya han adoptado medidas como el cierre de escuelas.
Esta diferencia de criterios dificulta mucho la contención del virus, ya que tenemos un sistema económico y social muy globalizado y la movilidad de personas entre países es altísima.
«Necesitamos que se establezcan estrategias globales para encarar los grandes problemas de salud planetaria actuales. Esto es especialmente relevante en cuanto a las enfermedades infecciosas, que, como vemos con este coronavirus, pueden tener un impacto enorme en poblaciones que no disponen de medios para enfrentarse a ellas», afirma Macip, que es autor del libro Les grans epidèmies modernes (La Campana, 2010).
En la situación actual, mientras se trabaja en la obtención de una vacuna y de antivirales que puedan ser efectivos, la única vía de protección posible es la concienciación de la población para limitar las vías de contagio, según afirma el artículo en el blog de los Estudios de Ciencias de la Salud de Salvador Macip y la epidemióloga Cristina O'Callaghan-Gordo, también profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC.
Pero hay dos aspectos más que son también cruciales: analizar las causas de esta crisis y tomar medidas para que no vuelva a producirse.
El análisis del genoma de este coronavirus hace pensar a la comunidad científica que el virus procede de los murciélagos y que se ha transmitido a los humanos en un mercado de animales de la ciudad de Wuhan, según el artículo «2019-nCoV in context: lessons learned?», firmado por Richard A. Kock, investigador del Royal Veterinary College, y otros científicos, y publicado en The Lancet.
Tal y como explican los autores de este artículo, los virus de procedencia animal han sido responsables de otras epidemias recientes, como la del SARS, el MERS o el ébola. En este sentido, la profesora O'Callaghan-Gordo cree que «la disrupción de los ecosistemas y los cambios de producción de alimentos que facilitan el contacto entre fauna salvaje y humanos en zonas altamente pobladas favorecen la aparición de nuevas enfermedades infecciosas que se propagan con rapidez en un mundo globalizado».
De este modo, la crisis sanitaria actual «pone de manifiesto la urgencia de impulsar el estudio de la salud planetaria, que analiza cómo la disrupción y la sobreexplotación de los ecosistemas pueden conllevar problemas para nuestra salud, y busca soluciones basadas en la interacción de los sistemas naturales, sociales y económicos», según explica Ramon Gomis, director de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC.
Gomis considera que necesitamos tomar conciencia de «que nuestras conductas tienen un impacto que puede afectar a la salud de personas que viven en zonas muy alejadas del planeta», tal y como explica en esta entrevista publicada en UOC News.
Cristina O'Callaghan-Gordo indica que es necesario «impulsar la investigación y que se formen en salud planetaria no solo los médicos, sino también los profesionales de otros ámbitos como las ciencias naturales, la política, la economía o la tecnología, ya que los retos actuales requieren soluciones interdisciplinarias y urgentes».
Aprender de los errores del pasado
El artículo publicado en The Lancet y el profesor Macip coinciden en que no se ha aprendido lo suficiente de las epidemias anteriores. «Hemos desaprovechado la oportunidad de prepararnos para la próxima pandemia, que, tal y como temíamos, ha tenido un mayor impacto que las anteriores», afirma Macip.
«Es importante que esta vez no caigamos en el mismo error. Debemos formar a profesionales capaces de analizar los factores que favorecen el origen de nuevos virus y que sean capaces de diseñar planes de contingencia contra estas epidemias», explica Macip.
Estos planes deberían integrar factores ambientales, sanitarios, económicos y sociales, «del mismo modo que existen planes estándar para actuar en casos de accidentes nucleares o petroquímicos», considera Macip.
Las pandemias forman parte ya de los retos para la salud planetaria, y, según Salvador Macip, «a falta de un organismo que coordine las acciones a escala global, es necesario que los gobiernos y los sistemas sanitarios de cada país dispongan del conocimiento básico y cuenten con capacidad de interactuar entre ellos y aprender unos de otros, a diferencia de lo que vemos actualmente».
A pesar de la gravedad de esta crisis, «no es la peor pandemia que podemos imaginar, no es impensable que aparezcan virus más agresivos o infecciosos que el SARS-CoV-2, así que quizás la próxima vez tengamos que actuar más rápidamente para evitar tener muchas víctimas», explica Macip.
La receta para evitarlo, según el experto, es «aprovechar para preparar a un conjunto de profesionales de diversos ámbitos que tengan claro cómo actuar durante la próxima epidemia, y que estudien lo que se ha hecho bien y mal en las pandemias víricas anteriores».