Compartir vídeos o imágenes sexuales puede ser delito

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Las ofensas contra la intimidad cobran fuerza en internet aunque el ciberdelito más frecuente es el fraude

Compartir vídeos o imágenes sexuales puede ser delito

En 2017, según los últimos datos publicados por el Ministerio del Interior, hubo 4.912 personas investigadas y detenidas por ciberdelitos en España. El delito más común es el fraude informático, con casi 2.000 investigados (1.997), seguido por las amenazas y las coacciones (1.189) y los delitos sexuales (772). 

«El fraude es el tipo de delito más frecuente también en el ámbito físico, pero en el ciberespacio los infractores aprovechan las oportunidades que les ofrece internet», afirma Antònia Linde, profesora de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC. Lo mismo sucede en el ámbito de los delitos contra la intimidad, Josep Maria Tamarit, catedrático de Derecho Penal de la UOC, afirma que la mayoría de casos se dan por la difusión de imágenes en redes sociales y plataformas sin consentimiento, como es el caso de la trabajadora de Iveco. "Alguien que obtenga una imagen de otra persona que pueda afectar gravemente a su intimidad, aunque tenga su consentimiento, si es revelada y se hace difusión no autorizada, se considera un ciberdelito contra la intimidad", explica Tamarit. Según datos del Ministerio, el año 2017 el 72% de los investigados y detenidos por ciberdelitos contra el honor fueron hombres donde la edad más prevalente era la franja de los individuos de 26 a 40 años, seguida por la de los 40 a 51 años.

El experto alerta, que aquellos que redifunden este contenido deberán asumir las consecuencias de sus acciones, porque revelan o ofrecen a terceros imágenes que ayudan a dar más audiencia, y por tanto, es una conducta que puede tener respuesta penal.

¿Existe un perfil concreto del ciberdelincuente?

«No existe un perfil único, del mismo modo que no existe un perfil único de delincuente tradicional y, se debe diferenciar entre tipo de delito cometido», explica Linde. «Algunas investigaciones sugieren que los ciberdelincuentes tienen ciertas características demográficas comunes con los delincuentes tradicionales, como una mayor probabilidad de ser hombre o más propensión a ser joven», afirma Linde. Para la experta, esta característica responde a que los jóvenes cuentan con más habilidades tecnológicas.

En esta línea, el Estudio sobre la cibercriminalidad en España 2017 confirma la prevalencia del género masculino entre los investigados y detenidos por cibercrímenes: en 2017, el 77% son hombres, mientras que las mujeres representan el 23% del total. Ocurre lo mismo con las franjas de edad, puesto que la de 26 a 40 años, seguida por la de 18 a 25, es la que acumula más investigados. Este patrón de edad se repite tanto en el caso de los hombres como en el de las mujeres.

Otras investigaciones han mostrado características diferentes a los delincuentes tradicionales. «Algunas revelan que los ciberdelincuentes tienen una mayor probabilidad de tener un nivel educativo, socioeconómico y intelectual más elevado que los delincuentes tradicionales, así como una estructura familiar más estable», afirma Linde.

Sobre sus características psicológicas, «algunos estudios han mostrado determinados rasgos propios, como introversión, adicción a las tecnologías, alta desinhibición en línea, nivel elevado de manipulación y falta de empatía», detalla la experta.

Conocer los factores para prevenir

«Más que un perfil, es importante identificar qué factores están asociados a la implicación en la ciberdelincuencia. El objetivo es intervenir en ellos para prevenir tanto la implicación como la reincidencia», advierte. «El mundo digital aumenta las oportunidades para que el ciberdelincuente actúe, permite el desarrollo de los rasgos y las habilidades necesarios para cometer los delitos y la forma en la que ciberdelincuente y víctima se relacionan», explica Linde.

En solo ocho años, el número de víctimas por ciberdelincuencia en el Estado español se ha duplicado, según datos del Ministerio del Interior. Desde el año 2011, cuando se contabilizaron 28.963 casos, la tendencia ha ido creciendo hasta llegar a superar la barrera de los 60.000 casos denunciados en 2017.

«Hace falta más investigación orientada a encontrar teorías explicativas que identifiquen los factores y las características en los ciberdelincuentes para prevenir que se impliquen en el ciberdelito», concluye Linde.

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