Me llamo Pablo Martínez García, soy de Alicante, tengo 22 años y este es mi cuarto año en el Seminario Diocesano Internacional y Misionero Redemptoris Mater de Murcia.
He crecido en una familia cristiana, donde se me ha trasmitido la fe desde muy pequeño y donde he podido ver y experimentar el amor de Dios, con la reconciliación, el amor y el servicio. Llegado a los catorce años, mis padres me invitaron a escuchar las catequesis del Camino Neocatecumenal para tener así mi propia comunidad, donde empecé a madurar mi fe. Esta comunidad me sigue ayudando a escuchar la palabra de Dios, a conocer su voluntad en los acontecimientos de todos los días y a tener una relación más personal con Jesucristo. Vivimos juntos las etapas de la iniciación cristiana y vamos creciendo apoyados en el trípode de la vida cristiana: Palabra, liturgia y comunidad.
En 2011, en la JMJ de Madrid, el Señor me concedió escuchar la predicación tanto del Papa Benedicto, como de Kiko Argüello, iniciador del Camino, el cual organizó un encuentro vocacional al que asistimos más de dos cientos mil jóvenes de todo el mundo. Lo fundamental fue darme cuenta de que necesitaba preguntarle al Señor qué quería de mí. Sin embargo, aún no tomé la decisión, sino que fue unos meses después, durante una convivencia con mi comunidad. Llevaba un tiempo meditando y seguía inquieto. Encontrándome un momento a solas, le pedí al Señor una palabra concreta y abrí la Biblia al azar, buscando una respuesta. El Señor me regaló la palabra que me acompaña hasta el día de hoy, la vocación del profeta Jeremías: “antes de haberte formado yo en el vientre, te conocía y antes de que nacieses, te tenía consagrado. Yo te constituí profeta de las naciones” (Jr 1,4-8).
Esta fue la confirmación de que Dios me estaba llamando al presbiterado y a la misión, a dar mi disponibilidad para ir a cualquier parte del mundo, a donde Él me enviara. De hecho, dice también esta lectura: “no digas ‘soy un muchacho’, pues adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande, dirás”. Es cierto que con el tiempo todo esto se fue ofuscando e incluso llegué a rebelarme contra esta llamada, pero el Señor fue paciente conmigo: en la siguiente JMJ, que fue en Brasil, en el año 2014, aunque no pude estar presente por enfermedad, un grupo de jóvenes del Camino seguimos la Eucaristía del Papa Francisco por la pantalla, y le pedí al Señor que me confirmara su voluntad sobre mí. Y ni más ni menos que la primera lectura de la misa fue... ¡la vocación de Jeremías! Y ahí ya me di por vencido, profundamente convencido del amor de Dios.
Después de una convivencia internacional de jóvenes del Camino Neocatecumenal, en Italia, ingresé en este Seminario Misionero Redemptoris Mater de Murcia, donde llevo ya cuatro años y mi experiencia es de enorme agradecimiento a Dios y a la Iglesia. Aun así, puedo decir que el Señor, en este tiempo, me ha traído al desierto para seducirme, con muchos pecados y debilidades por mi parte; pero tiene siempre misericordia conmigo; ha ido ordenando mi vida, regalándome un tiempo de formación en el que puedo dar gloria a Dios en cada momento del día, orando con la Iglesia, aprendiendo a servir en la vida comunitaria -es una gracia estar con hermanos de diversos países y culturas, pero que comparten una misma fe-, cuando yo siempre he buscado hacer mi voluntad por vanagloria. Me ha regalado encontrarme con su amor en el sufrimiento, ver que todo es un don de Dios. Hoy veo que el Señor ha ido preparando una historia maravillosa para mí, donde actúa todos los días y me corrige como un Padre, mostrándome todo su amor y misericordia.
Espero, confiado en la intercesión de María, Madre del Redentor y Madre nuestra, que se confirme esta vocación y pueda un día ser ordenado para gloria de Dios y servicio a su Iglesia, dispuesto a anunciar el Evangelio en cualquier lugar donde sea necesario.