"Jamás pensé que estaría donde estoy y mucho menos tan feliz"

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Testimonio vocacional de José Miguel Jiménez, seminarista del Seminario mayor San Fulgencio

Los primeros pasos de mi vida cristiana los di de la mano de mis dos abuelas, tras la Primera Comunión, con quienes asistía a misa algún domingo que otro, pero con poca regularidad. Fue ya más adelante, en la ESO y Bachillerato, cuando junto a varios amigos comencé a participar algo más de la vida de la parroquia. Recuerdo que, durante este periodo, solía confesarme con mi profesor de Religión que es sacerdote diocesano.

Una vez finalizado el Bachillerato, ingresé en la Academia General Militar de Zaragoza, donde tuve la gran alegría de recibir la Confirmación, sacramento que desde años deseaba, lo que supuso para mí una gran alegría. Tuve la ocasión, también, de encontrarme de una manera más cercana con Dios, especialmente por la distancia con mi familia y por otras circunstancias personales. Allí, con el acompañamiento del capellán pude superar esos momentos difíciles, lo que me acercó más aún al Señor.

Finalizado el segundo curso en la Academia General, causé baja por motivos académicos, y volví a Cartagena -mi ciudad natal- con todos mis proyectos de futuro destruidos. En esos primeros meses de “aterrizaje” en casa de nuevo, comencé a dar catequesis de Confirmación en mi parroquia a un grupo muy agradable de jóvenes, lo que me empujó a aumentar mi formación en el conocimiento de Jesús, con la ayuda de varios catequistas.

Fue por el mes de marzo de 2018 cuando, después de dar la catequesis como otro viernes cualquiera, me senté a los pies de la imagen de Santa María Reina de los Corazones (patrona de mi parroquia y “casualmente” también del seminario). Allí tuve mi primera experiencia de fe, o por lo menos que yo fuera consciente de ella. Durante una hora, sentado bajo esa imagen y con un pequeño devocionario en la mano, sentí algo que nunca antes había sentido. Un fuego interno que me llevaba a recitar una oración detrás de otra a la Virgen sin opción a parar, sintiendo la necesidad de entregarme por completo a ella.

Tras este “pico espiritual” al que llegué ese día, no me quedó otra que plantearme una serie de cosas. En primer lugar, Dios pasó a tener un puesto privilegiado en mi vida como antes no lo tenía. Seguidamente me cuestioné si realmente lo que estaba estudiando (oposición a Policía Local) era lo que me iba a llenar. Y, por último, si Dios me llamaba a algo mayor.

Providencialmente, di con la web del seminario y empezó a “picarme el gusanillo”. Así, hablé con mi párroco, quien, después de varias semanas y tras cierta insistencia por mi parte, concertó una visita al seminario. Allí, el rector me recibió con un cariño el cual, por las circunstancias del momento, agradezco enormemente.

Me propuso acudir a varias convivencias vocacionales que organiza el seminario tanto en junio como en julio, y así hice. Durante esas convivencias y alguna vigilia del mismo seminario, volví a sentir esa felicidad interior que nunca había sentido, y tras un verano de dura deliberación y gracias a un esclarecedor Camino de Santiago, decidí entrar en el Seminario mayor San Fulgencio.

No es mucho el tiempo que llevo en este seminario, pero en estos meses he sentido cómo el Señor ha ido poniendo en mí una gran felicidad y satisfacción por el paso que he dado y por lo que estoy viviendo, que es realmente increíble. Jamás pensé que estaría donde estoy y mucho menos tan feliz como lo soy en estos momentos.

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