“Ser el rostro de Dios en medio de los que sufren”, “decir sí aunque cueste”, “poder ver a Cristo en el otro”, son tan sólo algunos de los sentimientos que traen de regreso a España los doce misioneros de la Diócesis de Cartagena que el pasado 6 de julio se marcharon de misión a Camerún. Durante tres semanas han estado junto a los más necesitados en la ciudad africana de Douala.
Catorce misioneros –doce jóvenes (dos de ellos de la Diócesis de Córdoba), el delegado de Pastoral Juvenil, un misionero javeriano– han vivido una experiencia que ha cambiado sus vidas y la forma de ver el mundo. “Llevamos varios años trabajando el primero de los momentos del proceso evangelizador: el primer anuncio –asegura Antonio Jiménez, delegado de Pastoral Juvenil–. Ahora, con esta experiencia de missio ad gentes en Camerún seguimos trabajando en esta dirección para despertar en todos los jóvenes de la Diócesis la vocación a la misión y a la nueva evangelización”.
Durante veinte días, en los que aseguran haber sentido una gran acogida por parte de los cameruneses, han realizado diferentes tareas para ayudar a los vecinos de la zona, a quienes han enseñado distintos talleres, enseñándoles nuevas técnicas manuales con las que poder mejorar la calidad de algunos de los productos que realizan y poder así venderlos en el mercado local. También han trabajado junto a los vecinos de Douala en el mantenimiento de los jardines y parques del entorno; han visitado a los niños del orfanato y han dispensado atención sanitaria a enfermos (entre los que había leprosos). Además, también ayudaron en la construcción de unos salones parroquiales.
Convivencia, servicio y entrega a los más necesitados, sin perder la misión principal: la evangelización. “Estos días en Douala ha ayudado a los jóvenes a encontrarse con Cristo, con la Iglesia universal y naciente y con los hermanos más necesitados”, asegura Jiménez. “Han sido unos días de compartir, pues no hemos ido sólo a dar, sino también a recibir, y así es como vuelven los jóvenes: llenos de Cristo y de la riqueza del encuentro con los hermanos”.
Ni el calor ni la intensa lluvia han podido con las ganas, la ilusión y la alegría de este grupo de jóvenes misioneros. Veinte días en los que han tenido tiempo de ayudar, disfrutar y conocer culturas distintas, como la de los pigmeos, tribu que visitaron en unos días que pasaron en la localidad de Kribi, a la que llegaron tras un viaje en canoas. Con ellos tuvieron tiempo para juegos y trabajos artesanales.