Con los nervios todavía del examen de Grado (realizado a primera hora de esta mañana), Jesús hace un repaso por lo que ha sido su vocación al sacerdocio, sus años de preparación en el seminario y los días previos antes de su ordenación
“Siempre he sido una persona de parroquia”, así comienza su narración al preguntarle por cómo surgió su vocación al sacerdocio. Este joven de 32 años, natural de la pedanía murciana de El Palmar, ha vivido su fe siempre muy vinculado a las parroquias de su pueblo y al movimiento de Acción Católica General (ACG). Al igual que San Pablo, quiso transmitir la fe que a su vez recibió, y al ver el ejemplo de los catequistas de su parroquia quiso también él transmitirla a los niños. “Aprendí que yo era importante para el Señor, que contaba para Él. Me cuestionaba mucho el testimonio de mis catequistas y quería ser así”.
Asegura que el sacerdocio fue siempre un horizonte en su vida, pero creía que no era para él, sino para hombres más capacitados. En sus planes estaba el estudiar para conseguir un trabajo del que poder vivir y poder dedicar el mayor tiempo posible a su vida en la parroquia. “Quería que el trabajo fuera una mediación, no me preocupaba, sólo quería dar la vida por Cristo”.
Cuando comenzó a trabajar descubrió que no era tal y como había imaginado, el trabajo ocupaba más tiempo del que hubiera deseado. Fue en ese momento cuando surge la posibilidad de marcharse a Madrid como responsable nacional del área de niños de ACG. “En Madrid me cuestionaba la vida del consiliario, allí el Señor se convirtió en el eje vertebrador de cada jornada”. Conoció a una chica con la que estuvo saliendo dos años y fue en un momento de crisis cuando se planteó su vocación al sacerdocio.
Tras finalizar su trabajo en ACG en Madrid regresó a Murcia y se tomó un año para discernir su vocación. Y en septiembre de 2010 entró en el Seminario Mayor de San Fulgencio. “El Seminario ha sido una escuela donde he aprendido a ser de Dios: por la relación con Dios, a través de los sacramentos y la oración, y por el testimonio de los formadores y compañeros, que ha supuesto el 80% de mi vocación”, explica agradecido Jesús. “Uno no sabe cómo tiene que ser un cura, lo vas viendo. Ese rostro sacerdotal de Cristo se encarna en muchas caras. Para mí, el testimonio de mis compañeros ha sido fundamental. El seminario es el cenáculo donde uno está con el Señor para poder darlo a los demás”.
Ese joven que pensaba que eso de ser sacerdote le quedaba grande, afirma hoy que quiere ser “el cura que necesita la Iglesia, quiero ser sacerdote según el corazón de Dios, porque el ministerio no es mío”. Y cuando le preguntan por su ordenación explica a la gente que no necesitan invitación, “mi ordenación no es privada, yo soy para los demás”.
La mayoría de años de pastoral en el seminario la ha realizado con los seminaristas menores, pero también ha acompañado a los ancianos, en la residencia de ancianos María Campillo de Rincón de Seca, y ha colaborado con las Misioneras de la Caridad, donde asegura que “cada día que cruzaba la puerta de esa casa veía milagros.
Aunque su vocación se puede catalogar como de esas “tardías”, en ella ha tenido mucho que ver el Seminario Menor. Durante dos años fue monitor de los seminaristas menores y con ellos inició el tiempo del seminario interno. Y el año pasado fue nombrado, por el Obispo de Cartagena, formador del Seminario Menor de San José.
“Ha sido una gracia ver el principio de la vocación de estos adolescentes. Un testimonio grandísimo. He trabajado toda la vida con niños y jóvenes, me gusta poder mostrarles que todo en la vida tiene sentido desde Dios. La Iglesia tiene una gran responsabilidad en este sentido, de cuidar de estas vocaciones tempranas”.
Ser formador de seminaristas menores no estaba en sus planes, aunque asegura que ha sido “una de las gracias más grandes”. Su tarea como formador ha tenido que compaginarla, en este último curso del seminario, con sus estudios para enfrentarse al examen de Grado, que ha realizado hoy, y con la preparación para recibir el ministerio sacerdotal.
No entiende su ministerio sacerdotal si no es desde el servicio, de ahí su lema: “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27), y asegura que siente “un agradecimiento profundo a la Iglesia. Los seminaristas somos unos privilegiados porque la Iglesia nos ofrece un lugar donde formarnos y crecer y porque toda la Iglesia reza por nosotros”. Por ese motivo asegura que madruga sin esfuerzo para poder rezar por quienes lo hacen por él, “la Iglesia se merece que yo me tome las cosas con responsabilidad”.
Finalizado su examen de Grado y a las puertas de su ordenación sacerdotal –que será el próximo sábado, 18 de junio, a las 11:00 horas en la parroquia de Santa Rosa de Lima de El Palmar-, se retira hoy en la casa de ejercicios de Villa Pilar para pasar unos días en intimidad con Aquel que un día cambió todos sus planes para convertirlo en un sacerdote según su corazón.