Ecologistas en Acción ha señalado que muchos estudios cuestionan la eficacia para ahorrar energía de los cambios horarios que se realizan cada año en primavera y otoño[1].
Sin embargo, los trastornos que producen estas alteraciones de los ritmos vitales de personas y animales son evidentes.
Desde la organización ecologista se apuesta por campañas de ahorro y eficiencia energética que hagan ahorar energía todo el año.
Ecologistas en Acción señala que el cambio de hora en realidad no significa un ahorro energético. Red Eléctrica Española (REE)[2] estima un ahorro en el consumo eléctrico entre el 0,1% y el 0,5%, en coincidencia con el estudio holandés Research voor Beleid de 1998, realizado para la Comisión Europea. La propia Comisión valoró el ahorro como “relativamente modesto” en el año 2000, mientras que REE lo considera no relevante y su presidente, Luis Atienza, calificó en 2008 el ahorro de insignificante. “Todo ahorro energético, por pequeño que sea, es bienvenido”, señala una fuente comunitaria, conocedora de las fuertes reservas de algunas asociaciones ciudadanas de Francia y Bélgica contra el cambio horario.
En el lado contrario, diversos estudios estiman que el mover las agujas del reloj dos veces al año no implica necesariamente ahorro de energía. Cuando en otoño se retrasa el reloj, empresas y familias (si madrugan) necesitarán una hora menos de iluminación. Si son negocios de horario matutino el ahorro existe. Sin embargo, las familias se encontrarán con que llega la oscuridad una hora antes de lo habitual, y dado que la rutina horaria se mantiene, gastarán por la tarde esa hora de iluminación ahorrada (o no ahorrada) por la mañana. En cuanto a las empresas y oficinas que trabajan después de las 18 horas tampoco habrán ahorrado, mientras que muchos comercios abren a las 10 y no ahorran por la mañana, pero requerirán una hora más de iluminación por la tarde, con lo que el cambio de hora les perjudica.
Calidad de vida y salud
Otro aspecto que muchas veces no se tiene en cuenta es que para los seres humanos, animales domésticos y la ganadería, el cambio de hora es una agresión al organismo, el cual debe reequilibrarse. En humanos, afecta de manera acusada a los más pequeños, más apegados a su ritmo biológico. Para ellos “el cambio de una hora es demasiado brusco y afecta su ritmo biológico, especialmente a comidas y sueño”, afirma Nieves Beauchemin[3].
Para el Dr. Santiago Casares Pérez[4], de los tres relojes existentes –el biológico, el solar y el oficial– el biológico, el del organismo, es el único reloj verdadero para nosotros. Según este doctor, debido a los cambios de hora, “se produce un incremento de casos de patología psiquiátrica, ansiedad, depresión, trastornos del sueño y la alimentación, falta de concentración, irritabilidad, fatiga crónica, problemas cardiovasculares y mayor incidencia de accidentes laborales y de tráfico”.
Coincide con este diagnóstico el Dr. Ricardo Ros, psicólogo experto en ansiedad y estrés, para quien los cambios de hora crean un desorden biológico, que conlleva aumento de sueño o letargo diurno, desgana, falta de energía, expectativas negativas, decaimiento y alteraciones en el apetito. Los efectos adversos son conocidos por la Comisión Nacional de Energía, que cuenta con un estudio sobre los efectos del cambio de hora, de febrero de 1997[5], en el que el Dr. Félix Jacob señaló que el cambio de hora generaba en las personas el denominado Síndrome General de Adaptación.
¿Por qué, entonces, se mantiene el cambio de hora?
Por inercia, porque lleva muchos años haciéndose[6], y gobernantes y gobernados temen los cambios. Se mantiene como tradición, como un rito. Simboliza que gobernantes y gobernados se preocupan por ahorrar energía, y como prueba de ello están dispuestos a sacrificar su ritmo vital. Sin embargo, no harán mucho más para ahorrar energía pues con cumplir el rito ya se sienten liberados.
El Estado pone en marcha los medios informativos propios y privados para anunciar los cambios de hora 2 veces al año. Si hiciera uso de esos medios para difundir programas educativos y preventivos (por ejemplo, campañas de ahorro energético temáticas y amenas) a buen seguro podrían obtenerse unos beneficios asombrosos que no se logran con el simple cambio de hora.
Ahorrar y hacer ahorrar energía debe ser una obligación de las Administraciones Públicas, quines deben convertirse en ejemplo a seguir, y desarrollar campañas y diferentes métodos de incentivación de mejoras en eficiencia y ahorro energético, tanto en empresas como en los hogares.
Cambiar de hora no produce ahorro neto económico o energético, pero sí distrae de políticas serias de ahorro. Es hora de dejar seguir su propio ritmo a nuestro organismo y empezar a desarrollar políticas serias que frenen el derroche energético.
[1] Un equipo de la Universidad de California, en Santa Bárbara, estudió durante 3 años la factura de la luz de 250.000 hogares de Indiana. Concluyeron que el adelanto en primavera de 1 hora aumentó sus facturas en 8.600 millones de dólares anuales.
[2] Datos extraídos de Red Eléctrica Española, REE, www.ree.es
[3] Directora de la carrera Educación de Párvulos de ENAC.
[4] Santiago Casares Pérez, especialista en medicina interna y experto en Cronobiología (estudia la influencia existente entre el giro de la Tierra sobre la luz, la temperatura y los ciclos hormonales inducidos en el organismo). La melatonina epifisaria y otras hormonas hipofisarias se producen rítmicamente de acuerdo a este giro de la tierra y con ello las funciones orgánicas (tensión, respiración, vigilia, alimentación, defecación etc.) oscilan también durante 24 horas. Se regula por ciclos llamados circadianos, de 24 horas y 20 minutos que dependen directamente de la rotación de la Tierra. www.medspain.com (revista médica pionera en Internet de la que es redactor jefe) y www.nuevainglaterra.com
[5] Publicado en The New England Journal of Medicine 30-10-2008.
[6] El cambio de hora se inició en la I Guerra Mundial, con el objetivo principal de ahorrar carbón. Luego se abandonó la práctica entre 1950 a 1973. El cambio horario se retomó en España y Europa tras la crisis del petróleo de 1974, argumentando ahorro energético. Desde entonces los países europeos atrasamos y adelantamos el reloj año tras año, aunque el eterno debate está cada vez más en boca de más colectivos y ciudadanos: ¿realmente se ahorra energía con el cambio horario?