Hoy se ha marchado un buen amigo y un gran compañero. Durante demasiado tiempo una sombra de fatal destino vagaba entorno nuestro, pero no por ello la pérdida ha sido menos dolorosa.
Con Angel ha desaparecido una persona que entregó toda su vida al Servicio Público, alentando desde su faceta de profesor y de político nuevos avances, cambios innovadores, proyectos capaces de ilusionar a cuantos le rodeábamos.
Yo he tenido la suerte de compartir con él buenos y también amargos momentos a lo largo de nuestra vida en política, y si tuviera que destacar algo de su personalidad sería la racionalidad y perspicacia con la que afrontaba las circunstancias de cada momento.
Esa serenidad imperturbable, colmada de ironía, que siempre nos hacía sonreir, aún en los momentos más complicados. De su paso por la Delegación del Gobierno no sólo yo he heredado el resultado de un impecable y tenaz trabajo, conmigo toda la ciudadanía murciana, pues a nadie es ajeno su empeño en resolver problemas endémicos de nuestra Región que gestionados en silencio y con absoluta prudencia hoy comienzan a dar sus frutos.
Pero más allá del lugar o escalón social donde si situará, tras ese hombre culto y trabajador, había una persona tremendamente sensible y rebelde ante las injusticias, siempre del lado de los más débiles, humano y condescendiente, como sólo puede serlo alguien que desde su propio sufrimiento ha aprendido a perdonar y a buscar en la vida lo mejor de cuantos se le acercaban. Conocerle ha sido un privilegio y un honor para mi, algo por lo que siempre le estaré agradecido.