Durante la infancia, la música juega un papel crucial en el desarrollo cognitivo y emocional. Los estudios han demostrado que los bebés son sensibles a los ritmos y tonos desde su nacimiento e incluso antes, canciones de cuna y melodías suaves no solo calman, sino que también estimulan el desarrollo del cerebro, ayudando a mejorar habilidades como la memoria, la atención y el lenguaje.
Además, el aprendizaje musical temprano, como tocar un instrumento o participar en actividades rítmicas, fomenta la conexión entre hemisferios cerebrales. Esto refuerza habilidades como la coordinación motriz, el pensamiento lógico y la creatividad. Por otro lado, la música también desempeña un papel social, los niños que cantan juntos desarrollan empatía, habilidades de cooperación y confianza mutua.
En la adolescencia, la música se convierte en un refugio emocional y en una herramienta de autodefinición. A través de sus letras y géneros favoritos, los jóvenes exploran su identidad, canalizan emociones intensas y encuentran sentido de pertenencia en grupos que comparten gustos musicales. Los géneros que prefieren los adolescentes suelen reflejar sus estados de ánimo y experiencias. Por ejemplo, las canciones melódicas pueden ayudarles a procesar la tristeza, mientras que ritmos energéticos como el rap o el rock refuerzan sentimientos de poder y rebeldía. Además, la música, a menudo asociada a bailes o conciertos, es un medio para socializar y crear vínculos duraderos en el tiempo.
Cuando son adultos, la música sigue siendo una poderosa aliada para el bienestar emocional y la productividad. Escuchar música relajante puede reducir el estrés al disminuir los niveles de cortisol, mientras que ritmos más dinámicos pueden aumentar la motivación y el enfoque en tareas laborales o físicas. Para muchas personas, la música también actúa como un ancla emocional que conecta con recuerdos significativos. Canciones especificas pueden evocar momentos felices, relaciones pasadas o eventos importantes, fortaleciendo la memoria autobiográfica, esto explica por qué la música es ampliamente utilizada en terapias contra enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, donde las melodías familiares logran activar áreas cerebrales asociadas con la memoria y la emoción.
En la tercera edad, la música sigue proporcionando alegría y consuelo. Para muchos adultos mayores, las canciones de su juventud no solo traen recuerdos, sino que también les permiten mantener un sentido de identidad y pertenencia. Además, la musicoterapia es una herramienta invaluable en esta etapa, ayuda a combatir la soledad, reduce la ansiedad y mejora el estado de ánimo, especialmente en personas con enfermedades crónicas, incluso aquellos con dificultades para comunicarse verbalmente, como pacientes con demencia avanzada, suelen responder emocional y físicamente a la música, mostrando que su impacto trasciende las barreras del lenguaje y la cognición.
Independientemente de la edad, la música tiene la capacidad de unir a las personas. Es un medio de expresión que trascienden las palabras y permite compartir emociones y experiencias de manera colectiva. En contextos culturales, la música fortalece tradiciones, mientras que, en entornos terapéuticos, fomenta la sanación. La influencia de la música en las personas es innegable y multifacética, desde estimular el desarrollo cerebral en la niñez hasta acompañar recuerdos en la vejez, la música es un elemento esencial para el bienestar humano, más que entretenimiento, es una forma de conectar con uno mismo, con los demás y con el mundo que nos rodea.
CONCHI BASILIO