Regeneración politica

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Regeneración politica

La corrupción política es una triste realidad que requiere de un diagnóstico que vaya a sus raíces y ofrezca soluciones concretas que minimicen al máximo su propagación. De lo contrario, la sociedad irá degenerando, produciendo el consiguiente dolor y sufrimiento a muchas personas y familias, empezando por los más frágiles y vulnerables.

La corrupción política es la punta del iceberg de un tipo de sociedad, conformada por una mentalidad que no solo tolera las corruptelas, sino que parece admirar incluso a aquellos que las llevan a cabo. España tiene particularmente arraigada esa actitud picaresca, como nos escribieron magistralmente desde sus plumas nuestros grandes del Siglo de Oro. Francisco de Quevedo, en su Vida del Buscón, en muchas de sus pasajes y a través de sus personajes nos lo ha dejado en bandeja de plata remitiéndonos a la situación actual, y porque es esa la mentalidad social que produce y tolera la corrupción y la injusticia hasta límites agotadores.

Sin duda alguna estamos ante un problema moral y, cuando una sociedad genera y tolera tal pasión, lo que necesita es una regeneración. Si no se regenera, la situación va resquebrajándose, las estructuras se van demoliendo, y el Derecho no puede hacer valer su fuerza coactiva para imponerse al haber perdido su legitimidad. Horacio, poeta romano, ya afirmaría que las leyes, si carecen del respaldo de las costumbres, vanas son. Y somos tan ilusos que hemos llegado a pensar que el Derecho, creado por el Estado, puede y debe arreglarlo, grato error.

Maquiavelo será el primero en desligar la política del bien común. La auténtica preocupación política de Maquiavelo fue la formación de un estado moderno, proponiendo poner todo al servicio de tal objetivo. Como sabemos, "el fin justificaría los medios" y, en consecuencia, lo primero que debía procurar el político, el gobernante, sería mantenerlo en la medida de lo posible. Ante tal visión, que se sirve del Derecho como instrumento legitimador de cualquier decisión o ley, tal como defendería también Rousseau, es una aniquilación hacia la sociedad, abriendo los portones a los abusos en el ejercicio del poder.

El poder político es necesario, pero su ejercicio abusivo daña, corrompe y destruye el tejido social. Y si toleramos en pequeños, medianos o grandes porcentajes es porque, o estamos corruptos en grandes proporciones, o no somos lo suficiente maduros, careciendo de espíritu crítico y de capacidad para pensar por nosotros mismos. La falta de verdad, el trapicheo monetario, la discriminación, injerencias en libertades fundamentales y otras son los primeros olores donde se denota tales factos.

H. L. Mencken, nos advertía que la regeneración política no es posible sin tener en cuenta los cuatro puntos mencionados anteriormente y, por consiguiente, no estaríamos ante una clase política, sino meros ideólogos y demagogos que predican doctrinas que saben de sobra de sus falsedades y personas muy lejos de la sensatez. Todo un delito político. El día que la clase política no pueda tratar a la ciudadanía como insensatos, idiotas, es posible que se haya logrado tal regeneración política. Y si les parece bien, esta tarea pertenece a todos.

MARIANO GALIÁN TUDELA

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