Entre la Protección y la Equidad: Repensando la Ayuda a MENAs y Familias Vulnerables

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Entre la Protección y la Equidad: Repensando la Ayuda a MENAs y Familias Vulnerables

En un intento por fortalecer las medidas de acogida y protección para los menores no acompañados en nuestro país, el gobierno español propone destinar 3000 € mensuales por cada menor a las comunidades autónomas. Esta cantidad, aún no implementada, está pensada para garantizar que los MENAs reciban un cuidado adecuado y que sus necesidades básicas sean cubiertas en los diversos centros de acogida. Sin embargo, la introducción de esta medida suscita inquietudes significativas sobre cómo estos fondos serían administrados y quiénes serían los principales beneficiarios.

Es preocupante observar que la falta de transparencia en la administración de fondos públicos no es un tema nuevo ni menor. Hay evidencia que sugiere que, en varios casos, estos recursos no están siendo utilizados para el máximo beneficio de los MENAs, sino que terminan beneficiando más a los operadores de los centros. Además, en nuestra comunidad murciana, existen informes sobre un manejo no lícito de los fondos, donde terceros parecen beneficiarse de manera que suscita sospechas de corrupción y mal uso del dinero destinado a proteger a los menores.

Mirando más allá de los centros de acogida, en regiones como Murcia, encontramos familias que enfrentan extremas dificultades económicas. Muchos hogares con varios hijos luchan por sobrevivir con recursos extremadamente limitados, a menudo en situaciones de desempleo y sin acceso a ayuda suficiente. Estas familias, que son parte integral de nuestra comunidad, recibirían un alivio significativo si tan solo una fracción de los fondos destinados a los MENAs se redirigiera hacia ellas.

La propuesta es clara y directa: si redistribuyéramos la mitad del apoyo económico que se propone para cada MENA, es decir, 1500 €, y lo ofreciéramos a familias españolas en situaciones vulnerables, estaríamos no solo haciendo un uso más justo de los recursos públicos, sino también expandiendo nuestra red de apoyo a más ciudadanos que lo necesitan urgentemente. Este alivio económico podría significar la diferencia entre la subsistencia y una vida digna para muchas familias.

Al plantear esta redistribución, no estamos sugiriendo que debamos desatender las necesidades de los MENAs. Al contrario, es crucial seguir apoyándolos, pero con un sistema que garantice que cada euro destinado a ellos se use de manera eficaz y transparente. Debe existir un equilibrio entre cuidar de los menores no acompañados y asegurarnos de que nuestras propias familias no queden desamparadas.

Es hora de abrir un debate serio sobre la gestión de estos fondos. Necesitamos estructuras de control más rigurosas y políticas que no solo prometan, sino que realmente entreguen resultados. La transparencia debe ser la piedra angular en la administración de la ayuda, y la rendición de cuentas, una práctica habitual, no una excepción.

Reconsiderar cómo distribuimos la ayuda gubernamental no es simplemente una cuestión de recursos, sino de justicia social y equidad. Solo mediante un enfoque equilibrado y reflexivo podemos aspirar a construir una sociedad que realmente proteja y promueva el bienestar de todos sus miembros, sean MENAs o familias murcianas en desventaja económica.

M. A. Nicolás 

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