Las alianzas, desde hace mucho tiempo ya, se hacen por intereses comunes más o menos temporales y por unos pocos países que se disputan el liderazgo mundial, pero tratan de que la "clase media" geoestratégica, conformada por esos países que ellos consideran actores secundarios, adopten solo el papel de meros observadores, con poco o prácticamente nada que decir, ni siquiera ya como bisagras en la toma de decisiones.
En este sentido, Israel parece jugar un papel importante en el resultado de las estrategias fuertes de esos países con poder de decisión… por ahora. Porque un actor como Palestina puede conseguir darle la vuelta a una confrontación, como la que actualmente se está llevando a cabo en aquella innombrable zona, al más puro y clásico estilo "David contra Goliat" y ser capaz de conciliar la sensibilidad de aquellos otros países, entre los que se incluyen aquellos Estados que, en apariencia, lo que opinen, poco o nada importa a los líderes que pugnan por alcanzar la hegemonía mundial.
Si esto llegara a suceder, ninguno de los dos contendientes tendría muchas posibilidades de sobrevivir. Y si uno de ellos lo hiciera, supongamos Israel, tampoco su diáspora ni sus alianzas internacionales le aseguran una supervivencia a largo plazo como nación.
Con la guerra de Ucrania y Rusia como telón de fondo, con un goteo incesante de amenazas del uso de armas nucleares si, llegado el momento, a alguien se le calienta de más la lengua, una TERCERA se asoma cada vez más a las puertas de las casas de toda Europa, acostumbrada a pensar que pinta algo en el patio trasero del mundo y en realidad solo es el equivalente a un niño que, cansado de jugar a la pelota ahora se sienta solo con un libro a leer en voz alta, confiando en que alguien le va escuchar.
Si algo ha demostrado la actual tendencia social hacia la interconexión y el uso de todo tipo de tecnologías de la información y de la comunicación, es que cualquier cosa que se haga, o se diga, en el polo opuesto del globo terráqueo afecta al resto. El famoso aleteo de una mariposa. Es verdad que no por igual. Pero la incesante sensación de que todo puede desmoronarse por la caída de una ficha de dominó, perturba a no pocos estudiosos del mundo de la inteligencia estratégica y de la política internacional y al final, las decisiones que se toman en caliente, son las que peor resultado dan. Alguien tiene que decirlo: la masacre nazi como excusa para imponer la fuerza contra Palestina, ya no es un argumento de peso para todo buen israelí que se precie de ser persona y practicar el judaísmo.
Alguien tenía que decirlo: la masacre nazi que provocó la mayor diáspora judía internacional ya no es excusa para el expolio de los territorios, cada vez más ocupados, de Palestina. El dinero en manos judías que, gracias a la tan nombrada diáspora mundial, ha sufragado tantas y tantas alianzas políticas, campañas electorales y armas de todo tipo, por todo el globo terráqueo, ya no es excusa para mirar hacia otro lado. Alguien tenía que decirlo: mientras el pueblo israelí siga comportándose como una víctima del genocidio nazi, nunca se acabará la diáspora. Pero es su misma actitud la que parece dar a entender que es precisamente eso lo que no quieren que ocurra porque, parece que vivir de la diáspora y de los efectos a largo plazo del nazismo, todavía sale rentable, moral y éticamente, a los dirigentes israelíes.
Alguien tenía que decirlo: el gobierno de Israel, con sus líderes al frente, debe dar explicaciones por las matanzas cometidas contra los Palestinos. Pero también debe haber un juicio sin cuartel contra el terrorismo de Hamas. En Israel y en Palestina, viven más pueblos que los judíos y árabes. Y si no son capaces de ponerse de acuerdo entre ellos, para tratarse como iguales y protegerse y cuidarse como si de una pareja enamorada hablásemos, nunca habrá paz para las ideologías. Ni para israelíes ni para palestinos… ni para cristianos ni para ortodoxos. No en esa región. Y alguien tiene que decirlo.
Ni Hamas está conformada por todo el pueblo palestino, ni todo el pueblo de Israel quiere masacrar y echar de Palestina a su gente. Solo los políticos tienen la culpa de las decisiones políticas. Ya es hora de pensar y actuar, de tomar decisiones políticas de altura mundial. Y esas decisiones solo pueden tomarse en una mesa con todos los bandos implicados sentados en ella, no solo con palestinos e israelíes. Cuando los políticos se sienten y entre todos decidan cómo conformar un único Estado-Nación en el que confluyan todas las ideologías y religiones, sin enfrentamiento armado, la política con mayúsculas tendrá un valor verdadero y habrá triunfado más allá de la guerra.
La solución no está en el exterminio de uno u otro bando. De ambos en un momento dado. Ya no sirven soluciones como la "Transdemocracia" o la formación de un "Estado binacional" o la aplicación de otros inventos político-sociales. La creación de dos Estados, uno Palestino y otro Israelí, tampoco es viable y menos en un territorio disputado por tantos a la misma vez.
Y aunque Clausewitz afirmó que "la guerra es una mera continuación de la política por otros medios…, …un verdadero instrumento político…" ahora estamos en condiciones de afirmar que el terrorismo no se sino el fracaso de la política y, en último término, de la guerra. Es también la consecuencia directa del fracaso de la diplomacia y de la guerra abierta y legalmente declarada. O en otras palabras, el terrorismo no es sino la guerra pero por otros medios, un instrumento político vacío de los más elementales valores y principios de dignidad, Derecho y honor, con un plus de crueldad innecesario. Y en el caso que nos ocupa es el ejemplo claro de que la confrontación armada entre palestinos e israelíes, en forma de terrorismo o de guerra fracasó. Lleva fracasando desde el principio del conflicto. Lo lleva haciendo desde el principio de los tiempos. Y seguimos sin aprender de nuestros propios errores.
Parafraseando al general prusiano, lo que obliga a una nación a la rendición, alienta a la a la otra nación a la resistencia mas encarnizada. Por tanto, si realmente queremos terminar con el terrorismo y con el conflicto, continuar con el enfrentamiento armado tampoco parece una solución ni siquiera a largo plazo. Es imperativo innovar, inventarse una solución distinta. Y esa solución podría pasar por algo tan sencillo, o tan complicado, como la aceptación mutua. Solo desde el conocimiento y la asunción de esta realidad, podrán ambas partes perdonarse siglos de masacres y avanzar juntos por una paz común y un futuro mejor. Aceptación en todos los planos: político, religioso, cultural… pero sobre todo humano.
Y alguien tendría que decirlo…