Detrás de tanto engaño político, financiero y rastrero, a la zaga de esta barbarie de batallas culturales, en pos de tantos derechos fundamentales como los que enarbolan estos días desde Francia, recordándonos a Herodes el Grande en la matanza de los inocentes, ante el desquicio descomunal existente en España y en Occidente, si saltan ustedes la valla, desde sus razonamientos sensatos, lo único que se encontrarán es una gran crisis intelectual y moral. Así de claro. El gran problema de Occidente es el que no se desea reconocer. Lo peor que nos puede suceder es no saber lo que podemos suplir y, peor aún utilizar el verbo "engullar", muy propio de estos tiempos.
Echemos un vistazo a los síntomas. Hemos pasado por diversos calvarios de altura: el ataque terrorista a las Torres Gemelas sería el aldabonazo y no han transcurrido muchos años cuando nos aflige, a unos más que a otros, hondas crisis económicas y políticos de felpudo mediocre. Sobre la crisis doméstica: la matanza de los inocentes y la eutanasia. Podríamos seguir y, aún así, la crisis que nos encontramos, la de España, va paralela a la de Europa, la de Occidente. Grandes pensadores españoles olían desde lejos lo que se avecinaba. Uno de ellos, Ortega y Gaset, desde la década de los veinte del siglo pasado ya nos hablaba de la citada crisis: buscamos un nuevo tipo de ser humano dentro de una ciénaga. Por otro lado, Rémi Brague, en "El reino del hombre", en pleno siglo XXI sigue con los mismos argumentos. Buscamos el hombre-masa en rebeldía al contrario de buscar instancias muy superiores a las que hoy se nos vende.
De todas maneras, la barbarie interna de cada persona es la que es preciso esclarecer. Es difícil de diagnosticar, pero no lo más difícil de combatir. Los problemas del bien y del mal parecen haber pasado de moda. Un tema es el pluralismo en el que vivimos y otro el Babel donde deseamos permanecer. Así, estamos cercanos a vivir en dos Europas, lo que sería lo mismo que la defunción de Europa y tal discordia radical solo es superable acudiendo a lo que, desde sus orígenes, ha sido el ser y la razón de nuestro continente. La concepción moral que nos invade, que vive cerca de nuestras sienes, es una especie de amalgama entre hedonismo, relativismo, utilitarismo y emotivismos éticos. Este conglomerado, más que una moral, es un atentado contra la misma moral y de ahí todos los flecos que nos han nacido en las esquinas de nuestra Europa.
Abrir las puertas al subjetivismo y, con él, la afirmación de la soberanía absoluta del individuo ha sido una gran carcoma. Con ello, con tal nefasto alimento surgiría las trabas a la libre expansión de nuestros deseos vitales a cambio de un camino de servidumbre. Hemos llegado a pensar erróneamente que la libertad es suprimir disciplinas y deberes, donde los errores morales obtienen el castigo a través de sus propias consecuencias. Liberado de toda atadura, el hombre, la mujer, empieza a comportarse como un bicho electrificado, un bicho que aspira a caminar a cuatro patas en vez de a dos. Hemos invertido el orden jerárquico de los valores por otros inferiores a los que adoramos como absolutos, y los más valorados, menospreciados como relativos. En este sentido, hemos de hacer una afirmación: Europa es el problema, y Europa es la solución. Si la crisis es moral, también lo es la filosófica, donde nuestros males proceden de la dichosa soberbia, y que su sumisión reside en la sumisión de las personas a la disciplina de los deberes, esto es, a una instancia superior. ¡Qué bien lo hizo el Sr. Rajoy ladeando todos estos menesteres sobre el mundo de las Humanidades! Nuestra crisis no consiste en la emergencia de una nueva moral y, volviendo a Ortega y Gasset, nos diría: "Esta es la cuestión: Europa se ha quedado sin moral. No es que el hombre-masa menosprecie una anticuada en beneficio de otra emergente, sino que el centro de su régimen vital consiste precisamente en la aspiración a vivir sin supeditarse a moral alguna".
No cabe duda de que, en este pastizal, hoy más que nunca, el Humanismo Cristiano tiene mucho que decir y hacer reflexionar. Las grandes crisis de hoy son crisis de hombres y mujeres desvanecidas, sin rumbo, desquiciadas y propensas a que el primer viento que pase se haga con ellas.
¡Qué buena argumentación para tener en cuenta hacia los próximos comicios europeos del próximo 9 de junio!
MARIANO GALIÁN TUDELA