“La infancia en un pequeño negocio”

Autor:

“La infancia en un pequeño negocio”

Según la bodega de datos y desdatos de Internet existen en España 2.924.303 pymes. Es decir, casi tres millones de familias, al menos, que viven y sobreviven de un pequeño-mediano negocio. 

De ellas 1.124.724 son microempresas. También 1.616.095 microempresas sin asalariados. La realidad, nos diría el viejo maestro Ortega, que tantas generaciones están inspirándose/chupando/recreándose en él, aunque pocos lo dicen, siempre citan a la generación del veintisiete, algunos a las del cincuenta, algunos a los de la Transición en los terrenos del articulismo. Pero que muchos, se inspiran, según mi modesto parecer de los Cavía, Camba, Ruano, Umbral, Ortega, Unamuno, D´Ors, Plá, Cunqueiro y otras decenas de nombres. Bueno, pues de Ortega se toman a raudales, ideas y conceptos e imágenes y metáforas… todo el articulismo español –dirán que yo también, yo también, es cierto, pero en mi adolescencia, y, supongo que ese poso, tan profundo, en aquella época de Unamuno y Ortega continuará…-. 

La realidad, que tiene muchas perspectivas, dimensiones, ópticas interpretando a Ortega, como decíamos ayer, en términos de Fray Luis de León, es que raramente se cita, a los vástagos, hijos, descendientes que están jugando desde niños o niñas, por los pequeños negocios de los padres. Van pasando las lunas y van creciendo, al menos, en altura y edad, no sabemos si en sabiduría. En algunos casos, también estuvieron en esos negocios familiares, si la madre trabajaba en ellos, total o parcialmente, en las barrigas, desde las pocas horas de haber sido engendraros. La realidad es que en los negocios pequeños, en los familiares, raramente se indica y se describe y narra esta parte de la ecuación. 

El “mono” que va al negocio en el vientre de la madre, que después, posiblemente, algunos días o muchos días, está en el cochecito, a veces, en una cuna en algún rincón del establecimiento, y van pasando los años y subiendo la altura, y, van jugando y rejugando, hasta que llegan a adolescentes, estudian o trabajan, y, si trabajan lo vuelven a hacer en el negocio familiar o buscan otra realidad laboral… 

Supongo que esas experiencias quedan en la mente infantil, sea de niño o sea de niña, cuándo su padre o su madre o ambos se marchan al laboreo y trabajo y a la vida y a la supervivencia. Puede ser que camine hacia la oficina, hacia el campo, hacia la luna o hacia el sol. Hacia un negocio propio o de varios socios, o hacia una labor que el capital sea de una multinacional o se del Estado, sea la función pública. Pero pocas veces, nos fijamos y describimos, a esos niños o niñas, que posiblemente, tengan que ir muy temprano a la guardería, algunos de pocos meses, algunos de pocos años… Algunos están en un cuarto al lado de la madre, porque es un negocio familiar y personal… 

Decía el viejo Marx, que la economía es o era o será la infraestructura básica de la que dependen todas las superestructuras. Quizás, la labor laboral de los progenitores, condicionan, no solo la vida y existencia de los vástagos y descendientes, no solo a nivel de bolsillo, sino a nivel de psicología, sociología, antropología, metafísica y todos los demás parámetros. Quizás, dos niños o dos personas mayores, que hayan tenido sus progenitores trabajos similares, tengan más puntos en común, que si han sido diversos o diferentes. Quizás, los pequeños negocios, que para muchos, son o suelen ser personas más nerviosas, que otras personas que mueven el hilo y la azada en otros menesteres, porque al final, un pequeño negocio, depende de tantos factores, si del tiempo, si del barrio dónde esté instalado, de la actividad, de la cuestión política, de las crisis de todas las formas, del fallecimiento incluso del que esté al mando de toda la sociedad, de la propia inteligencia del detentador de esa producción, de los errores morales o aciertos del progenitor o progenitora… 

Hoy, quizás, en esos pequeños negocios, nos tendríamos que acordar de esos pequeños niños y niñas, que desde el vientre de la madre, empezaron a estar e ir al negocio dónde la madre se instala –esto sucede en todas las mujeres y damas y señoras y señoritas que trabajan-, y, después si es un negocio personal o particular, en muchos casos, desde tempranas horas, también se instalan en un pequeño lugar de dicho establecimiento. Más tarde, o pasa primero por la guardería o, primero por el negocio y después a la guardería y a la escuela. Cuándo pasan los años, y, el niño le van creciendo los pies, si el negocio está abierto y está cercano a la escuela o a la casa, el niño o niña con su cartera y sus pequeñas alegrías y pequeñas penas se pasará a ver a su padre o a su madre o a ambos… 

Es cierto que los pequeños negocios de hoy, no son los mismos que los de hace treinta años, los de hace cincuenta o sesenta años. Pero quizás, esos niños, tengan ahora diez o treinta o cincuenta o setenta años, recuerdan, siempre recuerdan aquellos días, meses, años, que desde casi su nacimiento hasta la adolescencia fueron por esos lugares. Algunos, después estudiaron otras cosas. Algunos después volvieron a retomar y ayudar en el pequeño o mediano negocio, y, algunos, siguieron con/en el mismo río y mar… 

Pasan los tiempos, pero esos niños y niñas ya adultos, ya ancianos, vuelven a mirar/recordar/rememorar los ojos de sus padres o sus madres detrás de un escaparate, una toldo, un puesto… vendan o hayan vendido bocadillos o tomates o periódicos o churros o…  

“La infancia en un pequeño negocio” - 1, Foto 1
Murcia.com