Alvarito era un chico que lejos de hacer honor a su nombre, ya que no era bajito, superaba el metro ochenta y cinco de estatura, contaba con un escultural cuerpo esculpido a diario en el gimnasio y una apropiada alimentación. Tenía diecisiete años y detrás de él había una historia singular, en la que tiempo atrás no le gustaba que le llamaran con el diminutivo.
Era el mayor de tres hermanos y desde siempre había parecido el menor. Miguel y Joaquín sus gemelos, tenían dos años menos que él, pero pronto lo superaron en estatura. Los tres eran estupendos nadadores, pasión que habían heredado de sus padres, quienes desde bebés los habían llevado a clases.
El entrenamiento se convirtió en una rutina que había continuado en el tiempo y que mantenía en forma a toda la familia, él tenía una buena técnica pero no le hacía gracia ir, se mostraba perezoso, siempre renegaba y ponía excusas para intentar faltar.
En casa ,además de Ami una Border Collie negra y blanca a la que prácticamente le faltaba hablar, había un miembro más, MiKi la hermana mayor de mamá, que vivía con ellos.
Era una enamorada de la alimentación sana y natural. Tenía bastante tiempo libre, lo dedicaba a cultivar en el huerto que habilitó en el jardín. Investigaba sobre cultivo ecológico, elaboraba insecticidas caseros para eliminar plagas en plantas, usaba insectos para controlar plagas. Conocía propiedades de especies y usos terapéuticos de las mismas.
Preparaba tisanas riquísimas, aromáticas y digestivas que endulzaba con diferentes tipos de mieles según la finalidad que pretendía conseguir.
Cariñosamente sus sobrinos la llamaban la tita ¨hierbas¨. Se esmeraba tanto en el cultivo como en la cocina, donde preparaba deliciosos platos en el horno moruno del porche. Un capricho que le había regalado su cuñado con motivo de la jubilación. Hacía pan a diario de semillas y harinas que por entonces ni se conocían.
Lo cierto es que todos devoraban con ansia lo que preparaba. A todos los vecinos les llamaba la atención el agradable y apetitoso olor que salía del dúplex 43, al que llamaban ¨ la casa de los aromas¨.
Una fría tarde de febrero, años atrás, la familia atravesó unos duros momentos. Alvarito contaba entonces con 9 años.
Al regresar de la piscina se había quejado de dolor de cabeza, mucho sueño, algo de mareo que sus padres achacaron al duro entrenamiento, ya que estaba preparando un campeonato y el monitor le había dado caña ese día.
Justo antes de la cena, después de una de las continuadas broncas con sus hermanos, en las que como siempre, sus padres mediaban con infinita paciencia, Alvarito, se desató en uno de los tantos ataques de irritabilidad que solía tener.
Después se repetía el ritual: La tita Miki, acariciaba su espalda dibujando figuras a modo de masaje, a la vez que le susurraba al oído su código secreto , que nadie más que ellos conocía… Era lo único que conseguía hacerlo entrar en calma y relajarlo.
Lo invitó a que terminara las tareas del cole.
No llevaba más de diez minutos sentado ,cuando de repente cayó al suelo, dio un golpetazo tremendo, comenzó a convulsionar, temblaba y llegó a perder la conciencia. Entró en shock.
Gracias a la rápida actuación y conocimientos de la tita, logró estabilizarlo. Había trabajado como enfermera en el servicio de urgencias del hospital local toda la vida.
Tras unos días de hospitalización, pruebas e incertidumbre regresó a casa, con un diagnóstico que ahora explicaba tantas cosas… La pérdida de peso, hambre voraz a todas horas, necesidad de orinar frecuentemente, mayor cansancio que sus hermanos, pereza, rabietas continuas, irritabilidad, que por entonces pensaban que era porque sus hermanos le chinchaban llamándolo ¨ peque¨ y por la complicidad que tenían los gemelos que se aliaban haciéndolo rabiar. Miki, se sintió fatal, se culpabilizó por no haber advertido los signos tan evidentes que había visto tantas veces en su trabajo y podía haber tenido graves consecuencias para su sobrino… ¡No se explicaba como había ¨ estado tan ciega¨, lo había tenido ¨delante de sus narices¨ y no lo detectó! Alvarito había debutado como diabético, con una diabetes tipo 1.
Afección por la que su cuerpo no producía insulina y que no tenía cura.
Fue abrumador al principio. Un duro golpe que costó encajar a toda la familia. Pronto cambiaron lamentos por agradecimientos.
Se eliminó el riesgo de padecer otros trastornos autoinmunes, como enfermedades de tiroides y enfermedad celíaca, frecuentes en niños con esta enfermedad.
¡Menuda tranquilidad! La tita, jugó un papel fundamental, era una gran suerte tenerla en casa: Le enseñó a mantener un buen control de la glucosa sanguínea ,uso del glucómetro, le inculcó la importancia de llevar una alimentación saludable, hacer actividad física regular y que entendiera que no era una tortura, sino que era necesario para su salud.
Junto con Ami, daban largos paseos y se contaban confidencias por la urbanización. Miki siempre había sentido predilección por el mayor de los tres hermanos, era su ojito derecho.
Le explicaba con cariño términos que debía conocer como:
• Insulina de bolo o acción rápida: que debía ser administrada justo antes o después de la comida para controlar los niveles de azúcar en sangre.
• Insulina basal: que se administraría con acción intermedia para mantener estables los niveles de azúcar por la noche y entre las comidas.
• Régimen basal-bolo: insulina de acción rápida que se administraría justo antes de comer e insulina de acción prolongada que ajustaría una o dos veces por día según fuera necesario.
Lo llevaba a los rutinarios controles al hospital y jugó un papel fundamental tanto en la monitorización continua de la glucosa como en la calibración de los niveles y sobre todo su apoyo psicológico y moral más importante.
Le implantaron la bomba de insulina, se fue familiarizando, lo que supuso una administración precisa y fácil, eliminando los efectos impredecibles que la administración convencional tenía.
Logró una excelente calidad de vida , ya que así se conseguía una mayor flexibilidad con las comidas, horarios diarios, actividad física. Y sobre todo redundó en un bienestar físico y psicológico mayor.
A la vez que redujeron los ataques de ira. Todo se fue normalizando y controlando. Aun así, a veces se preguntaba porqué le había tocado a él vivir de esa manera. Con el paso de los años , se produjo la transformación de Alvarito en lo que a día de hoy se había convertido.
Lo mejor de todo fue que aprendió a superar barreras, a dedicar tiempo a cuidarse y entendió que la constancia era imprescindible para conseguir resultados.
Entendió como funcionaba su cuerpo . Aprendió que todas las personas somos diferentes y no por ello nadie es menos. En notas de su móvil escribía frases que le venían a la cabeza y que intentaba aplicarse a sí mismo en momentos de bajón para motivarse a sí mismo tales como:
• Por bien que veas a los demás, seguro que tienen algo que les preocupa, que les gustaría cambiar o que anhelan.
Así que lo más importante es aceptarse tal como uno es, quererse y trabajar cada día en superarse a si mismo para ser un poquito mejor que ayer.
Jero Martínez