El encantamiento de Azud

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El encantamiento de Azud

Azucena, era una joven universitaria de tercer curso de veterinaria, amante de los animales y del deporte, Lucía una lacia melena, de cabellos largos y dorados. Cara redondita, ojos verdes y dulce mirada ,tez rosada, nariz chata y labios prominentes.

Se movía con delicadeza, de forma tranquila y andaba firme y pausada. Observante del comportamiento de los demás, de la naturaleza y los seres vivos que encontraba a su alrededor. Siempre pendiente de ayudar, era muy sensible y servicial.  Irradiaba bondad.

Pero Azucena escondía un gran secreto. Muy a su pesar, siendo niña fue hechizada. Cuando el cielo se cubría y se avecinaba tormenta, se transformaba. Con el rugido de un trueno o el primer rayo que descargaba electricidad, se convertida en una persona malvada , capaz de proyectar las peores artimañas jamás imaginadas.

Se hacía llamar “Azud” cuando entraba en trance. Su voz acaramelada se tornaba grave y hasta le salían tonalidades y timbres distintos, como si hubiera varias personas dentro de una. Era tenebroso escucharla, daba pavor, propio de un espectáculo de terror.  Trataba de ocultarlo, estaba avergonzada de ello.

Cuando advertía que su transformación se avecinaba, salía corriendo, dejaba lo que estuviera haciendo ,se dirigía a su casa y entraba apresurada en su cuarto.  Si le daba tiempo, guardaba todo, dejando el habitáculo lo más vacío posible, pues destrozaba todo lo que encontraba por delante. Subía el volumen de la música con la intención de que nadie escuchara el espectáculo.

Otra de las cosas que le apenaban, es que su vida transcurría entre la universidad y su casa. No podía hacer lo que otras chicas de su edad, estaba condenada. Deseaba viajar y conocer sitios nuevos pero era imposible que se alejara mucho de su domicilio por la metamorfosis que sufría.

Era algo que no podía controlar, mientras Azucena en su estado natural era dulce, Todos la admiraban por su bondad, tenía un gesto agradable, una bonita palabra todos.

Desconocían este desgraciado fenómeno al que por encantamiento estaba condenada. Azud era malvada, encendía velas negras, disfrutaba del mal , así se alimentaba .  Proyectaba sus malas intenciones , se hacía más fuerte.

Cuando la tormenta cesaba volvía la calma. Azucena caía rendida ,dos días quedaba agotada, tirada en la cama, inmóvil dormida profundamente. Despertaba destrozada, le dolía todo el cuerpo desde el pelo hasta las uñas de los pies.

Lo peor de todo es que se sentía fatal porque era capaz de recordar todas las fechorías que había hecho. Lo único que no sabía transcribir era el significado de las palabras que de su boca salían, ni tampoco identificar otros idiomas desconocidos por ella. Al menos tres o cuatro días tardaba en reponerse, física y anímicamente, porque rondaban por su cabeza los pensamientos y recuerdos de sus estropicios y barbaridades .

Hacía balance y le angustiaba, era un sentimiento de culpa indescriptible.  Intentó poner solución en numerosas ocasiones sin éxito. Buscó en manuales de magia blanca, consultó especialistas ,médicos a ver si le ayudaban ,hasta incluso indagó en la peligrosa magia negra y no daba con la solución. La suerte se puso de su lado y acabar con el encantamiento estaba más cerca de lo que ella pensaba.

Badhon , compañero de clase, un tímido muchacho africano proveniente de Benín, cuna del vudú, había llegado a la universidad a terminar sus últimos años. Enseguida quedó encandilado por su belleza.

Le costó acercarse a ella, pero la miraba cada día. Observó como en más de una ocasión echaba a correr saliendo despavorida, se montaba en su patinete eléctrico poniéndose el casco apresurada y se alejaba alcanzando a penas 30 kilómetro por hora.

Por fin un día Azucena cruzó alguna que otra mirada con Badhon, poco a pco fueron teniendo acercamiento. Compartieron algún que otro café en la cantina y algunas tardes de estudio en la biblioteca .

Una mañana se encontraban en el laboratorio haciendo unas prácticas. El sol entraba por la ventana. Hicieron una pausa para almorzar, el viento comenzó a soplar y el cielo se comenzó a nublar.

Azucena comenzó a sollozar, se puso nerviosa y con una ligera despedida de Bahdon se marchó apresurada.  Observando lo sucedido comenzó a sospechar, se percató que podía haber un hechizo que había que romper, ya que tenía larga experiencia en embrujamientos, ritos ancestrales, y rituales de su país.  Era descendiente directo de una estirpe de curanderos, a los quince años debutó con sus primeros rituales, guiado por su abuelo el veterano chamán. Días después de haber pasado la resaca Azucena volvió cabizbaja.  Badhon se acercó a ella y se atrevió a lanzarle una propuesta.

Le dijo que si confiaba en ella quizá le podría ayudar. No es que estuviera muy convencida, más bien se quedó sorprendida, algo desconfiada , pero era tal la desesperación que no perdía nada por probar. Acordaron un día a una hora y comenzaron con el ritual.

Badhon preparó su altar, dispuso las velas necesarias distribuidas por colores en forma geométrica alrededor de Azucena. Se vistió con una colorida túnica, un sombrero de plumas y largos collares que le llegaban al pecho. Encendió unos trazos de palo santo. Pidió a Azucena que se tumbara en el centro de un círculo que con una especie de arena rojiza había trazado , Llevó su mano a los ojos pidiéndole que los cerrara y que no los abriera, oyera voces o pasara lo que pasara. Era necesario que confiara en él para que todo saliera bien. Cuando hubiera terminado ya le avisaría.  Sacó sus pinturas, mientras se pintaba el rostro, comenzó con unos extraños cánticos a la vez que bailaba y tocaba el tambor con un ritmo binario.

 Lanzó al aire unos granos de arroz, unas semillas de gianduia , prendió unas ramas de las que salía un humo blanco mientras daba vueltas alrededor del círculo y en trance comenzó a entrar.  Después de un largo ritual, colocó un talismán en el ombligo de Azucena y le pidió que abriera sus ojos. Afortunadamente el hechizo se había roto. Lo mejor de la historia fue que Azucena y Bahdon compartieron muchos años juntos, rompiendo encantamientos a personas y tratando todo tipo de animales.

Jero Martínez

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