Los padres ocupan el primer lugar en todas las familias: sin ellos, los hijos no existirían. En otras palabras, como dijo Bert Hellinger, el primer regalo, y el más importante, que los padres ofrecen a sus hijos es la vida sobre la tierra. Nos convertimos en progenitores por el mero hecho de traer un hijo-hija al mundo, esa es la esencia de un progenitor; es un acuerdo redondo. En éste sentido, todos los padres y madres son iguales y todos son igual de buenos.
Al venir al mundo, el niño recibe continuos cuidados de sus padres; alimento, protección frente a las amenazas, ocio, estímulos amorosos, etc., alargándose este proceso hasta que el hijo y la hija se conviertan en adultos.
Esencialmente, el progenitor da y el hijo recibe. Desde la perspectiva de Bert Hellinger, debemos comprender que se trata de un flujo que se mueve en una única dirección: el progenitor tiene que ofrecer al hijo y el hijo tiene que recibir de sus padres.
En éste sentido, la relación paterno-filial está muy desequilibrada y un hijo nunca puede devolver, a su justa medida, todo lo recibido. Este acto se prolonga sin descanso desde que el niño nace hasta que se convierte en un adulto. El hijo recibe tanto que nunca será capaz de devolver todo lo recibido. Lo único que puede hacer es sentirse agradecido, y expresar esa gratitud.
No obstante, en el último término el hijo compensará lo recibido cuando ofrezca ese regalo a sus propios hijos, no a sus padres. La naturaleza se asegura así la reproducción de la vida, de generación en generación.
Recibir un regalo, nos dice Bert Hellinger, nos genera la urgencia de devolver algo del mismo valor, pero ningún hijo puede hacerlo, y esto puede crear conflictos en las relaciones.
Cuando el hijo es capaz de expresar y respeto a los padres, la estructura familiar experimenta un gran cambio.
Por estas cuestiones, nunca podemos ser amigos de nuestros hijos. Los amigos son iguales, y nosotros y los padres, relacionalmente somos asimétricos, lo único que nos queda es amor a nuestra pareja (si la tenemos) y ponernos de acuerdo con ella para “dar y amar” de forma incondicional. Nuestros hijos posiblemente no lo agradezcan en ese momento, pero a la larga todos se acuerdan de sus padres precisamente por ese amor incondicional recibido.
Mientras tengas a tus hijos contigo, disfrútalos y riégalos con cariño, ternura, normas y límites para que crezcan psicológica y emocionalmente sanos. Par ello, sus progenitores tienes que crecer como persona, y sobre todo, amarse y perdonarse por ellos mismos y sobre todo por la prole que libremente han decidido tener para crear personas amantes de la vida.
Miguel Cuartero
Orientador Familiar
Formado en Logoterapia por Asociación Española de Logoterapia – Madrid
Teléfono para consultas sobre familia y pérdidas significativas de forma gratuita: 688 935 000. Asociación Viktor Frankl Región de Murcia
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