Sabemos que el español es idioma rico, variado, desde un punto de vista semántico. Así la palabra esencial del epígrafe significa, en su punto uno, “acción y efecto de engañar” mientras su acepción cuatro dice: “muleta o capa que usa el torero para engañar al toro”. Puede observarse una voz común en ambas entradas: “engañar”. Hay una locución adverbial que ofrece la respuesta compensatoria de sus efectos. “Llamarse a engaño” retrae de lo pactado por haber reconocido el engaño en el contrato o pretender que se destruya algo alegando haber sido engañados. Caben diversas probabilidades, pero la eficiencia y utilidad de tal medida vincula el mensaje con las personas que decidan llevarlo a cabo. Es decir, se consigue lo que cada cual esté dispuesto a contender con quien haya realizado la estafa, gobierno o individuo acostumbrado o no a vivir del cuento.
Esta bifurcación lingüístico-taurina me origina desconcierto porque ignoro, y me temo lo peor, el enfoque que le dan los últimos mandarines de nuestro país. La farsa lleva implícita convertir realidades adversas en ficciones gratas. Decían los clásicos que política era el arte de lo posible cuando la experiencia constata que convierte lo imposible en inobjetable. Solo necesita mentiras grotescas porque las creíbles se reconocen enseguida, no dan el pego. Dicha coyuntura me lleva a la certidumbre de que a nosotros nos ponen la muleta, el ”engaño” taurino, para llevarnos por rutas laberínticas y desconsideradas. Si, asemejando quehaceres, un torero ofrenda su vocación mientras el gobierno escarnece al ciudadano, vemos al toro noble y al pueblo ruin, menguado. Tal estilo es muestra de ignominia por parte de unos e insensatez necia por quienes, silenciosos, aceptan tal degradación.
Recuerdo, todavía fresca, aquella frase de Rubalcaba que traspasó dos veces cualquier umbral decente. Primero porque era día de reflexión y luego por el cinismo que exudaba: “Los españoles merecen un gobierno que no les mienta”. Fue el trece de marzo de dos mil cuatro, dos días después del realmente impenetrable e indescifrado atentado que ocasionó ciento noventa y un muertos y más de mil ochocientos heridos. Hasta aquel momento habían pasado por Moncloa Suárez, Calvo Sotelo, González y Aznar; de su partido, solamente González. Siendo uno de los más relevantes, espero que nadie ose afirmar su firme voluntad de decir siempre la verdad. Comparando su sinceridad con Zapatero o Sánchez, encontramos diferencias siderales, pero González (sin obviar a Suárez, Sotelo, Aznar o Rajoy) realizó también demasiadas patrañas y fingimientos.
El Covid ha dejado al descubierto talante e impudor —ya apuntado desde su etapa de tertuliano torpe, si bien facundo— de este impostor que ocupa el país. Su negligencia proveniente bien de cosechar frutos políticos, bien por imprevisión (eufemismo, tal vez, para esconder carencias), ocasionó miles de fallecidos, muchos camuflados eficazmente, bajo múltiples causas “inimputables” al gobierno. Luego, cobarde y alevoso, descargó todo protagonismo sobre las Autonomías, caso único en el mundo occidental durante una pandemia, probablemente catástrofe nacional. Tales antecedentes y el control de la fiscalía han impedido prosperar cualquier causa jurídica abierta. A continuación, decretó dos Estados de Alarma que encubrían exceso de autoritarismo y que fueron ilegalizados, sin consecuencias efectivas, por el Tribunal Constitucional.
Otro engaño —doble en este caso, pues “toreó” a españoles y gobierno independentista catalán— inimaginable, ponzoñoso, disparatado, fue la compra-venta de incentivos nacionales e independentistas realizada a ERC para formalizar el gobierno Frankenstein. El haber está a la vista, el debe es una incógnita o quimera que se disipará cuando lleguen (temo que antes de finalizar dos mil veintidós) las siguientes elecciones. Ambición y resuelta desenvoltura ha costado a los españoles algunos miles de millones amén de otras “bicocas” menos notorias, pero más lacerantes. Pegasus ha destapado la caja de fuegos artificiales y el “pobre” Sánchez no sabe cómo recomponer la calma unos cuantos meses más. Si es que es el pupas. Se le junta una economía ruinosa, en bancarrota, que debe “colar” a Europa; invasión de Rusia a Ucrania con medio gobierno a contra corriente; una imagen nacional e internacional pueril, desaliñada; asimismo, viene ERC con exigencias de cesar a Margarita Robles y directora del CNI. ¿Puede aguantarse tanta fatalidad?
Si peligrosos son los arrumacos con ERC porque nos jugamos la unidad efectiva de España, no menos serias aparentan las conexiones con Bildu. Desligar ETA, su recuerdo, de dicho partido constituye un ejercicio casi de prestidigitación para la sociedad española. El recorrido fue largo, sangriento e implacable y por ello de difícil ajuste al Estado de Derecho. Conjeturo que el PNV ha de recomponer su estrategia y huir del gobierno Frankenstein. Debiera considerar una probable pinza entre Bildu, Podemos y PSOE (sanchismo). Sánchez, por lo anteriormente expuesto, acentuará el desafecto del votante.
Los medios afines despliegan convincentes “engaños”, taurinas muletas, y sus seguidores se alimentan de pitanza en mal estado, corrupta. Quienes se oponen al gobierno, con matices sustantivos, tampoco hacen gala de neutralidad manifiesta. Objetividad y ética quedan oscurecidas, en este caso, por intereses diferentes al incentivo crematístico, pocas veces comprendidos salvo que sus personajes exhiban una militancia idealista, no partidaria. Esperemos que pronto, alguien audaz, denuncie con brío ese papel nocivo.
Nuestro gobierno que ha marcado el récord de embustes y enredos posee, además —pese a constantes encomios de inexistente transparencia— un liderazgo inalcanzable en oscurantismo. Con la excusa de secretos oficiales por seguridad nacional, no da cuenta de gastos ni patrimonios seguros, innegables. Solo el rey ha ofrecido cierta limpieza, pero ni presidente, ni ministros, ni otros gerifaltes, han mostrado los gastos respectivos. Tampoco sabemos el derroche sobre Patrimonio que disfrutan miembros del gobierno e invitadas personalidades extranjeras. Luego viene la vicepresidenta segunda, arropada por sindicalistas subvencionados, y suelta con desparpajo: “Hemos mejorado la vida de los trabajadores”. Esta señora lleva tiempo toreando al obrero.
Las últimas jornadas han traído un doble desahogo de presunto espionaje que, en palabras del “erudito” Rufián, “podrían poner en peligro hasta la democracia”. Primero fueron las escuchas realizadas por el CNI a todo líder independentista que ha conseguido enrabietar a ERC que, se asegura, hace lo mismo en catalán y aranés específicamente, sin obviar la investigación que los “mossos” realizaron a partidos y personas antagónicas al gobierno catalán. Tal cuestión interna, pertinente por otro lado, tiene al gobierno penitenciando. El espionaje, casi dramatizado, a Sánchez y Robles tiene ribetes irrisorios o desatinados. La “muleta” gubernamental, que no rectifica ni descansa, parece magnetizar a un pueblo entre bobo e ingenuo. Corrobora el triste designio del ciudadano español.
Manuel Olmeda Carrasco