Sospecho que la gente, esa que Podemos sacralizaba bíblicamente ofreciéndole el maná justiciero por ser pueblo elegido, debe estar hasta los mismísimos. Ver a quienes hace cinco años integraban la cola del paro —luego de abandonar diferentes púlpitos— vivir ahora en mansiones, gozando de inmunidad, sueldazos (en comparación con sus méritos), coches oficiales y seguridad pública, produce urticaria general. Sé que no entraña ningún aporte científico ni social, pero hoy he recibido dos wasaps que muestran, al menos, un malestar generalizado. El primero era un billete de lotería con la siguiente inscripción: “Comparto este décimo con todos, a ver si nos toca” Dentro el premio: “Que se vaya Sánchez”. El segundo relataba la petición europea para que el gobierno disminuyera sustancialmente los cuatrocientos cuarenta y cinco mil quinientos sesenta y ocho (datos del año dos mil once) jetas mamando de la ubre pública.
Aquella “gente” que oponía Podemos a la “casta”, y que electrizaba con “conquistar el cielo al asalto”, hoy sabe que los impuestos (directos e indirectos) le devoran casi el sesenta por ciento de su trabajo y sustento sin apenas recibir nada a cambio. Me refiero a una sanidad pronta, diligente; educación limpia —ajena de adoctrinamiento— vías de comunicación gratuitas y confortables; energías (eléctrica y gasística) e hidrocarburos a precios asequibles, etc. etc. Chiringuitos diversos, oenegés, oficinas ideologizadas, honorarios a medios y propaganda institucional, se llevan una parte sustanciosa del pastel. Sindicatos con decenas de miles liberados, patronal, gobiernos autonómicos, empresas públicas deficitarias —auténticos focos de nepotismo—instituciones y gobierno central, asaltan el resto. ¿Qué hacer ante esta situación sobrevenida?
Mis largos años de docencia me permiten certificar la incultura que arrastra el país, creo resultado de un pérfido plan bipartidista para conseguir dicho objetivo. Sumemos a ello la falta de lectura, de ejercicio crítico, ni siquiera un mínimo esfuerzo —he aquí la madre del cordero— de lucubración intelectiva, y destapamos una sociedad somatizada por unos medios audiovisuales que hacen de la basura sus contenidos estrellas. Luego salen a la palestra estos aventureros (unos y otros) mostrando cada cual su escaparate lleno de burbujas falsas que encandilan a tan ingenuos ciudadanos. Uno sigue sin entender por qué la calle se queja de lo votado: hoy PSOE, ayer PP. Probablemente los más virulentos son votantes del partido que gobierna en momentos concretos. Curioso, pero es así. A Sánchez le contesta el amplio abanico ideológico: derecha, izquierda, transverso.
¿Estas circunstancias penosas, alarmantes, indican que no hay solución para un país con una Historia envidiable? En absoluto; la cultura ayuda, pero no es imprescindible para abandonar el marasmo en que nos ha metido este bipartidismo miserable. Basta con tener sentido común, desechar dogmatismos irracionales, desterrar ideas previas (interesadamente fijadas por santones) y observar sin apriorismos doctrinales. Evitaremos así el voto inercial, cautivo, contaminado, ejerciendo de individuos totalmente libres. No hay demócratas mejores que otros, ni ética ni estéticamente; hay demócratas libres hasta que se someten a la canallesca de la etiqueta o del eslogan engañoso. No existe organización más nociva que una democracia corrupta, espuria, aun estando plenamente de acuerdo con Churchill que la consideraba el “sistema menos malo de los conocidos”.
Líneas atrás dije que a Sánchez le contesta todo el amplio abanico ideológico y con razón. Este individuo, no es de izquierdas ni de derechas, ni federalista; debate distinto es que, cual camaleón, se travista de lo que precise en cada momento, aunque aparentemente pase desapercibido sin conseguirlo. Las últimas fechas ha aparecido como el español más compungido por La Palma, isla que ha visitado seis veces —la última excusada para asistir a un acto del PSOE en Canarias— con parecido interés que si paseara por los márgenes del Manzanares en Madrid, por ejemplo. Es decir, los palmeños no han recibido ni un euro para mitigar sus trágicas pérdidas. Como siempre, subsiste de la propaganda. Seguramente ya no volverá porque el hipotético recibimiento pudiera ser bochornoso. Bien visto, cualquier cosa que haga es un fraude permanente.
Sánchez no tiene límites ni amigos. Su camino esta abarrotado de siervos colaboradores o cadáveres sin solución de continuidad; es decir, permutándose a conveniencia. Su osciloscopio moral —más bien inmoral— le permite pactar con independentistas y Ciudadanos, con Bildu y las víctimas del terrorismo (que en un acto de sadismo obsceno mezcla a todas), con sindicatos y patronal (ofrece ayuda a Garamendi para su reelección si aprueba la reforma laboral). Protagoniza, no obstante, dos alteraciones sustantivas, fundamentales, que desvirtúan el modelo democrático. Una es permitir, incluso con desdén, el incumplimiento de la Ley. El pulso del gobierno catalán al Tribunal Supremo lo resuelve Sánchez diciendo que “la competencia educativa la tiene la Generalitat” (sic). De acuerdo, pero, ¿quién tiene la obligación de respetar y hacer respetar la Ley?, pregunto. ¿Acaso es el poder ejecutivo o lo echamos a suerte? ¿Democracia? ¡Ja!
Otra alteración alarmante proviene de un cambio drástico, letal. Hace unos años, la imputación imprecisa —con salto mortal sobre la presunción de inocencia— acarreaba petición seria, tenaz, violenta, de dimisión o cese. Hoy, con sentencia firme ni inhabilitación, ni dimisión, ni cese. Alberto Rodríguez, junto a una turba fanática, ha sentado un precedente de consecuencias inimaginables. Además, los letrados del Parlamento, contra el Tribunal Constitucional y Supremo que son peritos en estos casos, argumentan su resolución, para no quitar el acta de diputado, en “interpretaciones intrusas a su función asesora” como si fueran exegetas de meditaciones judiciales. Siguiendo el pensamiento de Musso: “El temor a lo peor es mucho más espantoso que la certidumbre de lo peor”. Espero que esto nos haga comprender lo agudo del titular.
Recelo de la alternativa; me parece inquietante. Creo que el PP, a nivel de cuadros, está lleno de chiquilicuatres, bien naturales, ya moldeados por manos expertas. Casado despertó en mí una fe insensata y, a poco, rechazada. Enseguida comprendí que bajo la capa de aparente lustre había escasa cautela, torpeza. El tiempo, juez incontestable, me ha dado la razón. Cayetana Álvarez de Toledo, un puntal, una barbacana, liberal que fustigaba sin piedad a rivales, y desahuciaba a ciertos colegas (conflicto real), fue apartada vilmente de la primera línea. Ayuso —alma gemela de la anterior— elegida y salvadora del PP, se encuentra en la cuerda floja por rencillas que la izquierda, política y mediática, potencia casi cristianamente; es decir, orando. Con Teodoro García Egea de secretario general, Casado jamás será presidente de España. Tiempo al tiempo.