Desde el pasado 10 de marzo de, fecha en que el gobierno de España decreta el estado de alarma, han pasado demasiadas cosas y se ha vivido una situación nunca antes dada.
Se han puesto en evidencia demasiadas cosas que nadie había previsto y tal vez, ni siquiera imaginado.
Lo primero que se ha podido constatar en este periodo de confinamiento, es que nadie, ningún gobierno estaba preparado para afrontar una pandemia de esta envergadura y virulencia. Según hemos visto la evolución en los distintos países de nuestro entorno y otros, nadie tenía la fórmula mágica para solventar esta situación.
No existía un plan de actuación perfectamente definido para una emergencia de este nivel, que pudiese minimizar los riesgos y el número de fallecidos, amén de paliar las consecuencias sociales y económicas que ya empezamos a sufrir desde hace semanas. Desde luego, si ese plan existía, nadie ha sido lo suficientemente diligente para ponerlo en marcha, en tiempo y forma.
Se ha puesto en evidencia la enorme dependencia que tenemos como país, de la industria exterior para suministrar y proveernos del material sanitario y de prevención.
La exacerbada globalización a la que se ha llegado en los últimos tiempos ha demostrado que un país ante una situación de emergencia es tremendamente vulnerable por su gran dependencia de otros países para su abastecimiento.
Hemos podido constatar también que esta globalización nos ha llevado al desmantelamiento de nuestra industria vital. Ni siquiera disponíamos del tejido industrial suficiente para autoabastecernos de forma ágil y en tiempo de algo tan simple como mascarillas para prevenir contagios y transmisiones del virus.
Hemos sucumbido ante un mercado externo sin escrúpulos, donde lo único que ha prevalecido ha sido la usura, como si de la Edad Media se tratase, cuando prevalecían otros valores.
No tenemos una industria que nos provea de material sanitario en general. Y desde luego, se ha podido ver que no es nada bueno.
Europa tampoco ha sabido reaccionar en tiempo y forma ante la pandemia. No ha habido ni siquiera unanimidad en las medidas a tomar y bueno, llegados aquí que vamos a decir de la solidaridad en las ayudas.
Ya lo decíamos desde hace mucho, que sí, que somos "europeistas". Pero queremos que haya una sola Europa, con una única velocidad, igualdad en los servicios que reciben sus ciudadanos, con una fiscalidad común, con unos sueldos comunes, con un sistema educativo igualitario, con una sanidad igual para todos,… La Unión Europea se empezó a forjar por el tejado, en vez de los cimientos y lo único que se ha priorizado es la moneda, pero los ciudadanos y según de que países quedaron fuera de la negociación.
Podemos comprobar desde hace demasiado tiempo, como Europa ha ido condicionando a determinados países a cambiar su industria, su sistema económico, en función y según de los intereses de quien maneja los hijos en Bruselas.
Hemos comprobado como se firman convenios con terceros países ajenos a la UE para la introducción de sus productos en Europa y no se protege a nuestros productos, ni a nuestros agricultores.
Nadie puede negar que existen "dos Europas". Si trazamos una línea imaginaria, podemos decir que hay una Europa del norte y una Europa del sur. Una Europa rica y otra mucho menos rica o mas pobre.
También hay una Europa que presiona, que casi extorsiona a la otra Europa y la oprime social y económicamente.
Hemos visto como la Europa rica se oponía frontalmente a la ayuda económica que demandaban los países mas afectados por la pandemia. Que es cierto que al final se han aprobado cuantiosas ayudas de distintas formas, pero desde luego, no desde el principio y desde luego dejando ver claramente las diferencias y reticencias entre las "dos Europas".
Y es que, llegados a este punto, ahora es cuando necesitamos un gobierno diligente, con los pies en el suelo, con las ideas claras y teniendo muy claro cual debe ser nuestra posición en Europa. Ahora es cuando nuestro gobierno debe exigir contundentemente renegociar las condiciones y que España y por lógica el resto de países miembros, tengan todos las mismas condiciones, dicho en términos futbolísticos, deberíamos jugar todos en la misma competición.