El combate del coronavirus está poniendo a prueba en estos aciagos días el valor de la solidaridad, un principio que nos define más que nada como seres humanos en los retos tan difíciles como los que estamos atravesando y cuyo ejercicio nos iguala a todos en pro de un positivo desenlace común como es el de salir de esta pandemia. Y se puede, conjurando con todos los medios sanitarios y avances médicos y farmacológicos posibles los desastrosos efectos de una pandemia nunca imaginados.

Y es que una solidaridad efectiva es tabla de salvación, plegaria movilizadora de voluntades colectivas para darle un giro a esta coyuntura dolorosa de muerte y contagio. Son trances descarnados que nos enseñan que, por muy dura que sea la vida, siempre se sale a flote arrimando el hombro todos. Con la solidaridad en la mano, con el triunfo de esta virtud social se alcanzaría un mundo en bienestar donde las más de las necesidades son de posible cobertura si para ello hay espíritus libres dispuestos a compartir al máximo nivel ese valor. 

Compartir y conllevar la solidaridad para el logro de una sociedad sana, madura y sostenible y ahí juega en estas horas críticas un rol esencial esa legión de héroes anónimos que, como paladines de dignidad, desafían los nocivos efectos del coronavirus. Una solidaridad real es la que debe construir día a día una sociedad generosa y por tanto saludable.

Juan José Ruiz Moñino