Este fin de semana todos estamos celebrando la festividad de las Cruces de Mayo pero, paradójicamente, casi nadie sabe lo que se conmemora: el descubrimiento de la Cruz de Cristo (esto es, el `Lignum Crucis´) por Santa Elena, ocurrido el 3 de mayo del año 366.
En el siglo IV Santa Elena, madre de Emperador Constantino, viajó a Jerusalén con la intención de encontrar la Santa Cruz en la que Cristo murió pero, a pesar de su inicial pretensión, no solo encontró la Cruz de Cristo, sino mucho más que eso.
Halló la Escalera Santa del palacio de Poncio Pilato de Jerusalén, por donde Jesús subió por sus peldaños de mármol el Viernes Santo para ser juzgado. En la actualidad, la Escalera Santa se conserva frente de la Basílica de San Juan de Letrán en Roma.
También encontró los clavos que perforaron las manos y los pies de Cristo, y el "Titulus Crucis", esto es, la tablilla colgada en la Cruz que afirma: "Jesús Nazareno. Rey de los Judíos".
El "Titulus Crucis" y uno de los clavos se pueden venerar en la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén. Los otros clavos están en el altar mayor de la Catedral de Milán, en la llamada Corona de Hierro que está en la Catedral de Monza (Italia) y otro en la Catedral de Colle di Val d´Elsa en la región italiana de Toscana.
Santa Elena también trajo la Santa Túnica con la que envolvieron a Jesús antes de ser crucificado. Esta tela se conserva en la Catedral de Tréveris (Alemania).
Pero centrémonos en el hallazgo de la Santa Cruz. Historiadores de la época como San Crisóstomo y San Ambrosio documentaron que, después de que los arqueólogos que acompañaron a la santa realizaran muchas excavaciones en el Gólgota, encontraron tres cruces, con lo que surgió el dilema sobre cuál de las tres sería la verdadera.
Un grupo de soldados romanos llevó al lugar del hallazgo a una mujer agonizante, y la hicieron tocar la primera cruz. Sus malestares se agravaron y la enfermedad empeoró en cuestión de minutos. Cuando tocó la segunda cruz, la mujer no mostró cambio alguno pero, al tocar el tercer madero, recuperó la salud de inmediato.
Santa Elena, junto a Macario I (obispo de Jerusalén) y los fieles presentes, sacaron aquella cruz en procesión por las calles de la Ciudad Santa. En el camino, el cortejo se cruzó con una viuda que llevaba a enterrar a su hijo. A alguno de los que estaba allí se le ocurrió acercar el cadáver del joven a la cruz y, para desconcierto de todos, el joven volvió a la vida.
Santa Elena trajo la Santa Cruz a Roma y sus fragmentos fueron repartidos por diferentes lugares del mundo. Casi todos piensan que el tozo más cercano a Cartagena lo tenemos en la Real Basílica-Santuario de la Veracruz, en Caravaca de la Cruz.
Pero esto no es cierto. En la Trimilenaria conservamos tres fragmentos del Ligmun Crucis. Uno está expuesto en la capilla de la Asociación Canónica del Stsmo. y Real Cristo de la Divina Misericordia (en la plaza del `El Lago´), y fue traído por gestión del cardenal Eduardo Martínez Somalo (Camarlengo de la Iglesia católica entre 1993 y 2007); otro está dentro del corazón-relicario de la imagen de la Virgen de la Soledad de la Cofradía Marraja que procesiona en la noche del Viernes Santo; y el tercero lo posee el devoto León García. Los tres gozan del certificado expedido por la Santa Sede con sello y lacre que acreditan su autenticidad.
Como casi todo en esta vida, las Cruces de Mayo tienen un significado religioso, como nuestros nombres, nuestra cultura, nuestra historia, nuestras fiestas y nuestras tradiciones.