“Cada uno de nosotros tenemos nuestro propio campo de concentración interior (…) al que hemos de enfrentarnos, con perdón y paciencia, como seres humanos plenos; como lo que somos y lo que seremos”. Viktor Frankl
Cada uno sabe cuáles son las alambradas que cuidan nuestro mundo interior, lo que nos hace sufrir. En ocasiones estamos obsesionados con eliminar nuestro dolor y la solución más rápida, es el lanzarnos a esas alambradas que nos quitan la vida. Todos tenemos “eso” que nos distingue y al mismo tiempo nos une a los demás: el sufrimiento evitable y el inevitable.
Tanto el uno como el otro, será más llevadero, tanto, por la ayuda profesional, como la entrega generosa del próximo. El dolor compartido es menos dolor. No es el dolor lo que nos hace sufrir, sino la “forma” de afrontar ese dolor.
Escuchar al otro, una mano tendida al que lo pasa mal, la conversación con una mamá estresada, la compañía en silencio con aquel que necesita la cercanía, la ayuda generosa al que te la pide, es la mejor forma de liberarse o suavizar el campo de concentración individual.
En nuestra época actual, la gente se aburre. Lo tiene todo, pero no encuentra esa satisfacción que debería producir el tener todo cubierto. Hasta los niños se aburren. Tienen más posibilidades que nunca: juguetes en exceso, móviles de última generación, acceso a internet en toda su dimensión… y el mundo se aburre. Da la sensación que estamos en un “campo de concentración”, diferente al de Auschwitz, pero presos en la abundancia, estando cada vez más vacíos e inseguros.
No estamos contentos con lo que tenemos; aspiramos y deseamos lo que no tenemos, de ahí nuestra frustración. ¿Cómo es posible tener tantas posibilidades y estar cada vez más solos y deprimidos? Nos estamos encerrando entre las alambradas del aburrimiento, del vacío existencial, del deseo de vivir… la vida no funciona.
Como dice Frankl, es en nuestro interior donde se inicia el sufrimiento, el vacío. Es desde nuestro interior, donde no aceptamos la vida externa que llevamos, no estamos conformes; nada nos llena. Por eso, cuando somos capaces de perdonar, de tener paciencia en el día a día, es cuando empezaremos a reconocer, que la Vida merece la pena ser vivida, disfrutada, pero empezando por agradecer cada una de las circunstancias y cosas que se tienen en este momento, con una mirada diferente, sabiendo que, desde la aceptación de lo que surge en nuestro interior, lo que nos ofrece nuestra dimensión de humanidad en relación con los demás.
La felicidad sólo la experimentaremos de piel hacia dentro, y cuando esto sucede, comenzamos a encontrar el verdadero sentido de nuestras vidas, que la vida merece ser vivida a pesar de los inconvenientes que podamos tener.
Miguel Cuartero
Orientador Familiar
Formado en Logoterapia por Asociación Española de Logoterapia – Madrid
Teléfono para consultas sobre familia y pérdidas significativas de forma gratuita: 688 935 000. Asociación Viktor Frankl Región de Murcia
Correo electrónico: correo@viktorfranklregiondemurcia.org