Moros y cristianos nunca se entendieron mejor que en su fiesta en Murcia

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La celebración pretende ser en breve Fiesta de Interés Turístico Internacional

Moros y cristianos nunca se entendieron mejor que en su fiesta en Murcia

En España hay cientos de fiestas y recreaciones que recuerdan y tratan de reproducir algunos momentos fundamentales de nuestra Historia. En muchos casos, se trata de enfrentamientos entre culturas y razas, entre posiciones sociales, entre reinos y reyes. Romanos contra cartagineses, imperiales contra comuneros, dinastía contra dinastía... Teniendo en cuenta los 800 años de la presencia árabe en la península, habitada mayoritariamente por cristianos, también fueron frecuentes las batallas y la convivencia pacífica de cristianos y moros (así los bautizaron los romanos ya que procedían de Mauretania, que era todo el norte de África).

Se estima que en España hay más de 220 pueblos y ciudades que celebran una fiesta de moros y cristianos, especialmente en la Comunidad Valenciana, Murcia y Andalucía, pero también hay alguna en Cataluña, Castilla-La Mancha e incluso en Baleares y Canarias. Varias de ellas son Fiestas de Interés Turístico Internacional y la siguiente que quiere conseguirlo es la de la ciudad de Murcia, una de las más antiguas, cuyos orígenes se remontan al siglo XV.

Méritos no le faltan, sobre todo porque los participantes –en realidad toda la ciudad– no reviven el enfrentamiento, sino que se centran en el carácter de “fiesta” y así el protagonismo es de la alegría, la convivencia, en esfuerzo común... las ganas de divertirse. Por eso es frecuente encontrar “mudéjares” y “templarios”, seguidores de Ibn Arabí y del Infante Don Juan Manuel, caballeros de la Orden de Santiago o de San Juan de Jerusalén junto a “almorávides” y “almohades” del brazo por las calles y numerosas plazas formando una charanga o compartiendo mesa, disfrutando de una cerveza fresca o un vino de la tierra con una marinera murciana y huevas, mojama y almendras fritas.

Espectaculares desfiles

Cuando sí compiten unos con otros, aunque mezclen sus pasos, es en los desfiles, sobre todo en el más solemne que tiene lugar el sábado al atardecer en la Gran Vía y otras calles y que dura casi cuatro horas, cuando kábilas y mesnadas lucen sus mejores trajes, corazas y armas y acompasan el ritmo de sus cuerpos en un desfile cerrado, marcado por el sensual movimiento, tanto de mujeres como de hombres, de sus “cabos” que lo presiden cruzando de un lado a otro de la fila luciendo sus armas y saludando al público. Abayas e hijabs con ricos bordados en hilo de oro adornan los cuerpos femeninos moros, sobrias túnicas en blanco y negro con escasos adornos dorados o rojos en los cuerpos de los hombres cristianos. Pero junto a ellos, desbordantes vestidos multicolores, corazas, cascos, turbantes, espadas y lanzas que, seguramente, poco tienen que ver con la tradición pero sí con la fiesta. Muchos de esos trajes cambian cada año con nuevos diseños y adornos.

Y de tanto en tanto algunas carrozas de raras formas y colores sobre las que saludan los abanderados, embajadores, festero del año, reyes moros e infantes cristianos con sus más elegantes galas y también grupos de caballos y caballistas que hacen extraordinarias piruetas directas e inversas, pasos de costado, reverencias, posadas o los más complicados passage o piaffe. Y entre unos y otros, cientos de músicos formando bandas que con frecuencia han llegado de fuera de la ciudad e interpretando con sus trompetas, clarines y tambores música festera que incluye la marcha mora y la cristiana, pasodobles e incluso alguna atrevida versión de “La saeta” que levantaría de su tumba a Machado o haría temblar a Joan Manuel Serrat o la “marcha mora” We Will Rock You de Queen.

Un origen milenario

Aunque la fiesta como tal se gestó en 1981 y el primer desfile tuvo lugar dos años después con solo cinco grupos, la idea surgió durante los actos conmemorativos de los 1150 años de la Fundación de Murcia. Antes de crear la “nueva” Murcia, dos familias árabes convivían en estas tierras, pero una hoja de parra se interpuso entre ellos. Cuenta la leyenda, o la Historia, que un campesino de la facción mudarí que estaba tomando agua del río Sangonera y para tapar su cántaro arrancó una hoja de parra de los viñedos de un yemení que había cerca, de la discusión por el “robo” se pasó a una pelea que acabó en tragedia. El emir Abderraman II, que no se andaba con bromas, pacificó la cosa ordenando la destrucción de la ciudad de Eio donde había empezado la disputa y ordenó al gobernador Abd al-Malik la fundación de un emplazamiento que sirviera para controlar desde un punto central la vega media del Segura y, por extensión, toda la kura. Nacía, de ese modo, Murcia.

Allí siguieron los árabes hasta que la Reconquista llegó a sus tierras y se produjo la entrega de llaves de musulmanes a cristianos, en la mano del Infante Alfonso de Castilla y posterior Rey Alfonso X El Sabio en el año 1243. El culto rey, que hablaba varios idiomas, que compuso buena parte de las Cantigas de Santa María, buen gastrónomo e inventor, según se dice, de la tapa que debía acompañar al trago de vino a fin de “retardar la embriaguez e impedir las peleas y disgustos provocadas por ésta al salir de las tabernas, ventorrillos y fondas” le tomó gusto a Murcia, aunque recorrió buena parte de la España reconquistada, y pidió que su corazón fuera enterrado allí. Y así se hizo y hasta hoy ocupa una arqueta en el altar mayor de la espléndida catedral.

Buena parte de esta historia se representa los días finales de las fiestas, justo delante de la catedral, por actores locales aficionados –un taxista, un informático, una profesora...– que recitan en verso, mientras de fondo suenan coros y un delicado instrumento de cuerda que a primera vista, o primer oído, parece una grabación, pero luego se descubre que es un solo hombre, un virtuoso que parece reproducir toda una orquesta.

Durante los días que dura la fiesta, hay muchos otros actos destacados, pasacalles, charangas, cenas, comidas, queimadas, pregón, presentaciones de abanderadas y reyes, concursos, torneo de ajedrez, homenajes a personajes históricos, procesiones... y otros dos, muy concurridos: ofrenda de flores y presentación de los niños nacidos el año anterior a la Virgen de Arrixaca y el alarde de arcabucería, con truenos de mil demonios.

Y cada día, al caer la noche, moros y cristianos se juntan, una vez más, en el Campamento Medieval, que este año está situado desde la plaza de la Cruz hasta el Teatro Romea, muy cerca del malecón del Segura, donde cada kábila o mesnada tiene su propio espacio, un lugar de encuentro, diversión y convivencia, con distintas especialidades gastronómicas que compartir hasta la madrugada.

De interés internacional

Los Moros y Cristianos de Murcia forma parte de la Asociación de Fiestas y Recreaciones Históricas y es Fiesta de Interés Turístico Nacional desde mayo de 2012, hace ya 10 años, y aspira a serlo en breve de Interés Internacional, uniéndose así a otras tres que ya lo son en la ciudad, como la Semana Santa, el Entierro de la Sardina y el Bando de la Huerta y otras ocho más en toda la Región de Murcia, completando 11, el mayor número tratándose de una Comunidad uniprovincial. Para su concesión se tiene en cuenta su antigüedad, continuidad en el tiempo, arraigo y participación ciudadana, así como la originalidad y diversidad de los actos y las acciones promocionales realizadas al efecto.

El expediente para Interés Nacional fue impulsado por la Federación de Asociaciones de Moros y Cristianos de Murcia y contó con el informe favorable de la Consejería. La declaración de Fiesta de Interés Turístico Nacional es una distinción de carácter honorífico que concede el Gobierno de España a las fiestas o acontecimientos que supongan manifestaciones de valores culturales y de tradición popular, con especial consideración a sus características etnológicas y que tengan una especial importancia como atractivo turístico.

Entre las muchas razones para que los Moros y Cristianos de Murcia consiga el título de Fiesta de Interés Turístico Internacional está el que, pese a que en España hay más de 200 localidades que celebran fiestas similares, Murcia es la única capital que lo hace; además es una de las más grandiosas con la participación de quince grupos entre kábilas y mesnadas que unidos a las numerosas bandas y orquestas componen un gran desfile de unas 2.000 personas desde niños de meses que se visten por primera vez, a los más veteranos que llevan casi 40 años haciéndolo. La historia milenaria de sus orígenes, la suntuosidad y originalidad de sus trajes y complementos, lo singular de su música, la implicación de toda la ciudad, sin distinción de colores ni partidos, el ejemplo de convivencia que dan en un ambiente entrañable y pacífico... son otras tantas razones para que en breve obtenga esta distinción.

Un escenario grandioso

A todo ello cabe añadir el lugar en que se celebra la fiesta. La ciudad de Murcia ofrece su fantástico patrimonio cultural e histórico, su reconocida gastronomía, su naturaleza y su gran oferta de ocio. Es una ciudad viva, dinámica, emprendedora y con un clima envidiable durante todo el año. Su origen árabe estrechamente ligado a la fértil huerta del río Segura se pueden encontrar en los restos arquitectónicos de la Almunia Real o segunda residencia de los reyes árabes y en el Museo de Santa Clara donde se pueden contemplar muchas piezas recogidas en ella. La ciudad antigua se asienta junto al Segura, con históricas calles que han conservado los nombres de los gremios que las ocupaban, como las comerciales Platería, Trapería y Vidrieros.

La plaza del Cardenal Belluga concentra dos de las joyas arquitectónicas de Murcia capital, el Palacio Episcopal del siglo XVIII, de fachada rococó y patio churrigueresco, y la Catedral. Este templo, que comenzó a construirse a finales del siglo XIV, destaca por la superposición de estilos destacando su singular fachada barroca, de gran riqueza escultórica y, junto a ella, se alza la formidable torre de 92 metros de altura, la segunda más alta de España, mientras, en el interior sobresale la Capilla de los Vélez, magnífico ejemplo del gótico florido.

Mucho más recientes son algunos de los edificios decimonónicos más relevantes de la ciudad, como el Ayuntamiento, el Teatro Romea y el Casino, este último con fachada neoclásica y bello patio interior de influencia árabe. Y hay que hacer un hueco para visitar el Museo Salzillo que contiene una preciosa colección de tallas procesionales de este escultor, uno de los más emblemáticos del siglo XVIII. Las barriadas de San Pedro, Santa Catalina y los alrededores de la plaza de las Flores ofrecen algunos de los rincones más pintorescos de la capital murciana. El recorrido puede finalizar en el hermoso Paseo del Malecón, vínculo de la ciudad con la huerta. Y por todas partes locales en los que disfrutar de lo que esa huerta da, en sabrosos platos o en pequeñas miniaturas en forma de tapas o raciones. La gastronomía murciana se basa en las excelentes frutas, verduras y hortalizas que proporciona su huerta. Con estas materias primas se elaboran guisos y platos típicos como el pisto huertano (con pimiento, cebolla y tomate), el potaje de garbanzos y acelgas o el zarangollo (calabacín, huevo y cebolla), por citar solo unos pocos. Como acompañamiento, se puede elegir entre cualquiera de los vinos murcianos con Denominación de Origen: Bullas, Yecla y Jumilla o sus siempre frescas y generosas cervezas.

Muchas razones para visitar Murcia y para que su Fiesta de Moros y Cristianos sea declarada de Interés Turístico Internacional cuanto antes. stra BBDD a la mayor brevedad posible.

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