El Romea renueva la butaca que nunca se ocupa para evitar el tercer incendio que vaticina la leyenda del fraile

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El asiento, situado en el palco 10 de la platea, se ha forrado con terciopelo negro para diferenciarlo del resto de sillones

El Romea renueva la butaca que nunca se ocupa para evitar el tercer incendio que vaticina la leyenda del fraile

El concejal de Cultura y Recuperación del Patrimonio, Jesús Pacheco, ha visitado esta mañana el Teatro Romea donde se ha remodelado una butaca  del palco 10 de platea que nunca se ocupa para evitar que se cumpla la leyenda que vaticina que el teatro se incendiará cuando esté todo el aforo completo.

Ese asiento, que ahora luce forrado con terciopelo negro para que destaque entre el resto de butacas de color granate, "se deja siempre libre de forma simbólica y nunca sale a la venta para no dar lugar a que pueda producirse ese tercer incendio", ha explicado Jesús Pacheco.

De esta forma se evita que se cumpla la llamada leyenda del fraile. A mediados del siglo XIX, Murcia reclamaba un teatro como los que se estaban poniendo de moda en ese tiempo, es decir, a la italiana o de media herradura. El Ayuntamiento se benefició de las leyes que impulsara Mendizábal para el uso de terrenos y espacios que tenía la iglesia sin utilizar, y darles un destino concreto.

En la entonces llamada plaza del Esparto, a cuyo costado estaba la iglesia de Santo Domingo y la congregación monacal correspondiente, había metros suficientes para hacer un teatro por lo que tomaron terrenos para construir el que sería Teatro de los Infantes.

La leyenda del fraile cuenta que un dominico maldijo la construcción del teatro, enojado por haberles quitado buena parte de su patrimonio. El monje vaticinó que el edificio se quemaría en tres ocasiones, y que la última sería la definitiva, ya que ese día el teatro debería estar totalmente lleno.

La leyenda sigue diciendo que las taquilleras tienen la orden de no vender al menos una entrada de la 777 existentes.

El primer incendio sucedió el 8 de febrero de 1877, cuando el Teatro ya se llamaba de Romea, sin víctimas. Después de tres años de rehabilitación volvió a abrirse. El segundo incendio fue las seis de la tarde del 10 de diciembre de 1899. En esta ocasión sí murió un muchacho de 17 años.

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