El montaje 'Ping Pang Qiu', de Angélica Liddell llega mañana por la noche al Teatro Circo Murcia, a las 21 horas. Se trata de un montaje de casi dos horas de duración, presentado bajo la etiqueta de 'teatro documental'.
Relata el acercamiento a la cultura china y su descubrimiento de aquel terrible episodio de su historia reciente que se denominó 'La Gran Revolución Cultural Proletaria' y no terminó en genocidio por poco.
No es propiamente una obra dramática habitual con argumento, personajes, diálogos, sino un relato de su acercamiento al tema mediante sugerencias visuales y sonoras, discursos vibrantes, repeticiones insistentes del aria más famosa de 'Orfeo ed Eudridice' (la ópera de Gluck), citas del Libro Rojo de Mao y del 'El libro de un hombre solo' de Gao Xingjian, y un conjunto de ocurrencias graciosas, desde la actuación de una máquina automática de la lanzar pelotas de ping-pong a la ingesta colectiva y posterior siembra de tallarines a la china.
Es una pieza plenamente posmoderna, que acumula elementos dispares sin aspirar a la coherencia, que mezcla diversas piezas informativas sin orden ni concierto, que es atonal frente a toda melodía, que busca sin tapujos impactar a todo trance, que aspira a parecer improvisada, y que abunda en repeticiones infinitas y plomizos silencios. Busca fascinar (¿anodadar-) con su extremismo formal y de alguna manera lo consigue.
Esta 'performance' teatral se inscribe en ese estilo personal discutido y discutible que la ha rodeado de admiradores incondicionales entre los que no figuramos. Nuestros argumentos están en nuestras anteriores reseñas de sus espectáculos y a ellas remitimos al lector interesado. 'La desmesurada casa de Angélica' fue publicada en noviembre de 2009, y 'Una cierta impostura, señora González' en mayo de 2011.