El consejero de Cultura y Turismo, Pedro Alberto Cruz, señaló en su pregón de las fiestas de San Antón, pronunciado en la ermita murciana dedicada al santo, que “resulta sorprendente que un barrio completamente rehecho, prácticamente irreconocible en su aspecto externo, conserve como un tesoro sus fiestas y haga de ellas las más populares y de más añejo sabor de cuantas celebran las poblaciones y barriadas de la ciudad, junto con las que dentro de unos días tendrán lugar en Santa Eulalia en honor de San Blas y la Candelaria”.
“Es algo digno de encomio, merecedor de sincero aplauso y reconocimiento por parte de todos los murcianos, porque el amor y el respeto a las tradiciones, su preservación y engrandecimiento, dignifica a un pueblo y le concede cohesión y capacidad de acción colectiva”, resaltó Pedro Alberto Cruz.
El pregonero repasó los orígenes de la Orden Hospitalaria de San Antonio Abad y su establecimiento en la ciudad de Murcia, y ensalzó la talla del eremita realizada por Salzillo en 1746.
Cruz destacó que “las celebraciones en torno a San Antón han ido creciendo y robusteciéndose, y para ello han contado con las imprescindibles aportaciones de la Comisión de Fiestas, la Junta Vecinal, la Parroquia de San Francisco Javier, la Hermandad de San Antón y, desde luego, y sobre todo, los vecinos del barrio, que constituyen la base sobre la que se ha edificado el sólido edificio de unas fiestas de barrio en las que se ha sabido conjugar lo añejo con lo novedoso y lo religioso con lo profano”.
Rememoró Cruz las crónicas del festejo escritas por Carlos Valcárcel hace un cuarto de siglo, en las que se hablaba de su “esperanzador resurgir” y procedió, a continuación, a hacer un relato de las historias y leyendas que señalan a San Antón como protector de los animales domésticos.
Pedro Alberto Cruz también recordó la costumbre existente en los establecimientos de la orden hospitalaria de San Antonio Abad de soltar unos cochinillos en los alrededores del convento para que los vecinos los criaran y sirvieran luego, con su venta y la de sus productos, al sostenimiento de los gastos generados por las fiestas en honor del santo patrón. Esta costumbre dio lugar además, en la Murcia de 1742, a un curioso episodio en el que tuvo que intervenir el Consistorio.
La bendición de los animales el día 17 de enero y los panecillos del santo han sido considerados por el consejero de Cultura como “ritos en los que se entremezclan la religiosidad y las creencias populares, que confieren a la fiesta su carácter y arraigo, y en torno a ellos giran el resto de las celebraciones cívicas y religiosas”.
Estas celebraciones, según destacó el consejero, “están sabiamente ahormadas en un programa en el que hay lugar para la devoción y la diversión, y en el que también tiene su hueco, en las últimas décadas, San Fulgencio, el santo patrón de la Diócesis, cuya imagen es venerada en esta pequeña ermita y sale en procesión el día de su festividad”.
En el tramo final de su discurso, Cruz aseguró que “las fiestas de San Antón nos ofrecen un ejemplo plausible, porque sin desprenderse de su esencia secular, han sabido incorporar toda suerte de actividades actualizadoras y revitalizadoras, lo que nos permite afirmar, sin temor a la exageración, que después de cinco siglos de historia, los festejos religiosos y populares en honor del santo viven su mejor momento”.