Excmo. Sr. Alcalde de la ciudad de Murcia
Ilmos. Sres. Concejales
Excmas. e Ilmas. Autoridades
Amigos y vecinos
Acababa la Santa Misa y la procesión de Santa Beatriz en el turolense pueblo de Alfambra, -en la anotación de mi agenda reza el día 3 de julio- cuando recibí la llamada del Sr. Alcalde de Murcia para pedirme que fuera el pregonero de la feria de septiembre. Les diré brevemente lo que pasó por mi cabeza en cuestión de segundos: primero extrañeza, ¿pregonero de la feria?; a la vez una grata sorpresa por saludar a Don Miguel Ángel, todo un honor, más cuando estás a cuatrocientos kilómetros de Murcia; en tercer lugar, ¿por qué a mí?; luego, ¿qué digo yo?... Estaba debatiendo en sana liza conmigo mismo, casi absorto, cuando me dijo: “esto lo hizo ya Don Javier Azagra…” e inmediatamente, se desvanecieron mis resistencias internas, el castillo que ya estaba tratando de construir se quedó sin defensas… y continuó: “eres murciano y también, además de tus responsabilidades, embajador de Murcia fuera de la Región… anímate que es una bonita experiencia, me dijo…” Creo que cerré el trato rápidamente, quizás con más precipitación de la cuenta, si quería sobrevivir, porque una charanga de las fiestas de Alfambra, con la buena voluntad de saludar, -gratitud por gratitud, ya que poco antes les había alabado su buen hacer- colocó junto a mi oreja todos los instrumentos que les adornaban y me fue imposible encontrarles el botón de off.
Está claro que el ser humano no es perfecto, recién acabada la llamada, me sentía contento e inmediatamente les comenté a los que me esperaban con una fría cerveza en las manos y cortezas de tapa, “perdonen, -sin disimular la emoción- es que me ha llamado el Sr. Alcalde de Murcia y ya saben…, claro, claro, dijeron, sin más…”. En este preciso momento presumía de mi condición de murciano y directamente dí comienzo a este pregón, porque entre el que hizo la mili en San Javier, el otro con parientes lejanos por aquí, el de más allá que le gustó mucho Murcia en un viaje del Inserso…, temas que me dieron pie para “centrar el toro” y hablar maravillas de esta ciudad tan bonica y de los milagros que hace un huertano con un botijo de agua, porque hace falta… y que lo del calor de aquí, como el frío de allí son cosas de la tele, exageraciones del “tío del tiempo”.
Bueno, bueno, que me voy por las ramas, que me resulta difícil entrar en el tema y que estoy, como se suele decir, “mareando la perdiz”, es que en eso de “echarle hilo a la bilocha” me ha hecho especialista la vida… aunque estoy pensando utilizar un género literario que me sacará de esta “baldomera”. El universalmente conocido, sin igual y tan recurrido método Windows.
Todos saben las múltiples posibilidades que ofrece la feria a todos, sean niños o mayores; una sinfonía de actividades culturales y festivas, con una oferta religiosa, que da sentido a estos días primeros del septiembre murciano y que mueve a cientos de miles de personas tras la imagen de la Morenica Virgen de la Fuensanta. Así que iré abriendo diferentes ventanas, una desde dentro y las otras desde fuera, unas muy grandes y otras más pequeñas para contemplar el espectáculo de la fiesta en Murcia.
LA VENTANA DE BARRACA (Según el método Windows, el de la sucursal americana, sería: el “icono de la barraca”, pero me dispensaré de algunas formalidades) Es la primera ventana, ¡Cómo chirrían estas maderas!, las pobres tienen ya muchos años, pero me gustaría que os asomarais. Aquí vive un huertano, que nos describe una bella estampa, familiar para muchos. Se trata de la elección de la ropa para la fiesta… bueno, es un decir, hace unos… ¡bastantes años!… para elegir la ropa no te calentabas la cabeza… tenías el “traje de cristianar” , que era el mismo para ir Misa en domingo, para ir al médico y no se si para algo más. Para diario se llevaba lo más “trabajao”, por estar cargado de remiendos y “zurcíos” y, además, el complementario, algún que otro siete. Eso sí, los hombres, ataos los “calzones” con una cordeta… sin problemas de ningún tipo.
Pero las cosas claras, en el “veranico de los membrillos” viene la Reina de la Huerta, viene “la Juensantica”, para los huertanos es un día de fiesta y merece todas las galas. Podéis comprobar que nuestro personaje vive en una barraca. El interior con poco diseño, eso sí, las cosas muy prácticas, en la pared, con tres púas, un trozo de espejo, para alisarse y que le salga derecha la raya. No os fijéis en la fecha del calendario de la pared, imaginadla… El rostro del huertano nos lo dice todo, es feliz… él mismo nos explica el momento:
“M’he puesto mi ropa nueva
sacá der culo del arca,
con mi jubón de rosé
y mi esfaja de sea grana,
y mis gufaos zaragüelles
tan brancos como la naca,
mi camisón con bullones,
que no se lleva en toa España,
con bordaos en la pechera
como si juera día e pascua,
mis carcetas de repiscos
y de Espinardo mi manta,
y mi calañés, que es broche
de tuiquia esta endumentaria.
Y si goléis a membrillos,
prefume que se esparrama,
es que tós los años mete
media ocena mi Juensanta
pa que vaya prefumando
a la ropa dentro el arca;
y ya con esa olorcica,
ande juere, u ande vaya
se güele a Murcia bendita
y a esta güerta de ensoñanza” (Nicolás Rex Planes, Entre ciecas y cañares. Murcia 1962, 133).
Al abrir esta ventana quiero hacerle un homenaje a todos los hombres y mujeres de esta bella tierra, la del “cachito de cielo que Dios dejó caer por estos andurriales”. A todos los nacidos aquí, incluidos los que ya nos han dejado y gozaron de esta cultura y de sus tradiciones; también a los que han venido de otros lugares de la geografía hispana y son murcianos de adopción, sin olvidar a los que habitualmente nos visitan… Murcia es una ciudad de puertas abiertas, de brazos tendidos, de corazón grande y generoso, que no sabe hacer fiesta sin darlo todo, sin compartir el pan y la alegría… Murcia no tiene extraños, tiene hermanos, amigos y se vuelca cuando alguien llama a la puerta… El corazón del escudo no es el de Alfonso X, el Sabio, sino aún mejor, es el de Murcia que lo ofrece directamente.
LA VENTANA DE LOS SUEÑOS. A esta ventana se apalancan todos los niños de Murcia durante muchos años, a ella acudíamos como pajaricos sueltos… ¡la feria!¡cuántas ilusiones! ¡cuántos sueños de mil colores se iban creando ante las promesas de los padres! ¡cuántos, “papá, ¿verdad que me he portado bien?”, le susurrábamos al oído! Se trataba de algo serio, estar más tiempo en el recinto ferial, una vuelta más a los caballitos o el palitroque de algodón de azúcar o, también, la manzana colorá pichá en el palo…, en algunos casos, hasta “feriarte” un juguete. ¿Recuerdan aquel poema de Vicente Medina?: “¡De tóico lo del mundo/ pa los que tengan cuartos!.../ Yo he visto los jüetes/ bonicos y baratos…” (Vicente Medina, Aires Murcianos. Murcia 1991,266).
Un calendario natural, que nadie sabía quién lo manejaba, iba señalando, con rigor, en el caso de los niños, el tiempo de las bolas, de las trompas, las chapas, los tacones, el marro, jugar al burro, al escondite, al pillao…; en el caso de las niñas era la comba, los aros, la coroneja, los cromos… Pero la misteriosa fuerza del “marcador de tiempos” se frustraba tras el verano, porque chicos y mayores teníamos muy claro que en estos días toca la feria y se soñaba con “bajar” a Murcia, al caer la tarde, un poco antes de que encendieran las luces.
Me encantaba la feria cuando estaba en el Malecón, tenía su aquel, con su caótica distribución de los espacios, gente por todas partes, familias enteras con la chiquillería: “¡acho, ven p’acá!, gritaban, ¡como te vuelvas a ir te doy un pellizco, que te arranco el pedazo…!”. De chinarro, mejor no hablar, era de lo que más se disfrutaba, pero bien “regao”, que de eso se encargaban los mozos de las casetas. ¡Qué bonico estaba todo!, ¡cuantas luces por todas partes! Aquello era un universo de particular arquitectura. Por un lado las atracciones; por el otro los que vendían turrones y licorcicos; más allá las tómbolas y casetas de juguetes; también merecían un sitio aparte los ventorrillos, cuyos materiales estaban perfectamente encajados en el medio: cañizos, hojas de palmera, alcanzabas, tablones y palos… un cable con varias “peras” encendidas y papelillos de colores, logrando unos recoletos rincones, que, rugiaos y limpios, parecían los chorros del oro y gente, mucha gente…
“¡Qué busto de ver las rueas,
las fachás, las luminarias
beber agua de espejiquios
y unos vasiquios de horchata;
mercalles la cascaruja
y la cuajá de avellana
en los puestos de al-lao er rio
porque mejor la espachaban,
y visitar las casetas,
los pochinelas, las barcas…!” (Nicolás Rex, o.c.,137)
A pesar del sentimiento de los nostálgicos, el paso de la Feria a la FICA le hizo ganar mucho, ya era otra cosa, mas espacio, aunque estuviera “allá lejos”… A las atracciones les acompañó el chinarro, pero era de casa y no te agredía tanto, ni se metían las chinas en los zapatos, más espacio, más aire… ¡qué encanto!... En pocos años, creció mucho el recinto, pero ha sabido conservar los sueños en los jóvenes corazones murcianos.
Desgraciadamente en estos años no he vuelto a la Feria, a esa que me mantenía la boca y los ojos abiertos; en la que todo a tu alrededor era una caja de sorpresas, donde te has sentido feliz, muy feliz, junto a tus padres, a los hermanos, a los amigos, sin nada a cambio… ¡era una fiesta de familia! Me gustaría, si me es permitido, invitar a todos los padres, a todas las familias murcianas, a que abráis la ventana de los sueños a vuestros hijos y os asoméis con ellos a sus fantasías, que la felicidad es gratuita y, como en mi caso, de pantalón corto, guardas una foto y la satisfacción de haber sido un jinete más del eterno retorno, las cosas de los “caballitos”.
LA VENTANA DEL COSO
Del Coso de la Condomina, naturalmente. Aún recuerdo los años de estudiante en el Seminario Menor de San José, donde era paso obligado la Plaza de los Toros, un paisaje urbano que me es muy familiar. Si les digo que conocí lleno de huertos de limoneros aquellos alrededores, no me llamen anciano, es que se precipitaron construyendo casas. A los seminaristas nos bastaba subir al segundo piso, donde estaban los lavabos comunes, para ver los marcadores simultáneos, no “electrónicos”, más bien digitales, que era la forma como el auxiliar de campo levantaba los carteles en el Campo de futbol de la Condomina. Aquello fue un adelanto a la tecnología del Internet de ahora, porque sabías los resultados al instante, de algo que estaba sucediendo a lo lejos, pero sin imágenes.
Los días de los toros era un espectáculo ver a tanta gente, los más rezagados compraban los pasteles de carne y los bocadillos en los comercios cercanos; las bebidas en la plaza y a calderos… La animación era tan grande que se contagiaba. Era simpático observar los grupos que iban acercándose a la plaza, con el albero recién regao. No se me ha olvidado, por lo curioso, que en cada grupo de los que se acercaban a la plaza, resaltaba la figura de uno de ellos, que era el más entendido en esas artes y se le notaba porque lleva la voz cantante, gesticula a diestro y siniestro, la camisa abierta luciendo el moreno del Mar Menor y dejando atrás el rastro de humo del primer faria de la tarde.
Mi amigo Patricio era un especialista en el tema de los toros, tenía en casa el Cosío y eso le daba mucha autoridad, más entre sus compañeros, que no entendíamos ni jota, sin embargo, percibíamos el intríngulis que encerraba. Yo, a lo más que he llegado en el arte de Chicuelo, Manolete, Sánchez Megías, Belmonte, Antoñete, el Litri…, ha sido el tener el privilegio de ir, en el mismo vehículo de Pepín Jiménez, un gran torero lorquino, que me invitó a la plaza de Calasparra, y ser testigo de todos los ritos de preparación del diestro, del maestro…, hasta que inició el paseíllo. Les aseguro que aquello fue algo serio y electrizante y salió a hombros. Pero vuelvo a la sabiduría taurina de mi amigo, imagínense de qué calidad académica habría sido, perdonen la incorrección, porque iba a decir, ¿una jugada?, no, mejor, diré… una faena que hizo el torero, que sólo él en la plaza se puso en pie, pañuelo en mano y nos animaba a los dos o tres infelices que le acompañábamos a hacer lo mismo, así que nos levantamos tímidamente, mientras el resto de los aficionados estaban en otra cosa, sin embargo, nuestro instructor taurino no dejó de insistir en el tema y nos quería hacer entender la importancia de lo que había pasado allí. No les quepa duda que estaría en la letra pequeña de la Enciclopedia taurina o en notas a pie de página, pero estaría. Se podrán imaginar que la única reacción que encontró en sus pacientes contertulios fue asentir con la cabeza, sin decir una palabra.
Independientemente de si entiendes o no de toros, es de destacar el ambiente que crea, el movimiento de gente que arrastra venidos de todos los rincones de la Región y de otras Comunidades Autónomas vecinas. Cuentan que los carteles suelen ser muy buenos y que el éxito de la tarde está asegurado… Este año se cuenta que faltará plaza. Pues, ¡ánimo y al toro!
LA VENTANA DE LAS CULTURAS
Color, ritmo, estética, corazones, sonrisas, danza,… sabores de tierras lejanas con deseos de paz; banderas al viento… es la ventana del Festival Internacional de Folclore del Mediterráneo o en el Mediterráneo, con más de 40 años de andadura y de éxito en éxito. Puede que parezca este Festival algo normal, porque ya se está acostumbrado uno a verles por las calles y plazas de la ciudad y los pueblos de la Región, pero hagan una excursión al ayer y vean la recepción de este evento, lo que supuso de apertura a otros mundos, la expectativa que despertaba detrás de esos trajes regionales y cómo, en muchos casos, te llevaba a interesarte por esos países… Los chicos y chicas que formaban los grupos eran conscientes de su calidad de embajadores y repartían simpatías, sonrisas y alegría por doquier.
Todos saben que los fundadores de este evento fueron D. Alfonso Izarra, gobernador de la provincia; D. Manuel Fernández-Delgado, primer director del festival; D. Manuel Muñoz, catedrático de la Universidad; y Monsieur Lassagbe, agregado cultural de Francia y afamado folclorista. Ellos fueron los que prendieron la chispa, pero la ciudad de Murcia fue la que acogió, como algo suyo, esta iniciativa y, dentro de los vaivenes que da la vida, lo ha potenciado y le sigue abriendo sus calles y sus plazas, para deleite de todos. Creo que ha tenido varias sedes, pero recuerdo, en la noche de los tiempos, su ubicación junto al pabellón de deportes, detrás del Club de Tenis, ¡qué bonitas noches las de aquellos años!
En una sociedad que no deja de buscar signos, éste es importante cuidarlo, porque nos habla, sin palabras, de la concordia, armonía, fraternidad, no existen las fronteras, que somos capaces de convivir ofreciendo lo mejor de cada uno y todos constructores de la Paz… Aquí me ha salido un poco la vena eclesiástica, pero no viene mal, que San Pablo nos recordaba que predicáramos a tiempo y a destiempo, con ocasión o sin ella (cfr 2Tim. 4,2) y añadía: “con paciencia y sana doctrina”. Bueno, espero que no les extrañará, que sea un convencido de que un mundo nuevo y más humano es posible, así que, con la ayuda de Dios, animo a potenciar todos los signos que favorezcan la dignidad de la persona y su importante papel en la sociedad, sea de esta manera o de otras mil formas.
LA VENTANA DE LOS HUERTOS
No sé por qué al abrir esta ventana me ha venido a la cabeza la popular fresquera, anterior a los frigoríficos. Así le llamábamos en la Senda de Graná a ese artilugio que, hecho de palicos y tela metálica, como si fuera una jaula, servía para poner los alimentos, quesos y embutidos, para que se conservaran “frescos”, aunque para frescos, los melones de agua, que gozaban de un status especial en verano, sólo ellos disfrutaban del privilegio de la renovación del agua recién sacada del pozo, a la sombra de la higuera, cosa seria. Todo tiene su explicación, ya que al hablar de los huertos no cabe otro pensamiento, sino el de sus especialidades culinarias, el sabor de la amistad, encuentro con los amigos, conversaciones sobre cómo se ha pasado el verano… todo al aire libre de las noches de verano…
Los llamados huertos merecen capítulo aparte, porque guardan en su interior los mejores aromas y sabores de una tradicional cocina, digna de todas las medallas. En cada huerto, una olla, pues calculen… tantos huertos, tantas especialidades… pero, ¡qué les voy a decir a ustedes! El tema de la sequía se habría solucionado en Murcia, al menos en estas fiestas, tanto es así que no haría falta poner en la puerta del Ayuntamiento el cartelico de: “Agua para todos”, bastaría repartir el menú de los huertos a la hora de comer y a esperar un poco… porque “al más pintao” se le haría la boca agua… Seré bueno y no haré mención de él, para no ponerles en un compromiso. Sólo me remito a las pruebas, pasen y vean el éxito de este feliz invento, ¡participen, señoras y señores!
MAS VENTANAS
Por ventanas no va a ser, seguro que Bill Gates, que sólo tiene un Window, reformado siete veces, nos tiene una envidia muy grande, porque aún nos quedan más, como para llenar un rascacielos… veamos, hagamos un repaso:
La Ventana la historia, conocida por los “moros y cristianos”, es la recreación de la fundación de Murcia, actualizando el nacimiento y los primeros pasos de la siete veces coronada y ninguna conquistada, un espectáculo de participación y embrujo, de luces y colores que llenan la Gran Vía de expectación por las danzas y por los destellos de los originales trajes de luces y colorido, este año iluminados por las farolas de las pedanías, mejor, así se nota más que todos vamos a una y que no faltará nadie en el espectáculo.
La Ventanas de mercados y artesanía, para toda clase de públicos, para todos los gustos y necesidades, nadie se queda indiferente, al alcance de todos los bolsillos, oportunidades de regalos… Un saludo a todos los artistas anónimos que muestran tras los improvisados mostradores las más diversas creaciones y un reconocimiento a vuestro fantástico trabajo.
¡Abridle la Ventana a la música!, al éxito entre jóvenes y mayores, las canciones de ayer y de hoy que hacen soñar…, ritmos contundentes y juegos de luces capaces de mover a miles de jóvenes a la desinhibición, dejarse llevar del capricho de las olas que marcan los tiempos de las notas, poner el cuerpo a merced de la propia inspiración… la música es así, te atrapa, te engancha, te posee…
No está cerrada la Ventana del Arte, que en esta época se abría con muchas exposiciones de pintura en las distintas galerías del centro de la ciudad, en muchísimos casos pintores o escultores murcianos, que nos llevaban de la realidad a su interpretada realidad… un saludo a los de ayer y a los de hoy. Todavía guardo los folletos de cientos de exposiciones de las galerías de arte por algún rincón de mi vieja casa.
Llegado este momento debería tener la maestría de crear silencio, cambiar el escenario, alejarme momentáneamente, salir de esta tribuna y retirarme al interior del edificio que estamos describiendo… ¡cuánto me gustaría saber crear el ambiente propicio! Y luego, subiría sigiloso los peldaños de su vieja y oscura escalera hasta llegar a la altura del balcón principal, abriría lo necesario sus contraventanas, sin mostrar aún el interior, sólo el espacio que permitiera mi cuerpo, saldría despacio, colocándome en el extremo de la balaustrada y desde allí anunciaros una gran noticia: ¡Está con nosotros la Virgen de la Fuensanta! ¡la Madre de Dios y Madre nuestra! ¡la Morenica! ¡Alegraos todos y cantad a coro a la Virgen de la Vega! ¡a la que lleva a Jesús nuestras oraciones, porque pasan por su camarín!
De repente, como en una ceremonia solemne, abren de par en par las puertas del balcón, todas las miradas se dirigen a él y despacico va saliendo el trono de María, hasta que su rostro brilla tanto que encandila al sol, tiene la luna en el estrado de sus pies y le llueven, desde el cielo, los pétalos de las rosas rojas, de claveles, alhelíes y jazmines recién cogidos con el fresco del rocío. ¡Viva la Virgen de la Fuensanta!, gritan unos, muchos “vivas”, responden todos… ¡pero, qué guapa!, se dicen a sí mismos los enfervorizados corazones de los murcianos…
EL BALCÓN DE LA VIRGEN DE LA FUENSANTA
¡Ahora puede comenzar la fiesta, que abran los recintos de la feria, que canten y dancen todos, que ya está en casa, con nosotros la imagen de la Virgen de la Fuensanta…! En la puerta de la Iglesia del Carmen le hemos esperado miles y miles de personas, con dificultades para poder andar, acompañándole hasta la Catedral, ¡qué experiencia, Dios mío!, un recorrido corto, por Floridablanca, plaza de Camachos, el puente viejo hasta enfilar la calle de San Patricio, Glorieta, Arenal, plaza del Cardenal Belluga y Catedral… corto en distancia, pero largo, muy largo en la fe de los murcianos, en las miles de oraciones que se elevan en el recorrido, en el gozo y en la dicha de caminar con María…
Es un ejemplo de alto valor teológico el de estas manifestaciones de fe, porque el sentido que tiene es claro: caminamos hacia Jesús y entramos en la Iglesia de la mano de la Virgen. El recorrido de esta mini romería urbana es una señal de pertenencia, un signo de comunión, de unidad, es la expresa voluntad de caminar juntos, con María y llegar hasta el mismo Jesús… Aquí me hubiera gustado ver a aquella israelita que le gritó al Señor: “¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron!...” (Lc 11,27), porque estaría llorando a “cantaros” de alegría. Esta manifestación tan hermosa por el encuentro con la imagen de la Madre, después del verano, es el gesto más excelente de que hemos entendido la respuesta que le dio Jesús a aquella mujer…: “Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan” (Lc 11,28)… que la dicha está en saber escuchar y guardar en el corazón las cosas de Dios… y en esto María nos ha enseñado mucho, es el tipo acabadísimo de una creyente, ¡bendita tú que has creído!, le dice su prima Isabel.
Ahora os habla un cristiano, un Obispo de la Iglesia Católica, en medio de la incertidumbre de este tiempo y de esta sociedad tan complicada, sabed que a los cristianos les invitamos a dar a los hombres de su tiempo la certeza de la fe íntegra de la Iglesia, pero sin miedos, con la fuerza y valentía que da el Espíritu. La razón de todo esto es sencilla: Somos testigos de la Victoria de Jesús sobre el pecado y sobre la muerte y sabemos que la claridad y la belleza de la fe católica iluminan, también hoy, la vida de los hombres. El cristiano, sin forzar a nadie, no impone su estilo de vida, habla alto y claro con el ejemplo y se siente capaz de transmitir entusiasmo… Desde la Iglesia invitamos a los cristianos a no contentarse con una religiosidad exterior. A Dios no le basta que su pueblo lo venere con los labios; nos quiere auténticos, sinceros, generosos, solidarios, justos, comprometidos en la causa del hombre… y nos da su gracia si no nos alejamos o separamos de él… El mejor modelo, para que nos entre por los ojos y veamos que es algo posible, es el de la Virgen María.
No les extrañe que en un Pregón de fiestas hable de estas cosas, en este caso me está permitido, porque al comienzo dije que nos asomaríamos a las ventanas que iría abriendo, y que en otra ocasión hablaría desde dentro, pues ahora he hablado desde el interior.
Quiero resaltar de una manera especial los días que está la imagen en la Catedral, porque no se rompe la peregrinación, entran muchísimas personas todos los días a saludar a la Virgen y con ellos vienen sus dolores, sus alegrías y sus gozos, traen sus esperanzas y sus peticiones… entonces, recuerdas la letra del himno, “oración que sube al cielo, pasa por tu camarín…” El ir y venir de los devotos no termina, continúa en la Romería, la vuelta al Santuario del Monte. Tampoco es necesario explicarles lo que significa, ni cuantas personas van, ni cómo se vive en esta media docena de kilómetros rodeados de la familia, de los amigos, de cantos y flores… porque creo que la gran mayoría conoce bien este recorrido. Mi recuerdo más antiguo, es el haberla hecho en carro, más aún, haber llegado hasta donde ahora está el convento de las Concepcionistas, más o menos, ese paraje no estaba cultivado y quedaban unos cuantos olivos por allá… como es un recuerdo vago me resultaría difícil precisar, pero seguro que iríamos a pasar el día… como ha sido costumbre desde siempre.
Todas las ventanas quedan abiertas, muchas más de las que les he mostrado, entre ellas, LA VENTANA DEL CORAZÓN, la de los buenos deseos. El primero es que disfruten de la fiesta, que sean días de alegría y gozo tanto para los mayores como para los más pequeños, a los que les espera un curso nuevo, estrenar libros y conocimientos, crecer en sabiduría y en valores, abrir la mente al universo y sentirse ciudadano del mundo, de un mundo sin muros y con muchos puentes que nos acerquen los unos a los otros.
Yo me había planteado recordar y recordarme los valores aprendidos en esta tierra, la sabiduría del huertano y el gran corazón que lleva debajo del chaleco, pero reconozco que me faltan recursos para poder expresarlo, así que les dejo con una tarea a ustedes y a todos los murcianos, que no perdamos el estilo, los sentimientos, la cultura, el sano orgullo de ser murcianos y el empeño de que lo reciban los que nos sucederán, vuestros hijos, que salga por todos los poros y se note como el perfume del galán de noche o la violeta, que sabes que está la flor, aunque no la veas en la planta…
El segundo de los propósitos es el del agradecimiento por este honor de hablar en esta sala del Excmo. Ayuntamiento de Murcia, donde es más frecuente oír cosas mucho más serias por la mejora de la ciudad y de sus ciudadanos, que mis palabras, hechas entre Murcia y Teruel, entre el hoy y los recuerdos, especialmente de los que no quieres desprenderte nunca y me han ayudado a entretenerles un poco.
Don Miguel Ángel, he disfrutado mucho al entretenerme con estas cosas, que he hecho de mil amores. Lamento mucho que le confiara el Pregón al Obispo de Teruel y de Albarracín y que no haya cumplido con su palabra. Menos mal, que estaba por aquí el de Cartagena.
Muchas gracias.
+ José Manuel Lorca Planes,
Obispo de Cartagena