Una vez finalizada la Semana Grande de Gijón y como es lógico, las corridas de toros programadas, tenemos que decir que a pesar de las personas que se manifestaron frente al “Coso” en protesta por la celebración de este espectáculo tradicional y muy español, en VALORES queremos mostrar nuestro apoyo a la tauromaquia y al colectivo taurino frente al deseo del Gobierno, Sumar, Pacma, Psoe y cuatro amigos más, que tratan de promover el rencor contra un colectivo que está trabajando duro para regular, unificar y equilibrar todas las materias taurinas para ayudar así al fomento de uno de los patrimonios más importantes de España, sinónimo de riqueza cultural, artística, social, ecológica y económica. La tauromaquia no puede ser perseguida ni por razones animalistas ni por razones culturales.
En una democracia no se pueden prohibir expresiones artísticas y culturales. En VALORES estamos en contra de aquellos que quieren limitar esta expresión cultural y la libertad del pueblo español. La tauromaquia es una de las mayores expresiones de libertad que existen hoy en día en nuestra sociedad. Es una expresión cultural de más de cinco siglos y un arte íntimamente ligado a la identidad de España.
Existe una gran hipocresía y una gran carga de conveniencias por parte de los animalistas y de esa ideología que pretende equiparar al hombre con los animales y nosotros estamos profundamente en contra de ella. La tauromaquia no causa ningún daño, ni lesiona ningún derecho de nadie. La prohibición, en cambio, sí; causa daño, en primer lugar al toro, al que se condena a la extinción, también a todo el sector productivo que viven del toreo y que es fuente de empleo y expresión económicapara muchas personas, de una forma directa o indirecta. Con la prohibición de los espectáculos taurinos el toro de lidia desaparecería y con él un ecosistema singular de crianza de más de 500.000 hectáreas de dehesa que visten la naturaleza de nuestro país.
En VALORES creemos en la defensa de las tradiciones de España, y muy especialmente las que enlazan con nuestra cultura.
El aficionado a las corridas de toros no es un sanguíneo, sino un profundo admirador del animal y de la forma en que el toreo desempeña las suertes perfectamente regladas, con contrastado riesgo para su vida.