Los libros Me llamaba Elena y El banco de piedra gris, de la escritora Teresa Hernández Martínez, serán presentados el miércoles 13 de marzo, a las 19.30 horas, en la Biblioteca Salvador García Aguilar (en Avenida del Chorrico, n° 44). Acompaña a la autora en la presentación Antonio Galera Gracia.
Teresa Hernández Martínez nació en Guadalupe (Murcia), en plena huerta. Estudió Bachillerato. Vino al mundo a los siete años de terminar la Guerra Civil Española, cuando todavía quedaban los resquicios de dicha posguerra.
Con tan solo siete años ya escribía poesías a la Virgen en el mes de mayo; cualquier papel y lápiz a su alcance era un regalo.
Así fue cultivando esta pasión hasta el día de hoy, compensada con la lectura. En el año 1994, junto con la directiva del Centro de la Mujer de Guadalupe, deciden dar voz a las mujeres con un certamen literario, el cual, casi sin equívoco, es el único que perdura hasta el día de hoy. Ha tenido el privilegio de ser la presidenta de dicho centro dedicado a la mujer durante siete años.
En cuanto a la literatura se refiere, han sido muchos los premios literarios conseguidos, tanto en verso como en prosa. También, en orgullo a su tierra, los premios que se le han otorgado en esta lengua, convirtiéndola en un personaje de honra del habla murciana por la Federación L'Ajuntaera.
La historia narrada en Me llamaba Elena empieza en el confinamiento de la pandemia del Covid-19 y es una reflexión ante los problemas como el miedo y la coexistencia con el ambiente emocional que nos lleva a la supervivencia. Llegando a este estado de desesperanza, el lector se abre ante la imaginación de la escritora, que ha declarado: "Aspiro, con todo mi corazón, a que esta novela sirva para que los sueños no se queden como simples ilusiones. Deseo que Elenita y el resto de las mujeres puedan convertir sus voluntades en realidad".
La bruma del pasado se hace presente en El banco de piedra gris, una historia donde la palabra refugiado es inhábil para una sociedad tan progresista como deseamos aparentar, pero está tan presente en su mente que no le pasa desapercibida. Según explica la autora, "desde niña tuve esa palabra clavada en mi pequeño entendimiento, al oír decir a mi madre: Hija, en esta casa tuvimos refugiados de guerra. Ahí está servida mi historia, en esta novela, con toques de pasión y sacrificios. Es el enlace entre la realidad y la ficción. Un amor servido en bandeja, de letras enlazadas".
Esta es su cuarta novela. Este es un libro que, a medida que se avanza en su lectura, la propia autora, como si tuviese el mundo entre sus manos, nos describe escenas que no sabemos catalogar como verdaderas o fantásticas. Y lo hace con un alto conocimiento de la cultura, de las relaciones humanas y de lo imposible. Todo ello, Teresa lo amasa con una fuerza conmovedora que hace de esta novela un relato de enorme emotividad.
El banco de piedra gris es una narración modélica que no abusa de sus planteamientos, sino que los despliega misteriosamente ante el lector, dejando la misma perplejidad y desconcierto que a su personaje. Este libro es como un jeroglífico que solamente se puede descifrar cuando se llega al final.