El reto que los Juegos Deportivos del Guadalentín planteaban para el pasado sábado no era nada sencillo. ¿Podíamos esperar que los chavales más jóvenes cambiaran por una mañana la Play Station, la Wii o la DS por los juegos al aire libre de toda la vida?
Por segundo año consecutivo, dentro de la programación de las olimpiadas lorquinas, se celebraba una Jornada de Juegos Populares y Tradicionales. La cita, en las Alamedas, planteaba el reto de convertir esa parte de Lorca en un patio de escuela de los de hace 15, 20 ó 30 años y que la diversión no fuera proporcionada por una máquina, sino por los juegos de toda la vida. Y el objetivo se cumplió; ¡vaya si se cumplió!
El trompo, el caliche, las chapas, las canicas y la comba fueron desempolvados desde el cajón de la infancia y volvieron a tomar vida durante unas horas. Hasta 37 niños y mayores afinaron la puntería con las canicas, bailaron de forma sorprendente el trompo y lanzaron la chapa contra la arena, demostrando que la diversión no es proporcional a los píxeles del juguete. También el lanzamiento de hueso de oliva se sumó a las categorías, proporcionado competición y risas a un mismo tiempo.
Sorprendente fue ver a algunos adultos confiando a los niños los secretos para que este o el otro juego fueran mejores, o cuáles eran los trucos necesarios para afinar la puntería. Los chavales, mientras tanto, retaban a sus padres a ver quién saltaba más a laa comba. Y, una vez más, los Juegos Deportivos nos llevaron a la reflexión: ¿qué tienen los juegos de hoy que no tuvieran los de ayer? ¿solo su mayor coste? ¿acaso no es más sano salir a la calle y disfrutar al aire libre con los juegos que engancharon a tantas generaciones de niños?
Al final, el resultado de la prueba fueron varias horas de diversión y tres ganadores en el circuito de los seis juegos presentes durante la mañana: primero fue Javier Castro, segundo Luis Lacal y tercero Juan Ortiz. Pero ganar, ganaron todos los participantes que, durante una mañana, disfrutaron de la infancia como solo los niños pueden hacerlo.
Porque el trompo puede estar de nuevo de moda. Solo hay que volver a bailarlo.