Por Patricio Peñalver
La Unión (Murcia) 10 ago (EFE).- En la segunda gala del Festival, con todas las localidades vendidas, Miguel Poveda puso su rúbrica personal en una noche apoteósica en la que cantó con mucho duende durante casi dos horas, y se metió al público en el bolsillo, que no dejó de aclamarlo por enésima vez.
Una noche, más bien una madrugada, de gloria bendita, en la que otra vez Poveda regresaba a La Unión y se sentía como si estuviera cantando en el patio de su casa.
Una noche tan triunfal como aquella de un 14 de agosto de 1993 en la que arrasó con todos los premios, entre ellos el máximo, la "Lámpara minera", que lo catapultó al éxito.
Salió solo al escenario cantando el famoso pregón del "uvero". Y a continuación se incorporó su grupo: su guitarrista Juan Gómez "Chicuelo", como un fiel escudero, que lo llevó rítmicamente en volandas, al compás de las palmas jerezanas de Luis Cantarote y Carlos Grilo, y los golpes precisos del percusionista Paco González.
Prosiguiendo su actuación, siempre en ascenso, interpretó una larga serie de cantiñas con aromas marineros de la bahía de Cádiz. Lo bordó por malagueñas con tres cantes abandolaos, para alcanzar la cima por soleá polá.
Cambió de terció y homenajeando a los grandes compositores de la copla, cantó una serie de letras clásicas por bulerías que dedicó a su madre. Se daban las circunstancias que sus padres lo estaban viendo en primera fila, pues esa misma tarde, a Miguel, el Festival le había concedido su máxima distinción: "El Castillete de Oro".
Otra motivación para cantar mejor que nunca.
Miguel Poveda, concentrando en sí mismo, se acordó de su maestro en los cantes mineros, el unionense Pecho Cross, fallecido hace unos meses y le cantó su minera y una serie de cantes de Levante, acompañado por la precisa guitarra de Chicuelo.
Volvió a salir su grupo, y Poveda le preguntó al público: ¿estáis bien?. El público le respondió que bien y algunos que estaban en cielo. Y Miguel, contento y con cierta guasa flamenca, le dijo: ¡Qué va, estáis durmiendo!.
Y se arrancó por tientos-tangos. Y después por fandangos. Y después por bulerías de Lebrija. Y después a la noche se le fue la mano. Las palmas echaban humo y Miguel en loor de multitudes se marchó aclamado, dejando su pabellón un peldaño aún más alto.
Otra vuelta más de tuerca.
Sin embargo, antes debutaba en esta plaza la joven bailaora sevillana Rafaela Carrasco, una de las más destacadas represente del baile flamenco de vanguardia. Y también tuvo una destacada actuación.
Rafaela Carrasco bailó muy bien por granaínas, soleá, zapateado, por fandangos y un espectacular solo, por exótico, con su percusionista Nacho Arimanuy con instrumentos de Mali y Nigeria. Le cantaban Antonio Campos y "El Pulga" y le acompañaban a la guitarras Jesús Torres y Juan Antonio Suárez.
A pesar de que para los puristas resulta un poquito duro la mezcla de estilos, la unión que Rafaela Carrasco realiza con los movimientos clásicos que mandan los cánones, al mezclarlo con estilos de la danza contemporánea resultan muy sugerentes.
La bailaora después de pasar por la compañía Andaluza de Danza y la de Mario Maya, fundó su propia compañía, "La música del cuerpo". Y puso a la crítica y al público de acuerdo con un baile por malagueñas en el Festival de Jérez de 2004.
Aquí en la Unión la mayoría de los espectadores la despidieron con una gran ovación.EFE