La Unión (Murcia), 9 ago. (EFE)- El consejero de Cultura, Juventud y Deportes de la Comunidad Autónoma de Murcia, Pedro Alberto Cruz, fue el encargado anoche del pregón y de abrir oficialmente las puertas de la llamada "Catedral del cante" a los cuatros vientos, con un discurso artístico henchido de duende filosófico.
La primera interrogante que se planteó el consejero fue la de "¿Cómo nombrar el flamenco?, ¿Qué palabra elegir capaz de contener, sin aprisionarla, una expresión tan honda, tan desbordante como ésta?, sobre la cual, historiadores, poetas, filósofos, antropólogos, sociólogos han hablado tan prolijamente".
Cruz, ante un publico respetuoso y expectante, respondió a las interrogantes argumentando: "Porque el flamenco no es una singularidad, sino una pluralidad de nombres, lejos de concentrarse y acabarse en una palabra o idea el flamenco se dispersa en una multiplicidad de definiciones que lo nombran una y otra vez, sin jamás concluirlo, cerrarlo definitivamente".
Y continúo con su discurso, pausado y academicista, añadiendo: "Se podría decir, en este sentido, que el flamenco cae más del lado de la incertidumbre que del de la verdad. Cada nombre que se le da, en lugar de delimitar su sentido, lo hace más denso, más inabarcable y poliédrico. La pregunta, por tanto, que debe guiar esta intervención no es ¿cuál es el nombre del flamenco?, sino, más bien, ¿cuáles son los nombres del flamenco?.
A todo esto, y después de todo lo dicho, el consejero tan sólo llevaba leído un folio de un total de siete cuando comenzó a dar las primeras pinceladas de un teoría del grito: "En un mundo de gestos insinuados y contenidos, en el que la forma primaba sobre la expresión, el grito, la abertura amplia y desgarrada de la boca, apenas si encontraba lugares para su libre e intemperada manifestación".
Cruz concluyó su disertación, la cual, a pesar de la densa carga de contenidos artísticos y filosóficos, no se hizo larga y aburrida, al menos para la gran mayoría de los espectadores, matizando que "el cuerpo del flamenco es un cuerpo solitario porque, en sí mismo, es un cuerpo multitudinario, su carácter común, es decir, compartido, permite referirse a él como una de las grandes expresiones colectivas y solidarias de la cultural occidental.
Ahí, estriba su grandeza y excepcionalidad, ahí también su mundanidad, su vocación comprometida y política". Así, terminó siendo muy aplaudido.
Después de la palabra llegó el cante, el toque y el baile, con los ganadores de los máximos trofeos de la pasada edición.
Comenzó el cantaor granaíno Juan Pinilla que hasta dentro de muy poco días tiene el orgullo de ser el último ganador de la "Lámpara minera", y lo hizo cantando la "caña", acompañado de la guitarra de Luis Mariano.
Atrás quedaban los nervios de la última vez que se subió a este escenario. Como no podía ser de otro modo, acordándose de la tierra en la que estaba, interpretó una serie de cantes mineros: minera y levantica. Para proseguir por cantiñas y rematar su particular fiesta por bulerías.
A continuación le tocó el turno a la guitarra del joven sevillano Juan Antonio Silva Campallo, que tocó por tarantas y granaínas.
La bailaora granaína Patricia Pérez le puso la guinda a la noche, bailando por cantiñas, con bata de cola, y por siguiriyas.
Los tres ganadores de los máximos trofeos refrendaron así el éxito que en su día grande obtuvieron en La Unión y que tantas puertas les ha abierto.EFE