"Ah, si pudiera elegir mi paisaje
elegiría, robaría esta calle,
esta calle recién atardecida
en la que encarnizadamente revivo
y de la que sé con estricta nostalgia
el número y el nombre de sus setenta árboles".
Mario Benedetti.
No son setenta los árboles que dan fronda a la Plaza del Barrio de la Cruz de Las Torres de Cotillas pero los hay de sobra para cobijar el anhelo del escritor uruguayo. Y es que este entorno emblemático, pintoresco y céntrico del casco urbano torreño, de ermita centenaria a la par que sus calles y plazas (por ejemplo, las antaño nombradas del Reloj y La Rana y hoy rebautizadas como de Cervantes y Santa Teresa) y fiestas, con más de siglo y medio ya de vigencia y celebración es un pequeño lugar del Universo que atesora recuerdos, tradiciones e historias dignas del mejor relato que jamás se escribirá por mor de estar hechas con la impronta de hombres y mujeres de gesto amable y palabra sabia.
Este barrio de Las Torres de Cotillas, recoleto lugar presente en la temprana historia de la vida colectiva del municipio y cuna de paisanos ilustres por su ejecutoria y extraordinarios por su talante de sencillez, está en estos momentos en fiestas, rindiendo culto con ese ritual de sensaciones a la Cruz florida en señal de alabanza a la Virgen María en un arranque de celebraciones marcado por el canto de los Mayos que con recia voz de plegaria entonan los componentes de otra añeja marca de calidad de la etnología local como es la refundada Campana de Auroros de Nuestra Señora del Rosario, con raíces en el barroco siglo XVIII.
Por eso el Barrio de la Cruz en fiestas es la primavera más bella que se pueda soñar, unos festejos que son la prolongación del propio hogar si nos atenemos a la calidez entrañable, al espíritu acogedor de sus vecinos. Casa común donde las ganas de diversión y convivencia quedan aseguradas a tenor del carácter abierto y receptivo, reitero, de los hombres y mujeres que puebla un terruño donde todo el mundo se conoce. Es una suerte para ellos haber nacido en un barrio donde el tiempo tiene un ritmo diferente y sus fiestas un sabor especial, en esa prórroga casi última de una primavera que se va pero aún antes se detiene, por suerte año a año, en eterno retorno de calendario, a modo de conjuro del vértigo del tiempo, de su sucesión acelerada de meses, todo ello para abrir un paréntesis de días donde la intensidad del corazón es belleza, ese misterio que pocas veces se llega a descubrir con tanta plenitud como cuando se está en un lugar al que una persona sabe que pertenece, que se siente a gusto.
Sin más preámbulos, a divertirse toca en el Barrio torreño de la Cruz. Felices fiestas a esos vecinos y amigos que lo hacen memorable.
Juan José Ruiz Moñino.